Capítulo Cincuenta y ocho

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Eran como las tres de la mañana, y los malditos seres de la noche (insectos) estaban haciendo un escándalo elegante. Las sensaciones que llegan a mí al escuchar el concierto que se desata allí afuera, son muy contradictorias. No sé si lo que escucho es bello o si lo que escucho es el sonido de una batalla en marcha. La protesta de la vida, o el desencadenamiento dilatado de un montón de materia en medio de una orquesta. Y es confuso percibir los distintos sonidos que luchan o cantan, lloran o bailan y que también gritan o ríen. Así que solo quiero entender las melodías. Lo que surge cuando escuchas música hasta en los malditos grillos. Lo que sucede cuando estás tan aturdido que ya no estás muy segura de si son los insectos los que cantan, o es el sonido de tu mente volviéndose loca.

No estoy bromeando, pero he escuchado que hasta en el más vasto silencio se escucha un sonido. Lo cual sinceramente es bastante irónico. (Y algo estúpido) Y es un sonido muy propio del silencio, cierra tus ojos, y escucha...

Me recuerda a los cánticos de madrugada. Es el característico sonido del silencio. Es tonto, es una incomprensión natural de lo materializado. Y sin embargo está allí, allí cuando las luces se apagan, las bocas se cierran y es entonces cuando el silencio habla.

Si le pones atención hasta te grita.

Cuando estás tan cansado, pero no puedes dormir, es cuando generalmente terminas pensando en pendejadas. Lo cual por supuesto implica a Gabriel. (Refiriéndome a él tan solo como una de ellas, y sin referirme a él como un pendejo). Sentí una punzada en el esófago cuando el recuerdo de Gabriel diciéndole que él y yo sólo somos amigos apareció en mis sesos. Pero un escalofrío que hizo que quisiera gritar causó que me mordiera la lengua al recordar el abrazo por mi cumpleaños. Fue como rechazar finalmente la absurda leyenda de "Gabriel es un tipo frío".

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Pasó un tiempo, por un tiempo me refiero a dos días

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Pasó un tiempo, por un tiempo me refiero a dos días. Le he preguntado a Gabriel si escucha el sonido del silencio, y en respuesta sus ojos negros me miraron muy fijamente mientras su cabeza negaba. Creo que creyó que estaba o loca o muy cansada. Al salir del colegio, algo muy raro y al mismo tiempo dulce pasó, vi a la mamá de Gabriel, ella se acercó a mi, con su sonrisa tierna, y tuve el presentimiento de que no era falsa, era una sonrisa sincera;

-Hola linda... ¿Has visto al profesor de Matemáticas, Mr. Jaime? Es el tutor de Gabo.

Y su voz me sumergió en un pozo de esmeraldas acarameladas. Gabriel tenía toooda la razón, a esta señora le caigo bien.

Le respondí que no lo había visto, pero que podría estar en el comedor.

Al salir, Gabriel me saludó, fue un saludo apurado con una sonrisa bella.

Y era él, era Gabriel. Pero hoy... Hoy no se quien es este chico...

Y odio tener que revivir ese momento, pero, creo que hay que tener en cuenta algo. Doy por inaugurada la parte más densa de ésta historia. Será como el gran acto antes del acto final, será como la densidad materializada en su misma persona. Y será también muy confusa. Como el sonido del silencio, como las voces de las criaturas de la noche, como la vida misma.

Bajo la misma pendejadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora