En noviembre Ezequiel vino a buscarme por última vez. Ya terminaba el curso del
instituto, lo que significaba el fin de nuestras caminatas.
Caminábamos hablando de libros y de autores, me sentía definitivamente importante,
teniendo un tema en común con él.
Clara, la librera, me había recomendado un par de libros para Ezequiel y logré
sorprenderlo (una cosa más para incluir en mi lista de agradecimientos para ella).
Ezequiel me recomendó que mirara Blade Runner, yo me ufanaba de haberle regalado
libros de autores que él no había leído, Sacha corría alrededor nuestro. De repente se
levantó una tormenta. Era una con todas las de la ley, corrimos para guarecernos. No
podíamos entrar a un bar a esperar que pasara, no nos dejarían con el perro, y nos
costó bastante trabajo encontrar un techo que nos protegiera.
Cuando lo encontramos estábamos empapados.
-Me parece que ya no tiene sentido protegernos -dijo Ezequiel.
Yo estaba asombrado por lo violento de la tormenta, lo rápido que se había desatado
y porque en calles que antes estaban llenas de gente, en ese momento no se veía un
alma. Las ventanas de las casas estaban cerradas. Se lo comenté.
El se quedó serio un rato y luego dijo:
-El SIDA es como una tormenta, nadie quiere sacar la cabeza para ver qué hay
afuera.
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Los Ojos Del Perro Siberiano
SonstigesAutor: Antonio Santa Ana La novela Los Ojos del Perro Siberiano es narrada por un joven que está por irse a Estados Unidos y del cual nunca se menciona el nombre. Este narrador es el protagonista de la historia en la que relata su juventud y adolesc...