Capítulo 17

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Back to you - Louis Tomlinson ft

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Back to you - Louis Tomlinson ft. Bebe Rexha

Era una pesada, era una, una, una

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Era una pesada, era una, una, una... ¡endemoniada mujer que me prendía sin siquiera proponérselo!

Y ahí estaba yo, tomando una ducha fría; luego que el coraje se me pasara, a mi mente volaron todas las imágenes de ella, de Harmonie en la cama conmigo, de sus jadeos, de su piel perlada, ¡demonios! Ese escote en corazón solo me hacia recordar lo firmes y turgentes que eran sus pechos, tan blancos y con aquel botón color caramelo, tan apetitoso... tan... ¡mierda, mil veces mierda!

Tenía que bajarme la bendita calentura, andaba en una viaje de trabajo, me habían confiado a mí, un simple practicante, el ir a representar a la constructora, no podía arruinarlo, no podía solo por una calentura. Por lo que, dentro de aquella tina, donde si me hubiese sido posible, hubiese vertido cubos de hielo, tomé una decisión: no caería en sus provocaciones, ella estaba acostumbrada a ese tipo de juegos y yo, por más que me encantaran, no debía ceder, no iba a cruzar la línea que había trazado como límite.

Por la mañana, con la resolución tomada horas atrás, bailando en mi mente, reproduciéndose como una jodida canción, bajé a desayunar. Y aunque me empecinara en negarlo, estuve muy pendiente de quien entraba al restaurante del hotel y ella no lo hizo. Luego de comer, me dirigí a uno de los jardines laterales, quería caminar un poco... encontrarla. Y ¡ah!, odiaba eso. Sin embargo, no me la cruce en toda la mañana, cuestión que creí, había sido lo mejor y que me ayudaría a cimentar mejor mi decisión. Pero que equivocado estaba.

Estuve parte de la tarde en la playa pero antes de la cena regresé a mi habitación pues debía alistarme para comer con el señor Villanueva. Tal comida iba a servir para romper el hielo y conocernos, tenía entendido que no hablaríamos de negocios, sino que era una comida casual. Y bien, cuando estaba listo, salí, con la disposición de ir a la habitación de Harmonie. Pero justo cuando cerré la puerta... ella salió. Tenía la cabeza gacha, fija en la perilla de la puerta, pero mis ojos siguieron el camino hasta llegar donde ella estaba de pie, subí recorriendo sus pantorrillas, sus piernas debajo de aquella falda holgada color vino, subiendo por su abdomen, su cinturilla... hasta llegar a su pecho, recubierto con dobladillos de tela blanca y por último, alcé la cabeza y me atreví a verla a la cara. ¡Puta madre! Se miraba hermosa con ese vestido, con su cabello suelto y laceo, estaba seguro que le llegaba hasta la mitad de la espalda y sus ojos, tan grandes y amielados, brillantes, sus labios...

Contigo, nunca © [Pronto en Amazon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora