Capítulo 2

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Es un día hermoso, soleado. Aún no llega el otoño y los días se vuelven bonitos.

Estoy sentado en una banca, en el pequeño patio de una sección especial del Hospital, donde sólo los pacientes de internación pueden estar.

Una semana ha pasado desde aquella vez que me dieron la mala noticia, los días no han sido diferentes aqui. Los doctores aún no han encontrado nada para curarme, ya que no saben qué es exactamente el virus que hay en mi cuerpo.

Cada día estoy peor, hago lo posible para no desmotivarme pero me resultaba dificil. He dejado de sentir la sensación de felicidad, porque claro, no me siento feliz. Mi estado de salud es malo y mi apariecia peor, dejando en claro que he perdido peso y me siento débil cada día.

Los dolores no han disminuído, pero las pastillas ayudan bastante.

En breve, estoy hecho mierda.

La brisa golpea mi rostro, haciendo que cierre los ojos, disfrutando de, tal vez, la última brisa de Agosto.

Todo es tan injusto. Haber tenido una vida sencilla arreglada por mis padres, para luego tener la gratificante posibilidad de morir joven.

Nunca me gustó estar enfermo, nunca. ¿Motivo? El simple hecho de que todos te tratan con lástima, te tratan bien, y eso es un asco.

Y ahora que todos saben que estoy muriendo he tenido más visitas de personas que nunca he visto, pero que según mi madre son familiares.

Estoy seguro que en mi funeral vendrán las personas que más me odian, por sentir la lástima y el deseo de ser perdonados por tanto odio.

Siento que alguien se sienta junto a mí, pero no le tomo importancia. Sigo con mis ojos cerrados, disfrutando de la cálida brisa.

—Prefiero los días de lluvia  —Abro mis ojos, mirando hacia mi costado derecho, observando a quien interrumpe mis pensamientos.

Un chico más joven que yo, pelo rubio, debe ser teñido, ojos verdes, y una gran sonrisa en su rostro.

—Hola —dice—, me llamo Billie Joe, pero puedes decirme solo Billie —acerca su mano derecha a mí, queriendo que la estrechara, gesto que rechazo y dirijo mi vista de nuevo al frente.

Quiero silencio, no socializar con nadie. No quiero formar lazos sabiendo que puedo irme en cualquier momento. Lo sé, soy pesimista.

—¿Sabes? Odio los Hospitales —le oí decir—. Son lugares donde te sientes morir, a nadie le importas y todos te tienen lástima, además de que la comida es horible —dice.

Trato de concentrarme en mis pensamientos, pero se me hace imposible al escuchar la voz de Billie o Billie Joe, como se llamara.

—¿Te gusta la música? —pregunta, a lo que ignoro—. A mi me gusta, siento que con ella puedo expresarme, toco varios instrumentos pero mi principal es la guitarra —suspira livianamente—, con mi mejor amigo Mike quisimos formar una banda, pero no pudimos a causa del baterista y bueno, tuvimos que cancelar todo —continúa hablando.

Quiero callarlo, pero sería muy descortés, asi que me mantengo en silencio, esperando a que él tambien lo hiciera.

—Mi madre está internada, se cayó ayer de las escaleras —suelta otro suspiro—. Me había ido con Mike a arrojar piedras a los autos desde el puente cerca de mi casa, y cuando llegué ella estaba en el suelo sin poder moverse —sigue—, por suerte no le pasó nada grave, pero estará aqui un largo tiempo, recuperandose —hace una pausa y siento su mirada en mí— ¿y tu porqué estas aqui? —pregunta.

Mantengo mis ojos cerrados, ignorandolo por completo.

—¿Acaso eres mudo? - vuelve a preguntar, me mantengo callado—. Eso debe ser un sí —hace una pausa para luego continuar—.  Tenía una amigo mudo —ríe—, era divertido, por que él nos hacía señas y nosotros no le entendiamos nada

Abro mis ojos y volteo a mirarlo. Billie mira el frente, hablando de cosas que realmente no me importaban.

Me quedo observandolo, tiene un rostro llamativo, de esos que no puedes dejar de ver. Mueve sus manos haciendo raras expresiones mientras continúa hablando.

No me percato del tiempo el cual me quedo viendolo. Y me mira y sonrie.

—Y así fue como llegué tarde el primer día de clases.

Nos quedamos viendo, hasta que me doy cuenta de lo incómodo y extraño que es esto.

Dirijo mi vista al frente.

—Me harias un gran favor si te callas —digo tranquilo.

—¡Con que por fín hablas! —exclama divertido—. Dime tu nombre —insiste, aún con una sonrisa en su rostro.

Me mantengo en silencio.

Suspiró rendido.

—¿Te gusta el silencio? — pregunta.

No le respondo.

—¿Tienes algún familiar aqui? —vuelve a preguntar.

Me mantengo en silencio, no pienso contestarle.

Él se queda callado, haciendo que el silencio volviera. Agradezco internamente que Billie no volviera a abrir la boca.

Pasaron unos minutos, mantengo mis ojos cerrados, disfrutando del cálido sol y la brisa abrazadora.

Hasta que el silencio fué interrumpid, de nuevo.

—¿Al menos me dirás tu nombre? —vuelve a preguntar, irritandome más.

Me levanto molesto y lo miro.

—Me llamo vete a la mierda y déjame en paz —digo molesto.

Su expresión cambia a una de asombro.

—Oye, lo siento —dice divertido.

¿Acaso le hace gracia verme molesto?

—No importa, solo cállate —voy a volver a sentarme pero cambio de decisión—. ¡Mejor vete a la mierda! —escupo molesto.

Me doy la vuelta, dirigiendome hacia el Hospital, oyendo la odiosa risa de Billie.

Idiota, pienso.

Me adentro al hospital, llegando a la habitación 12, donde mi madre me espera.

A las 12 traerán el almuerzo, sólo faltan minutos. Me siento en la camilla y le sonrío a mi madre.

—¿Cómo estás, Franky? —Odio que me llame asi, pero aunque le dijera que no lo haga ella seguíría haciendolo.

—Bien, no me ha dolido nada —le respondo.

Y sacando a Billie, tuve una normal y común mañana.

Me paso todo el día en la habitación, el doctor venía algunas veces pero para decirme palabras de aliento.

Estaba deprimido, ¿pero cómo no lo estaría?

Solo espero que todo esto pase, que tal vez mi salud mejore y todo vuelva a la normalidad.

Broken Pieces. [Trillie] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora