Contigo, nunca © [Pronto en Amazon]

Prefacio

Alejandro Fernández - Hoy tengo ganas de ti ft. Cristina Aguilera

Su cabello rojizo ondeaba al son del viento y su cara era iluminada por los rayos de la mañana que hacía ver con mayor claridad cada detalle de su delicado rostro; lo cremosa y suave que era su piel igual que porcelana, las pecas que adornaban sus mejillas como pequeñas pringas de miel, sus labios delgados y delineados de un rojo carmesí que lo volvía loco, que lo hacía desear torturarlos, saborearlos cada segundo y memorizar el sabor y la textura de ellos. Y ni hablar de su par de ojos, hermosos como ningunos, amielados y grandes bajo sus espesas pestañas. Era de la estatura perfecta para él, pequeña y peligrosa, tierna y seductora, apasionada y lujuriosa. Ninguna mujer era como ella, ninguna lo había hechizado como ella y eso lo asustaba, pero a su vez lo inquietaba, lo mantenía en un hilo a punto de perder la cordura y convertirse en un primate salvaje. Porque Harmonie era un elixir que él deseaba con locura y vehemencia beberse e impregnar de su esencia todo su sistema.

—Estás loco, Charles... —dijo con picardía. Le encantaba provocarlo, incitarlo a cosas prohibidas que los lanzaban en una marea de sentimientos y emociones abrumadoras, dejándose llevar por un rumbo que pronto los haría llegar hasta lo inevitable.

—Y tú no vas en diferente camino —espetó—, pronto tú estarás loca por mí, te lo aseguro —dijo provocando. Monie, sonrió de esa forma seductora que le funcionaba muy bien y que había comprobado que en el hombre frente a ella no era diferente. Alzó una ceja, y removió el cabello que estaba regado por sus hombros, dejando al descubierto su piel blanca. Se acomodó sobre el pequeño sofá que estaba en la terraza y ladeó su cabeza.

—Pero tú ya lo estas de mí, Charly —comentó, su tono de voz era suave y seductor.

El aludido negó la cabeza divertido, lo estaba pero no lo admitiría, porque hacerlo lo pondría en una posición desventajosa frente a su hermosa oponente. Y sin responder, mientras el silencio los consumía en el fuego que empezaba a arder entre ellos y en ellos, ambos se observaron directo a los ojos, mientras se cuestionaban ¿Quién había caído más hondo? ¿Quién estaría más perdido por el otro?

—Posiblemente si, posiblemente no. —Comenzó a romper la distancia que los separaba—. Y quizá yo lo esté por ti o quizá tú lo estés de mí, no lo sé, pero... podemos averiguarlo —murmuró a escasos centímetros del rostro de Monie, sintiendo como sus respiraciones chocaban y se mezclaban, percibiendo como sus corazones con la cercanía de sus cuerpos latían con locura y en como su piel, sus sentidos se activaban y de estos emanaban chispas que los electrificaban y los magnetizaban, haciendo que la poca cordura que en ellos aún había poco a poco se disipara.

—Pero ten cuidado —advirtió—, que no seré yo quien pierda, nunca —dijo con el corazón desbocado. Charles se encogió de hombros y acarició con su nariz la de ella y así recorrió sus pómulos y fue viajando por su oreja, clavícula hasta llegar a su cuello, dejó un beso húmedo sobre la tibia piel, provocando que Harmonie soltara un suspiro y se removiera, sintiendo la presión emerger en su centro. Y Charles susurró despacio y claro:

—Nunca digas de esta agua no he de beber, porque puede convertirse en tu mayor vicio. Nunca digas nunca, amor...

N/A: Espero les guste lo que promete ser esta historia. La dejaré en pausa un tiempo corto. Besos 😘