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El hedor rancio le cortó la respiración cuando despertó, las ganas de vomitar incrementaron, dejó caer la cabeza sobre la almohada y un dolor cegador lo hizo jadear

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El hedor rancio le cortó la respiración cuando despertó, las ganas de vomitar incrementaron, dejó caer la cabeza sobre la almohada y un dolor cegador lo hizo jadear. El peso ligero pero caliente sobre su vientre le molestó. Esperaba que a Anet no se le ocurriera aparecer inesperadamente, la cabeza le dolía lo suficiente como para soportar dramas.

 
Quitó el delgado brazo que descansaba sobre él, la chica en la cama se movió entre el sueño rodando por la cama, la sábana blanca se deslizó mostrando su desnudez, sus cabellos rubios cubrían su rostro, apenas y recordaba cómo era. La escuchó quejarse cuando sin ninguna delicadeza la sacudió.

 
El reloj marcaba las 12:09 p.m. Se puso de pie, era patético pero el pensamiento de dejarse caer al piso frío y morir parecía tan reconfortante, con cada paso que daba sentía que una manada de rinocerontes golpeaba su cráneo.

 
Casi tropezó con algunas botellas de cerveza que estaban tiradas en el piso. Maldijo en voz baja mientras entraba en el baño.

 
El sonido del agua cayendo sobre su cuerpo no impidió que escuchara el pomo de la puerta girándose.

—Llamaron a la puerta, espero que no te moleste que haya abierto, dejé el paquete sobre la mesa. —explicó. Su silueta se lograba distinguir a través de la cortina, estaba vestida.

—¿Te vas? —preguntó esperando escuchar un: "Sí".

—Sí, mi compañera debe de estar preocupada. ¡Nos vemos! —gritó mientras salía cerrando la puerta detrás de ella.

—Nos vemos —susurró sin convicción.

Salió del baño con una toalla rodeando su cintura, el teléfono comenzó a sonar, el sonido se detuvo por un momento para continuar. Revolvió las sábanas sucias y arrugadas buscándolo, revisó bajo la cama sin tener suerte. Entonces su vista se desvió a aquel paquete. Era una caja cualquiera de cartón sellada.

Sonrió al notar el teléfono sobre ella. Lo tomó justo cuando comenzó a sonar.

—Hola, Anet.

—He estado llamándote durante horas, ¿dónde estás?

—En casa.

—¿Qué hiciste anoche?

—Dormí.

Una risa forzada traspasó la línea.

—Siempre será igual, ¿no?

La llamada se cortó antes de que pudiera responder, por un minuto se quedó con la mirada perdida, si Anet no hubiera cortado el "Sí" en la punta de su lengua habría salido.

 
Anet quería todo lo que ella le enseñó a olvidar, ella quería fingir que eran la pareja perfecta, que se amaban, quería escucharlo decir que era su vida, que la necesitaba y añoraba. Ella quería que la amara, quería fingir que cada vez que él se iba a algún antro no se acostaba con una chica desconocida, y que las llamadas no contestadas por la mañana no existían.

Ella quería todo eso, pero no tenían nada. Y nunca le prometió lo contrario.

 
Anet era tan falsa y egoísta como él y querer algo real simplemente parecía una mala broma.

 
Sostuvo la caja en sus manos, no pesaba, la sacudió, no recordaba haber pedido nada. Por un momento dudó en abrirla, recordaba algo relacionado con correo ajeno e ilegal. Pero al ver su nombre sobre el recibo se encogió de hombros y la comenzó a abrir.

Había una nota blanca doblada sobre un paquete de cartas.

 
La desdobló encontrándose con un: "De nada". Lo arrugó y lo tiró en el piso sin darle importancia.

Desató el nudo del hilo que unía las cartas, todas ellas tenían fecha.

Las más viejas eran del mismo año, el año en el que la dejó.

Rompió el sello de la primera.

Me fallaste, tú rompiste todo dentro de mi, me hiciste cuestionarme quién era, qué era el amor, qué éramos

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Me fallaste, tú rompiste todo dentro de mi, me hiciste cuestionarme quién era, qué era el amor, qué éramos.

Tantas veces pedí explicación, rogué por tu comprensión, nunca me escuchaste.

Tus  excusas no sirvieron, mi amor no te bastó; el tuyo no fue efímero, simplemente no existió.

Fuiste el deleite del dolor, mi más amargo error.

Ahora tu recuerdo solo destila veneno.

¿Cómo te perdono, cuando solo siento odio?

Rogaba ese amor que sentía por ti se exiliara. El odio se adhiere con facilidad a una alma herida no pensé que esta sería la primer carta que enviaría.

 

Att: La que un día fue tu amiga.
La cual perdiste al convertirla en tu novia. Quien ahora es solo tu ex novia.

PD: Larga despedida pero quería recordarte quién fui, quién nunca volveré a ser y en quién me convertí.

 

Sus manos temblaron dejando caer el papel blanco con las dolorosas palabras plasmadas, no podía creerlo cuando descubrió que no era solo una, esa solo era la primera de muchas

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Sus manos temblaron dejando caer el papel blanco con las dolorosas palabras plasmadas, no podía creerlo cuando descubrió que no era solo una, esa solo era la primera de muchas.

 
Una lágrima recorrió su mejilla, lágrimas vacías que ahora de nada servían, no importaba cuanto llorara, nada podría reparar lo que no solo se rompió, él la había destruido.

 
Enamoró a una pequeña oruga, la cuidó y cuando salió del capullo cortó sus alas sin compasión.

 Enamoró a una pequeña oruga, la cuidó y cuando salió del capullo cortó sus alas sin compasión

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Wiiiiii, al fin la vuelvo a publicar. n.n

No fui yo, fuiste tú quien falló Donde viven las historias. Descúbrelo ahora