Se mordió el labio de manera inconsciente, dándose cuenta del daño que se propinó gracias a aquella tenue punzada de dolor y el sabor metálico en su paladar.
Las manos le temblaban mientras sostenían la carta, se sentía un inútil, con ira la rompió dejando caer los pedazos del papel arrugado y roto al piso.
Una oscura rabia era lo único que podía sentir, hacía ella, hacía si mismo, la situación, los recuerdos, hacía aquellas cartas que eran una dolorosa plaga que se esparcía enfermando su vida y todo lo que conocía.
Quería destruir todo, no soportaba más el dolor, la angustia, el sabor agrio que ensuciaba su boca cuando repetía el "lo siento". Tan usado, patético, endeble.
Lleno de cólera maldijo a su padre por enviar las cartas, a ella por escribirlas, se maldijo por lastimarla, por olvidar que importaba, por abrir la primera carta.
Comenzó con su teléfono siendo lanzado contra la pared, un sonido sordo que no hizo desaparecer el vacío, después un jarrón.
Se perdió un momento en las fotografías enmarcadas en las cuales posaba un completo extraño, estaba rodeado de personas superficiales que no conocían nada más allá de su nombre y su dirección. Personas iguales a él, que solo se preocupaban por ellos mismos, que ni siquiera notaron su ausencia en la universidad. Lo abrazaban, como si les importara, pero estaba solo. Tenía todo, pero realmente nada que valiera la pena.
Odió aquella sonrisa arrogante, el brillo burlón en sus ojos, la falsa felicidad, una que ahora ansiaba, poco a poco se consumía, y no le importaba aferrarse a un espejismo con tal de hacer desaparecer todo el dolor que estaba sembrado, las raíces cada vez crecían más, llenas de espinas que lo desgarraban. Detestaba esa frívola imagen de él mismo. No dudó en lanzarlas. Insatisfecho por el nulo cambio que sintió al verlas hechas pedazos, no pudo contenerse, en un ataque de rabia comenzó a romper todo a su paso, el vidrio de los espejos rotos se espacia por el piso junto a todas las cosas que habían estado sobre su escritorio, sentía desprecio al ver su propio reflejo.
Las cartas permanecían junto a la cómoda a un lado de su cama.
Quien podría imaginar que ellas podrían destrozar a un hombre, dejándolo hecho ruinas. Las sábanas estaban revueltas, no había podido dormir por pensamientos que lo atormentaban por la noche, tantas oportunidades, miles de momentos... Las noches en vela donde el silencio era llenado por melancólicos pensamientos.
Le asqueaba ver en quién se había convertido.
¿Quién era realmente?
¿Un cobarde?
¿Una persona cruel? O, ¿solo un idiota que se equivocó? No importaba, al final, solo tenía lo que merecía. Era el culpable y recibía su castigo. No había perdón.
Se recargó en el escritorio, sus puños se apretaban con tal fuerza que se lastimaba, su respiración era superficial, estaba cansado de llorar. Era estúpido, vano, en lugar de descargar todo, se hundía un poco más con cada lágrima.
¿Cómo no se dio cuenta? Ella tenía razón, aquel día ambos se condenaron a aquel cruel final, era una coincidencia perversa. Su risa amarga se perdía en la soledad de la habitación. Aquel día él la engañó por primera vez con Anet. Él pudo decir que no, ella lo pudo terminar todo. En cambio, ambos se engañaron y continuaron jugando.
Mientras ella sentía asco, él disfrutaba; cuando ella odió sus besos, el los dio sin sentimientos.
Ella se torturaba, lo odiaba, lo amaba, lo necesitaba.
Él no sentía nada.
Era una basura.
Ella era solo una niña tonta y risueña que suspiraba por el chico que la hizo imaginar un mundo de ensueño, le prometió un buen amor, uno con sonrisas, caricias, futuro, lleno de promesas, palabras, pero todo eso solo formaba parte de una película de mala calidad. La realidad fue más cruda y amarga. Fue un sádico al dejarle probar su dulzura, sabiendo que la envenenaría.
Él la rompió.
Y ahora ella lo estaba rompiendo sin siquiera intentarlo.
La maldita situación era un viaje sin regreso, no se podía borrar lo que había hecho, eran demasiadas heridas, errores, mentiras. No había vuelta atrás. No podía más.
«O di adiós, sé un cobarde, durante mucho tiempo lo has hecho muy bien.»
Estaba alucinando, o quizá era el alcohol burlándose de él, estaba perdiendo la razón, su vida. ¿Qué quería? Paz, quería poder respirar sin sentir que un puño oprimía su corazón. No sentir el peso de las lágrimas en sus párpados, poder respirar sin sentir que el dolor lo ahogaba. Quería vivir.
Las miró, simples pedazos de papel que destruían los cimientos de su cordura.
Era tan fácil tomarlas y destruirlas, podría romperlas en pedazos, lanzarlas a la chimenea, dejarlas convertirse en cenizas.
Las tomó lanzándolas con saña al piso, lanzó un grito lleno de ira, lastimando su garganta. Se dejó caer al piso, abatido, mirando a su alrededor una habitación destruida, sin sentir nada. Eso era él, nada.
Decir adiós, ser un cobarde. Era más fácil.
—Ya no más —susurró para él.
Espero y les guste. La historia esta a pocos capítulos de terminar. cuatro o cinco máximo n.n
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No fui yo, fuiste tú quien falló
Short Story«Atte:La que un día fue tu amiga, la cual perdiste al convertirla en tu novia, quien ahora es solo tu exnovia». ------------------------------------------------------------- Registrada en Safe Creative Me plagias y te demando wexd Créditos a @Ang3B...