Capítulo 13

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Información inútil es todo lo que puede hallarse en su sistema; todo nombre, archivo y dirección es vieja, anticuada. Inservible. Podría decirse que nunca se habían molestado en revisar lo que tenían y mucho menos en desechar la información de las personas que habían muerto hace años.

A las que, al menos varias de ellas, yo he matado.

Empujo la silla hacia atrás con las manos apoyadas en la orilla del escritorio y me dirijo al bolso que dejé abandonado una vez que comencé a investigar. Rebusco en el fondo de éste y regreso a la mesa; el portátil se ilumina y enseguida, la pantalla se llena de dígitos que suben mientras continúo tecleando velozmente lo necesario para poder acceder a la información que durante años he conseguido con mis entregas. 

 Fotos, nombres, archivos y retratos aparecen inundando cada espacio de la pantalla; un dispositivo USB es conectado en el costado del aparato. Muchos más archivos saltan a la vista. Respiraciones en el cuello y más que mi par de ojos observando lo que yo, provoca que baje el monitor con brusquedad.

— ¿Qué carajos crees que estás haciendo? —Gruño.

Steven parece confundido y un poco aturdido por la frustración con la que he hablado.

—Esto es confidencial. —Ruedo la silla para encararlo. — Solo verán la información que necesitamos para esto. –—Hablo con dureza y frialdad.

—Estamos juntos en esto. — Hazael aparta a Steven, tomado su lugar. — Somos un equipo ahora.

—Estamos juntos en esta misión, pero eso no involucra que puedan husmear en mi trabajo. —No necesito alzar la voz, solo mantener un tono serio. —No repetiré esta conversación, manténgase alejados de mis asuntos.

El carácter frío y poco paciente de mi persona sale a luz sin siquiera importarme que lo haga. La tensión e incomodidad se han adueñado del espacio. Sus respiraciones y el veloz teclear sobre el duro plástico es lo único que llena el ambiente. No se inmutaron cuando simplemente me he vuelto hacia la pantalla y mucho menos lo hicieron cuando lo cerré de manera áspera.

El bolso deportivo vuelve a tomar su lugar en mi hombro mientras me encamino a la entrada que hace unas horas Santana había señalado. El tacón resuena y hace eco al cerrar la puerta.

Nadie me sigue.

Continúo bajando las escaleras con la luz de la luna y la oscuridad del cielo haciéndome compañía. No existe ruido que logre perturbar la calma de una noche como esta, las calles se encuentran solitarias y yo sigo moviendo los pies al son de una melodía que no existe.
Llegar a este lado de la ciudad es peligroso sin importar que se conduzca un auto o se tenga la osadía de andar caminando.

El viento glacial de una madrugada golpea cada trozo de piel que se encuentra expuesta y se cruza en su camino haciendo que el escozor de mis heridas aumente con su baja temperatura.

Moverse entre callejones enredados es un requisito para mantenerse lejos de las alimañas que se hacen llamar a sí mismos hombres, pues al ver a una mujer pasear por ahí se abalanzan sobre ella creyéndose dueños de su persona.
Sucedió las primeras veces que caminaba por estas calles; el terror inundaba cada célula de mi ser, pero éste desapareció una vez que comenzaron a alejarse de mí cuando vieron lo que podía hacer con solo un mano.
Ahora ni siquiera voltean a verme cuando camino frente a ellos.

Sigo una línea recta evitando que las porquerías que se arrastran sobre los muros tengan la oportunidad de acercarse. El hedor es denso y caliente, tan penetrante que comienzo a lagrimear y a agradecer un poco mi nariz mallugada.

MICSIA [CANCELADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora