En la nave de Caleb.

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Capítulo corto.Besos.


Caleb se lavaba el rostro en la jofayna esmerilada.Miraba su tez en el pequeño espejo que estaba sobre el mueble de madera que se hallaba en el centro de su camarote. Tenía ojeras, y se le notaba cansado.Este había sido un viaje largo y arduo, pero pronto llegaría a su fin y eso le infundía aliento. Peinó hacia atrás su cabello rubio y lo sujetó en una simple coleta, y así salió al exterior.

Su drakkar era el mas grande de su flota. Largo,estrecho, liviano y con poco calado; características que lo hacian ágil y veloz para la faena que con el realizaban, eran piratas, piratas attarianos.

Ni bien Caleb ascendió a la cubierta, el maestre Bering,su segundo al mando, se acercó a él con una pequeña sonrisa plasmada en su rostro curtido por los años en el mar.

-Capitán...ya esta despertando-le anunció ,y él asintió antes de responderle.

-Bien,acompáñame Bering, le daremos la bienvenida a nuestra ilustre visita-.

Caminaron juntos un poco más, mientras el maestre gritaba ordenes a los demás tripulantes para que progresaran en la orden de acelerar la marcha, pues era imperioso que dejaran las costas de Avarum lo más pronto posible.

Descendieron casi al termino de la nave, bajando las escaleras algo deterioradas aun por el ultimo ataque que sufrieron de parte de la flota imperial, que siempre andaba en busca de bucaneros como ellos. 

Llegaron a una habitación cerrada con llave, la cual adelantándose abrió Bering, pero sin entrar en ella,dejando que sea su capitán el primero en hacerlo.

Era pequeña, y como único mueble tenia una mesa algo destartalada y una cama estrecha.Pobre y mísera en comparación con el que estaba recostado en ella, que con sus brillantes ojos grises la observaba de arriba a abajo.

-¿Donde estoy?-dijo el joven de largos cabellos negros posando en ellos su confusa mirada.

Caleb se acerco unos pasos y lo miro con más detalle. Había oído historias acerca de la belleza singular del heredero elfo, pero ahora, ante su atenta inspección, él concluyó que no le habían hecho justicia. Tenia buena altura, aunque era algo delgado, y parecía frágil. Su mirada plateada enmarcaba un rostro perfectamente ovalado, de nariz recta y algo respingada, y una boca de labios carnosos en un tono durazno. Su cabello era su distinción mas evidente con el resto de sus congéneres, que negro tinto y brillante le caía lacio hasta la mitad de sus muslos.Una criatura exquisita que valía su peso en oro, pero no era justamente ese metal el que recibiría por pago.

-Bienvenido príncipe Ahren, esta es mi nave, el Drakkar de Quimera, y yo soy su capitán Caleb Barat-se presentó él con una pequeña venia-.

-¿Que hago aquí?...no recuerdo como llegue, pero si una voz que...-decía y comprendiendo se detuvo, ante lo cual Caleb concluyó.

-Mi voz...yo te secuestré de tu palacio y luego dormido te traje aquí, una tarea nada fácil, pues hay mas soldados apostados allí, que hormigas en un hormiguero, pero tengo mis métodos, y soy muy sigiloso-.

-¿Porqué?...¿porque lo hizo?¿que quiere de mi?-le preguntó el príncipe, aunque el capitán creía que él ya intuía la respuesta.

-Yo, nada. Esto no es personal...eres un trabajo,uno bien pago...te quieren algunas personas en algún lugar,y  allí es donde pienso llevarte-le respondió él, sin dar más detalles.

-Enanos-masculló el joven elfo-Ellos te contrataron¿ no es así?...nos han odiado siempre, y después de la guerra aun mas¿ cuánto te ofrecieron ?mi padre puede triplicarlo si me llevas de vuelta sano y salvo...porque te advierto, si sigues en esta empresa, te perseguirá hasta los confines de la tierra y solo dejara de ti y de tus piratas, un montón de ceniza que se hundirá en las aguas con los desechos de tu nave-.

Caleb frunció el ceño ante la bravura con la que el heredero se había dirigido a él, y aunque en vez de airarlo le causó mas bien algo de gracia, decidió endurecer su gesto y su voz al responderle.

-¿Me amenazas?...o eres muy tonto o solo un chiquillo malcriado y boca suelta...no habrá vuelta atrás. Compórtate. No es mi intención maltratarte, no me obligues a ello...te alimentaré, y procuraré que dadas las circunstancias estés cómodo, y por supuesto, trataré de evitar que no se vea manchada tu honra-.

Ahora el que fruncía el ceño era el príncipe elfo.

-¿Mi honra?...no se a qué te refieres-le dijo con un dejo de consternación.

Cale se rió antes de darle una respuesta.

-¿Acaso no te haz visto a un espejo?...mis hombres llevan muchos dias en el mar sin ver ni tocar a mujer alguna. Si te llegaran a ver con ese aspecto delicado y bello se te lanzarían encima como bestias salvajes. Me obedecen, pero a veces, no piensan con la cabeza- le explico él,y luego miró a su maestre para agregar-O por lo menos no con la que debieran-.

Bering se le unió en una carcajada cómplice, a lo que el elfo les correspondió con una mirada indignada.

Cuando al fin ceso la risa Caleb volvió a dirigirse a su prisionero

-Muy bien Ahren¿no te molesta que deje de las lados las formalidades, no?como sea, has lo que te digo y todo marchará bien...tú llegarás a tu destino con bien, y yo obtendré mi recompensa-.

No hubo respuesta por parte del príncipe. Caleb lo saludó con un ligero movimiento de su cabeza y salió camino a la puerta. Pero antes de llegar oyó un apelativo dicho con un apretado tono enfadado.

-Idiota-.

Capitán y maestre salieron de allí oyendo claramente el insulto.

-Pensé que los recatados elfos blancos no insultaban-comentó Bering.

-Pues parece que este si-respondió Caleb con una sonrisa bailándole en los labios.

Caleb volvió a la cubierta.La noche caía y el viento soplaba suavemente. Seria una noche calurosa y estrellada, una que ansiaría poder compartir con alguien.

Rebusco dentro de su camisa blanca hasta hallar lo que buscaba. Colgando en una fina cadena plateada, estaba un diamante rojo engarzado en una palma hecha de plata. Lo apretó suavemente mientras suspiraba. El mar se mecía sereno salpicando a la arpía de cabello rojizo que enarbolaba su nave. Su corazón evocaba a una mujer similar; cabellos de fuego y ojos verdes. Pronto la volvería a ver, pronto la tendría otra vez en sus brazos, ella era su motivación, tendría éxito...no podía fallar.

-Lo hago por ti-le murmuró al viento, rogando que este tuviera de él misericordia y le hiciera llegar su mensaje, adentrándose en la soledad de su oscura prisión.

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