Capítulo 10

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   Dipper Pines tomó sus clases con normalidad, demasiada se podría decir.
El timbre sonó como todos los días, fue a su casillero como todos los días, buscó a sus amigos pero a diferencia de los otros días ellos no estaban cerca.

   Creyendo que se habían adelantado e ido a casa sin él comenzó a caminar.

   Mas tarde se arrepentiría de eso.

   Habían pasado tres meses, tres malditos meses y tanto los amigos que Dipper tuvo inicialmente así como los nuevos que había hecho notaban que algo en él había cambiado.

   Siempre había sido reservado no era un secreto, pero el que ya no dejara que ninguno lo siguiese o siquiera hablase con alguno cuando las clases terminaban les dio a entender que algo realmente grave sucedía.

   La gemela del causante de las preocupaciones de los chicos les había dicho que si él tenía un problema, analizaría la situación y se los diría en el momento que considerase adecuado.
Nadie estaba del todo convencido pero ¿qué más podían hacer en una situación así?.

—¿Raro?.— preguntó cierto castaño mirando a su rubio acompañante mientras bebía de la lata de su refresco.

—No te hagas el desentendido conmigo Pines, pasa algo que no quieres decirme.— dijo ya irritado por la actitud desentendida que el castaño adoptaba siempre que trataban de hablar del tema.

   Dipper tragó en seco para después sacar fuerzas que ni siquiera él sabía que le quedaban y sonrió de la manera más falsa posible.

—No me pasa nada, estoy bien.

   Bill miró a Dipper con una combinación de tristeza y rabia. Se sentía inútil y estúpido al no poder hacer nada para ayudar al castaño porque, lo admitía, se había enamorado de él.
Con su orgullo hecho casi por los suelos tomó sus cosas y dijo sin mirar al chico.

—Cuando sientas que puedes confiar en mi como para decírmelo creo que está de más decir que sabes donde vivo.— y sin decir nada, sin siquiera mirar por encima del hombro a su acompañante, se encaminó a su hogar.

   Mientras tanto Dipper suspiró y sin poder contenerse más dejó que las lágrimas fluyeran a su antojo.

   Él sabía que la situación estaba mal, sabía que sus amigos estaban preocupados pero no le importaba, prefería enfrentar aquello solo.

—Eres tan patético.— se auto-insultó mientras tiraba levemente fuerte de su cabello.

—Y que lo digas.— aquellas voces lo hicieron estremecer, trató de levantarse e irse pero un fuerte puñetazo en su estomago lo hizo caer.

   Ambas personas rieron por lo débil que podía llegar a ser aquel castaño reservado.

—¿Ni siquiera trataras de defenderte?.— preguntó burlona una de las voces tirando del cabello del chico.— Veo que no.

—¿¡Ni siquiera de una mujer eres capaz de defenderte!?.— golpes, insultos, reproches y ocasionales risas era lo único que el castaño ya de por si golpeado escuchaba mientras recibía una nueva paliza.— ¡Eres un inútil!.

—Te quejas demasiado de algo que tu, querido, hiciste.— interfirió la voz de aquella perra a la cual Dipper en más de una ocasión había llamado madre.

Wolf In Sheep's ClothingDonde viven las historias. Descúbrelo ahora