Atisbo.

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Caleb avanzaba rápidamente detrás de Dagor. Iba intranquilo, dejar a Ahren desprotegido en medio de aquellas penumbras le producía una inquietud que crecía con cada paso que se alejaba de él.

Respiró hondo y trato de sosegar sus ansias. Dagor estaba con él, siendo así nada podía sucederle a Ahren, él sabia que el hechicero era el único que habitaba ese castillo; lo demás en cohabitar solo eran tinieblas  y sombras.

Recorrieron en silencios los sombríos pasillos; un olor a humedad y encierro se respiraba en el aire, eso, combinado a la  volátil ceniza volcánica que todo lo llenaba, volvían a la atmósfera pesada, agobiante, y difícil de respirar.

Aún a unos metros, Caleb notó que aquel pasillo por el cual transitaban, acababa abruptamente en un alto muro de bronce. Este, estaba revestido de runas; runas que destellaron en rojo cuando Dagor susurró unas palabras en un idioma que él desconocía.

Conforme se acercaban al muro, y a raíz de la invocación del hechicero en este, se comenzaron a originar surcos, lineales y extensos, que lo cruzaban de arriba a abajo, longitudinalmente. Un sonido agudo y chirriante acompaño su aparición; luego un potente crujido, y en un santiamén donde segundos antes solo se distinguía el bronce macizo, había ahora una grieta que lo dividía en dos.

-Asun sene-siseó Dagor, y la grieta se abrió; detrás estaban los calabozos; dentro hombres, niños y mujeres.

Caleb retuvo el aire por un instante, reconocía a la mayoría de ellos. Una vez más, y aunque la ira lo corroía por dentro, se obligó a aplacarse, dejó escapar el aire, y fijó su mirada en Dagor.

-Ábreles...cumplí cabalmente lo que me encomendaste-le recordó-.

El eremita se giró al escucharlo y lo miró. Aquella sonrisa cínica tan característica en él apareció, aportándole a sus rasgos un plus de perversidad.

- Por supuesto...pero antes...¿que harás cuando los libere?...¿te iras y vas a dejarle?-le preguntó ampliando su maligna sonrisa.

-Era mi rehén- dijo Caleb entendiendo la alusión  -ahora es el tuyo¿para que habría de quedarme?-.

Dagor lo examinó; él noto el análisis. Evidentemente buscaba en sus ojos la verdad, quería obtener las pruebas en su mirada.

Caleb no mentía; no se le daba bien y no le agradaba. Por esta razón rogó a las diosas del mar lo camuflaran; sus emociones, su verdad, aquel profundo amor que le profesaba a Ahren.

Dagor asintió, y él no supo si era porque le creía, o porque no.

-Te quiero conmigo- declaró, y Caleb frunció el ceño, confundido por el brusco giro en su conversación-.

- ¿Me quieres contigo?-repitió, dándole a entender que no comprendía a que iba con esa afirmación.

-Si Caleb, eres fuerte, decidido, inteligente-comenzó el eremita-los guerreros más poderosos confían en ti...solo mira hasta donde te han seguido- 

Caleb pensó un momento en sus palabras. La verdad era que se había sorprendido cuando al llegar, Dagor le dijo que se fuera con su comitiva de guerreros...creyó absurdamente que podía esconderlos de su vista...a veces olvidaba lo poderoso e intuitivo que era el hechicero.

-Cuando llegue con Ahren querías que me fuera ¿y ahora quieres que me quede?¿que te sirva?-le cuestionó-.

Dagor sonrió y negó con la cabeza.

-Digamos que en este trayecto lo he pensado mejor-le explicó- Cuando Marok despierte, mientras recupera sus fuerzas, necesitará un ejercito que lo proteja. Antes, y debes saberlo, eramos cientos de hechiceros guerreros, ahora solo pueden contarnos con la palma de una mano...Si Caleb,los poderosos te siguen, te creen...necesito a alguien como tú-.

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