Disociación

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Cierren las persianas de mi ojos porque estoy agotada del resplandor eterno de este día. Los colores se alargan, mas mis ojos prefieren los colores de la noche. Y me estoy yendo poco a poco, meditando en el jardín de tus libros favoritos. Te espero recordar por el resto de mi vida como el día más hermoso y más triste de mi recolección de memorias. Este día me toma como una broma y me obliga a observar cómo se escapa mi comando glorioso, mi control sigiloso sobre mi propia vida. Desde el otro lado de las persianas, estoy presa observando este día desenvolviéndose y convirtiéndose en mi peor pesadilla. Pero todos me dicen que se supone que me debo sentir fuerte y valiente. ¿Como quieren que me sienta valiente viendo cómo dejo a la única persona que me completa?

-¿Emma? Enserio, si no vas a participar en clase puedes salir. Y no lo digo cómo amenaza. De veras. ¿Qué punto tiene quedarse en clase de computación cuando te vas del país mañana?

Una vez más he caído víctima de cerebro. Me he disuelto en mis pensamientos. Todos los ojos en la clase están en mí. El profe tenía razón. Dayana me regala una sonrisa y Nicole asiente suavemente. Rápidamente recojo todas mis cosas del escritorio y las meto en mi mochila con prisa. Afuera me espera el día más radiante que yo haya visto. Pero adentro de mi pecho siento un peso enorme. De mi mochila saco el cuaderno del payaso y me pregunto, ¿Por qué? ¿Por qué lo escribí? Definitivamente no lo hice por ti, no por ti Gabriel pero por mí.

Hay cosas tenebrosas en mi mente, pero no tengo claridad de lo qué pasa, de veras es difícil encontrarlas, y ni siquiera puedo empezar a explicarlas. Pero tiemblo cuando las encuentro porque siempre están allí. La luz de este día me seca y me pongo a reflexionar sobre días de anhelos, mis días de amor, mis días de felicidad. Feliz yo fui, sin saber que lo era. Violentamente me desvanece este calor de verano. Nunca al cielo, pero talvez pase por el infierno y me queme internamente con estas memorias candentes. De cielos naranjas, talvez ese es el cielo que merezco, no por lo que hice, pero por lo que puedo hacer. Y aveces me atrevo a contemplar lo patética que soy desvaneciéndome en la calidez de este día.

Melancolía, y el día pasa. Y la vida pasa. Y yo me quedo atrás. O al menos quiero quedarme atrás. Pero no puedo.

Me siento en mi colina favorita, no entiendo como puedo llorar tanto sin darme cuenta de hacerlo. Es casi 1:30 pm. Es hora.

Abrazo el libro del payaso cerca de mi pecho porque es demasiado precioso para mí. Pero no tengo ni la menor idea de si dárselo a Gabriel es lo correcto. Pero nada de lo que he hecho en mi vida ha sido lo "correcto". ¿Quién decide lo que es correcto? ¿Por qué reclamamos que nuestro Dios es el correcto? ¿De qué manera te explico que todo es relativo? Y esa es la ironía, porque nunca podría decirlo con certeza, pero eso va más allá que mi persona. Cómo decidir si dárselo es una buena idea, cuando mi memoria me traiciona y me dice: "No has dicho lo suficientemente", pero mi pecho pesa tanto porque éste todavía piensa que amaré a Gabriel por siempre. Y no quiero dejarlo ir, lo cruel de esta historia es que después de correr tras de él por tanto tiempo, soy yo la que se va. Soy yo la que lo deja. Pero en algún otro modo, yo sé que nunca lo podré dejar ir. Hay tantas cosas que quiero decir, y sí, puede ser que lo que he escrito en ese cuaderno no es suficiente, pero es un comienzo. El principio del final, podría llamarse.

Y me dirijo a su clase, una vez más, mis pies se mueven solos, y a través de este aire, me voy evaporando. Cuando llego a la puerta, la abro sin antes tocar. La case de estudios sociales se interrumpe tras mis palabras:

- Necesito hablar con Gabriel.
-Ummm... Usted no puede simplemente entrar así como así e interrumpir clase como si fuera la dueña de la escuela.
-Si lo fuera, empezaría desasiéndose de formalidades innecesarias. Es decir, ¿De quien fue la idea de hacernos usar 4 uniformes distintos para cada cada día. Ósea entiendo que al final esto es para hacer más dinero.

Toda la clase empieza a aplaudir. Y la cara del profesor fulano de tal empieza a tornarse de un naranja pálido. Gabriel me sonríe desde su asiento. Todos los sudorosos amigos de Gabriel empiezan a molestarle. Dios voy a extrañar este drama innecesario que le da fuego a mi vida.

Él se para de su asiento, y empieza a caminar en cámara lenta hacia mí. O al menos así fue como lo percibí. Con su cabello largo y sus ojos negros, su sonrisa ancha, y mejillas rojas. En un instante la tristeza de este día perfectamente bello se torna amarilla. Y toda yo me siento amarilla.

Al salir fuera de su última clase del día, él cierra la puerta de atrás de él. Y procede a decirme que estoy loca.

-¡Hey tengo algo que darte! ¿Ok? No me critiques ahora. -dijo entre risas -Esto es algo que quiero que tengas. Mira Gabriel. Yo te quiero mucho. Y quiero que me hagas una simple promesa.

Gabriel se queda perplejo, sin saber que decir simplemente asienta su cabeza y mira al suelo por unos segundos. Y yo continúo:

-Sé que no he sido precisamente discreta sobre cómo me siento, pero quiero dejar claro que estos años han sido un placer absoluto, probablemente los años más felices de mi vida. Y por eso, yo te agradezco. Por favor prométeme que no vas a olvidar de mí.

Tras decir esto extiendo mi brazo ofreciéndole el cuaderno del payaso. Y Gabriel de repente me sorprende con un gran abrazo. Yo cierro mis ojos tratando de memorizar cada segundo. Gabriel me mira rápidamente y por un segundo siento que me iba a besar. Pero luego baja la mirada otra vez y me dice:

-¿Quieres ir al cine conmigo hoy en la noche?
-¡Obvio que sí!

Y así como así tenía una cita con el chico de mis ojos.

Bajo la misma pendejadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora