XVII

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El tiempo pasaba y el dolor poco a poco menguaba, cada vez le costaba menos respirar con tranquilidad, eran pocas las ocasiones en las cuales los recuerdos fugaces volvían a revolver la calma

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El tiempo pasaba y el dolor poco a poco menguaba, cada vez le costaba menos respirar con tranquilidad, eran pocas las ocasiones en las cuales los recuerdos fugaces volvían a revolver la calma.

Se frotó los brazos intentando darse calor, debió haberla escuchado cuando le dijo por teléfono "no olvides abrigarte, te amo". De haberlo hecho no estaría a un segundo de morir de frío.

Suspiró viendo como su aliento parecía una pequeña nube de vapor que se fundía en el aire.

Tomó un sorbo de café mirándolo con desagrado al sentirlo frío, las personas entraban y salían del aeropuerto mientras esperaba parado, se sentía un idiota, odiaba esperar.

—Hola, te extrañé. —Sonrió al instante de escuchar su voz, el tono suave. Le devolvió la sonrisa asintiendo mientras se giraba.

—Te extrañé más. —Y decía la verdad, solo habían pasado un par de días y la había extrañado, tanto como a... Desechó aquel pensamiento mientras se ponía de pie y se acercaba a Elise, saboreó sus labios, la besó con ternura, dándole todo lo que nunca se permitió ofrecer: Amor.

Pensativo observó aquellas pecas salpicadas en sus mejillas y nariz. La belleza de Elise era particular, sus mejillas eran muy regordetas, su actitud en ocasiones demasiado ingenua, su labio inferior era más grueso que el otro, la baja estatura y el pelo negro que era rizado pero pocas veces parecía peinado. Le encantaba todo aquello, al verla nadie podría creer que era una mujer de 25 años, no una adolescente desgarbada.

—En la mañana hablé con mis padres, ¡Nos esperan para cenar está noche! —gritó con júbilo, no podía esconder su emoción, su mirada brillaba, las mejillas estaban sonrosadas—. Aún no puedo creer que en unos pocos meses seremos marido y mujer.

—Créelo.

Él mismo tenía que hacerlo, se sentía como en una montaña rusa, todo había pasado tan rápido, estaba a poco tiempo de caminar al altar, comprometerse para siempre con Elise. Y apenas recordaba como sucedió todo.

—Vamos a casa —susurró tomando su regordeta y pequeña mano. Se sentía bien. Correcto.

Incluso si no lo quería admitir, lo sabía, Elise representaba todo lo que un día perdió. Quizá por eso se esforzaba tanto por complacerla. Por hacerla feliz.

A Ella la olvidó, con el tiempo superó la culpa, dejó atrás el amor, porque todo es efímero, si bien nunca la podría olvidar, logró olvidar los sentimientos, ese amor que descubrió, no fue más largo que su culpa, no fue una historia, y el adiós no fue un final, solo un capítulo triste que logró superar.

Aún podía recordar a aquella niña que lo amó, a la joven que lo odió, y a la mujer que no le debía el perdón.

Pero los remordimientos desaparecieron dejando solo una fugaz añoranza por los años pasados, ambos se habían lastimado. La despedida fue una cura, cruda, dolorosa, una amputación, de un cuajo arrancó todos los hilos que los unían, después de todo quedó roto, pero con la esperanza de que el tiempo cerraría la herida.

Comenzó a respirar con tranquilidad, a sonreír con frecuencia, hablaba con su padre en ocasiones, lo visitaba frecuentemente pero el tema de Ella estaba sellado, no se necesitaron palabras, simplemente no volvieron a hablarlo, había tomado su decisión.

Recordaba aquel día, había dejado todo atrás, más de cinco años, las lágrimas, el dolor, la traición, había superado a aquellos dos hombres de los cuales se sentía tan avergonzado, pero nunca podría negar que ellos fueron parte de él.

Comenzó a asistir de nuevo a la universidad, se alejó de aquellas personas que antes llamó 'amigos'.

Se centró en su vida, en su carrera, intentó obtener un futuro, uno que ahora compartiría con Elise.

Anet en muchas ocasiones trató de acercarse a él, obteniendo siempre la misma respuesta, el rechazo.

Nunca la había amado, Anet solo había sido un trago de alcohol servido en una copa elegante, era emocionante, nuevo, le hacía sentir libre, feliz, pero todo era una ilusión. Al despertar solo se sentía más miserable.

Le sorprendía que hace solo seis meses no conocía a Elise, fue al segundo de verla y conocer su torpeza cuando supo que la quería en su vida.

La conoció en la cafetería que estaba a una cuadra de su empleo,

la descuidada mesera que en varias ocasiones le vacío el café sobre él. Era el único cliente que sonreía cada vez que la muchacha joven lo hacía, le parecía dulce su nerviosismo, una boba adolescente; o al menos eso pensó antes de conocer su edad, fue un respiro fresco, su felicidad era contagiosa, su sonrisa le causaba una ternura que no podía ocultar. Elise fue su salvavidas y se aferró a él.

Despertó por el sonido del celular, cuando lo iba a tomar quién llamaba colgó, restándole importancia se dispuso a continuar durmiendo, la cabeza de Elise descansaba en su pecho, la sintió reír cuando acarició su cuello, sonrió sabiendo que estaba despierta.

El sonido del celular los interrumpió, miró la pantalla, era un número desconocido. Colgó.

—¿No piensas contestar? —preguntó Elise aún con los ojos cerrados, la falta de pereza en sus palabras afirmó lo que Él ya sabía, llevaba tiempo despierta.

—No, debe ser del trabajo, hoy es mi día libre y soy todo tuyo. —Acarició lo que podría llamar trenzas mal hechas, pero sabía solo eran los rizos enredados de Elise.

—Deja  —refunfuñó Elise alejando la mano de su cabello.

Lanzó un suspiro exasperado al escuchar como el celular volvía a sonar con insistencia interrumpiéndolos.

—¿Qué?

—Murió, debes de venir.

Entonces sintió como el mundo caía en pedazos sobre él, sentía como los escombros aplastaban su pecho impidiéndole respirar, su vista empañó dejándolo confundido, no se dio cuenta cuando las lágrimas comenzaron a brotar. Dejó caer el celular apenas escuchando el sonido que causó el choque contra el piso. Escuchaba como su nombre era susurrado pero se sentía tan lejano, podía estar acostado en su cama, en su apartamento con una novia preocupada a su lado, pero se sentía solo.






No fui yo, fuiste tú quien falló Donde viven las historias. Descúbrelo ahora