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¿Dios por qué me haces esto? Es por no haber tendido la cama esta mañana, ¿Cierto? ¡Perdóname por favor! Juro que si me dejas vivir la tenderé todos los días de hoy en adelante. Mis silenciosas oraciones se interrumpen cuando alguien entra con pasos pesados al baño. Ruego con todo mi corazón que sea una chica robusta y me asomo por debajo de la puerta, al reconocer las botas de hombre me digo a mi misma que este es el fin.

Es obvio que es uno de los amigos del narizón y me ha encontrado. Estoy esperando mi muerte con los ojos cerrados cuando unos rayos de luz me dan en la cara, abro los ojos lentamente y al encontrarme con una ventana quiero llorar de alegría. ¡Dios me dio una oportunidad! Haría un baile de victoria pero no tengo tiempo.

Cuando me encuentro afuera puedo escuchar la puerta del baño en el que estaba abrirse de un portazo y después nada. Camino por detrás de la escuela, por donde está el monte, después decido tomar otro camino. Si alguno de sus amigos anda por aquí será más fácil matarme y arrojar mi cuerpo a los arbustos, sin testigos ni nada y la verdad es que soy muy joven para morir.

Subo las escaleras del edifico de a lado y estando arriba puedo ver toda la escuela. A lo lejos otro de los chicos se va acercando al edifico en el que me encuentro así que me agacho para que no me vea y lo sigo observando en cuclillas. Le ruego al cielo que pase de largo, pero no lo hace. Pasa por debajo de mí y lo pierdo de vista, cuando pienso que se ha ido a otro lado escucho el tintineo de unas botas subir las escaleras.

Empiezo a mover las piernas como si tuviera ganas de ir al baño y busco por todos lados, gracias a mi buena suerte todas las puertas de los salones están cerradas, le ruego al cielo que la última a la que me dirijo esté abierta y ¡Sí lo está! Pensándolo bien es una mala idea ya que él la abrirá y la puerta sólo se puede cerrar con la llave.

Me asomo por la ventana y sonrío al ver que hay una azotea. Mi segunda huida es gracias a una ventana también, creo que de ahora en adelante las amaré más que a nadie y las veré con respeto por ayudarme. Al poner los pies en la azotea decido bajarme por las escaleras laterales y huir de nuevo.

Cada vez me alejo más de la civilización y el miedo empieza a apoderarse de mi cuando noto que falta poco para que el evento se acabe y todos se vayan a sus casas, lo peor es que es viernes y nadie vendrá en la tarde, si no salgo ya me quedaré aquí con estos psicópatas o sola, ¿Cuál será peor? Camino con cuidado hacia el gimnasio donde se está celebrando el evento pero me detengo cuando veo a otro amigo del narizón.

Me meto al salón a lado de mí y en lugar de cerrar la puerta con cuidado esta se cierra con un fuerte golpe, me jalo el cabello por ser tan estúpida pero no tengo tiempo de castigarme. Empiezo a buscar desesperada por un lugar en donde esconderme, al voltear me doy cuenta que estoy en el laboratorio de química. ¿Detrás del librero? No, ¿En el closet? No, ¿En la esquina llena de batas? No, pero la verdad ya no hay más opciones así que en este momento es la mejor.

En una esquina todas las batas están amontonadas en una canasta, saco la mitad y me meto, ya dentro me echo todas las batas encima y justo cuando termino la puerta se abre. Los pasos se pasean por toda el aula y lo único de lo que soy capaz es de respirar lentamente.

Aguanto el aliento cuando me doy cuenta que el chico se ha detenido en frente de mí. ¡Me ha encontrado! Empiezo a llorar mentalmente y le ruego a Dios que me dé otra oportunidad, ¡Por favor! Juro limpiar mi habitación más seguido, sólo déjame vivir o al menos haz que mi muerte sea menos dolorosa y rápida. Cierro los ojos con fuerza, lista para ver como las batas se quitan de mi cabeza. En lugar de eso doy un pequeño respingo al escuchar las puertas del closet abrirse de golpe.

¡Já! Sabía que era una mala idea esconderse allí.

Un silencio inunda la habitación más sé que aún sigue aquí y lo único que quiero es que se vaya porque estar en este lugar me está dando un ataque de pánico, no soporto los espacios cerrados.

—No está en el edificio C. —Dice por teléfono imagino.

Las pisadas se alejan y después de que la puerta se cerrase todo vuelve a quedar en silencio. Me quedo cinco minutos más en la canasta y al salir suspiro de alivio, ¡Me he vuelto a salvar! Debo admitir que Dios me ama demasiado.

Por un momento siento como si estuviera en mi programa favorito de variedades, Running Man. Dios, cuando dije que quería jugar no me refería a esto.

Decido irme por detrás del edificio ya que es probable que esté al frente de este. Me encuentro en el último edificio de la escuela, el que está al fondo. Todos están festejando el cierre del evento deportivo y me armo de valor para ir a la entrada, allá no me podrán hacer daño con toda esa gente, aparte debo darme prisa a salir de aquí porque en quince minutos cerrarán todo.

Camino por el desolado pasillo y cuando paso a lado de un salón la puerta se abre de golpe, siento una tibia mano apoderarse de mi brazo y seguido me jala metiéndome al interior del aula. Grito con fuerza pero al estar dentro la otra mano me tapa la boca y la que sostenía mi brazo se enrolla en mi abdomen.

—Te encontré. —Susurra en mi oreja y trato de ver quién es por el rabillo del ojo.

Con una nariz hinchada y una mirada divertida me ha petrificado, es él. Vuelvo mi mirada al frente. Im Nara, 1997-2016.


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