Un estridente pitido atraviesa todo el edificio, poniendo en alarma a todo residente, en especial a los intrusos. Santana comienza a gritar órdenes desde su escondite.
- ¡Dejen todo y salgan rápido!-Sus dedos golpean con brusquedad el teclado de la laptop, tratando de tirar el sistema y encontrar salidas fáciles.
Las puertas se abren de par en par, dando paso a una estampida de guardias y armas escupiendo balas a cualquier objeto que se mueva; llegaron segundos tarde, pues ya se encuentran en otra dirección. Chillidos de llantas a gran velocidad los saca de la habitación.
Imágenes de autos negros que cruzan el lugar aparecen en todas las pantallas, seguidos de motocicletas montadas por hombres armados. La lluvia de disparos no se hace esperar y los conductores comienzan a maniobrar el volante para que el vehículo se mueva en forma de rayo, evitando el alcance de las armas.
- ¡Más te vale que estés listo! - ordena Hazael al radio, mientras maniobra con una sola mano el volante. Steven dispara a diestra y siniestra contra los autos que se encuentran detrás de ellos; va encamarado al asiento trasero. El vidrio ha sido destruido por las múltiples balas que han chocado contra él, ofreciéndole un espacio cómodo donde posicionarse para acertar su tiro.
Cambiando velocidades y pisando el acelerador al límite, ambos conductores tratar de poner la mayor distancia ante sus perseguidores. Las llantas pasan por huecos que ocasionan que los cacharros salten. Las curvas cerradas que toman a gran velocidad hacen que sus cuerpos choquen contra la puerta.
Gritos con acento extranjero se abren paso por el ruido de los disparos.
- ¡Puta madre! -Gruñe Santana del dolor, presionando con la mano abierta su brazo, empapándose de sangre. A su lado, en una motocicleta negra va el hombre que le ha disparado. Gira el auto, golpeando al motorista provocando que su vehículo se desestabilice y se ladee, cayendo de lleno en la carretera.
Las llantas chillan en su contacto a gran velocidad por el concreto, acelerando van dejando atrás las balas y continúan manejando hasta callejones muy estrechos, por donde pasarían con mucha dificultad. Subidas y bajadas son el camino para llegar donde Máximo se encuentra esperando.
La bodega tiene la cortina metálica completamente abierta, Hazael y Santana entran de manera veloz, derrapando y estrellando la parte lateral del auto contra las paredes de concreto. Detrás de ellos todavía hay personas siguiéndolos, por lo que Máximo se cuelga de la cortina, cerrándola de golpe con su peso. La incredulidad está impresa en su rostro y eso no lo detiene para demandar una explicación.
- ¿Qué carajos ocurrió?
Santana abre la puerta, cayendo de golpe sobre su brazo izquierdo en el suelo, callando de tajo la conversación que iba a iniciar. Su cara queda contra el piso, por lo que su rugido de dolor queda opacado.
Entre ambos hombres lo levantan para seguir el camino que Máximo hace corriendo para llevarlo a un cuarto esterilizado. Steven usa sus manos para terminar de romper la camisa manchada de sangre; el olor a antisépticos inunda el ambiente. -Dolerá. - Hazael coloca sus palmas alrededor de la herida. Las pinzas brillantes por su limpieza entrar de a poco en el agujero hecho en la piel, tocando tejido blando y buscando el único material metálico que ha entrado. Máximo tuerce las muñecas hasta dar con la bala, sacándola y dejando caer el objeto junto con las pinzas sobre un recipiente metálico.
El líquido escarlata comienza a brotar otra vez, por lo que Steven acerca pañuelos blancos y presiona la herida para detener la hemorragia. Los dientes de Santana se han apoderado de un lado de las mantas. Las venas de su cuello se han tensado por el electrizante dolor que recorre su brazo; hay pequeñas gotas de sudor resbalando por su rostro.
Hazael rebusca en los cajones sacando una jeringa que introduce en la piel manchada de sangre; temblores en los párpados de Santana hacen que se cierren. Los chicos salen de la habitación, dejando al herido dormido.
Abolladuras, raspones, disparos y cofres completamente destruidos saltan a la vista en los autos que se encuentran dentro de la bodega. La puerta del automóvil de Santana se ha caído.
-Esto es un desastre. - afirma Hazael, pateando las piezas destrozadas.
-Ni siquiera pudimos terminar de fisgonear. -menea con su cabeza Steven, analizando las migajas de metal que han quedado.
-Dame una mano. - pide el último mientras se acerca a los autos. -Máximo, guarda esto.
Hazael abre las puertas para dar vista al muro donde se guardan todas las armas. Rifles, pistolas de diferente calibre y junto, un mueble con cartuchos. El recoger las piezas sueltas y mover los vehículos de manera manual, ha tomado más tiempo del que creían.
Los rayos del sol que podían percibirse por las pequeñas rendijas situadas en el techo, han desaparecido. Pequeños puntos que destilan luz resaltan sobre el oscuro cielo, y los hombres se encuentran sentados con botellas de cerveza sobre la mesa.
-Volveremos a intentar, ¿cierto? -Máximo dirige su mirada a los ojos del más capaz.
Su cabeza se menea y pequeños suspiros se escapan de su boca.
-Si queremos hacerlo, quizá debamos buscar un quinto integrante.
- ¿Quinto? - sus cejas se fruncen mostrando un Steven confundido. -¿De dónde quieres sacarlo?
- Tengo a alguien en mente, pero debemos trabajar en ello. - Hazael chasquea la lengua y sale del cuarto, dejando a sus compañeros con dudas revoloteando sus cabezas.
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MICSIA [CANCELADA]
Teen FictionHace frío. El cuerpo me chilla de dolor y a pesar de eso, sigo creyendo que hice lo correcto; mi lugar por el de Zoey. La sangre gotea, las paredes se cierran y la esperanza se pierde. Nadie vendrá por mí. No después de lo que hice. La traición se p...