𝟺𝟾. 𝙽𝚘𝚌𝚑𝚎 𝚍𝚎 𝚟𝚎𝚗𝚐𝚊𝚗𝚣𝚊𝚜 𝚢 𝚛𝚎𝚌𝚞𝚎𝚛𝚍𝚘𝚜

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Nona cayó al suelo por enésima vez.

Intentaba desesperadamente recuperar el aliento y no llorar, pero era demasiado difícil. Delisa volvió a levantarla. Tenía los nudillos salpicados de la sangre de la abogada y una fina capa de sudor le perlaba la frente.

Nona se acomodó como pudo en la silla, temerosa de que esa mujer volviese a perder los estribos al no lograr sentarla correctamente. Durante esos últimos minutos, la mujer se había convertido en nada más que un títere desgraciado a merced de esa cruel desconocida.

No había pista alguna de Holly, ni siquiera estaba segura de que se encontrase en el mismo lugar, lo que la llevó a merodear con su mirada por los rincones. No tenía idea alguna de en dónde se encontraba, y estaba segura de que nadie acudiría a su rescate. No, por supuesto que eso no sucedería.


En primer lugar, porque se sabía en un mugroso pueblo olvidado por Dios en donde las autoridades eran incompetentes, y segundo, porque si había alguien después de Holly al que todo Oyster Bay odiase, era ella.

Un hilillo espeso de sangre cayó desde su ceja izquierda hasta el cuello. La barbilla y la boca ya las tenía resecas y la mancha rojiza que se había formado en esa parte de su rostro distorsionaba por completo su belleza natural. Nona creyó que tal vez nunca se había visto tan auténtica como en aquellos momentos.

Su cabello, antes siempre sedoso y peinado al extremo, formaba una maraña asimétrica que destronaba su sensualidad para darle cabida a la miseria que ella misma sabía, habitaba en su interior. Sin duda alguna, esa era la verdadera Nona. Esa que ocultaba a todo aquel que conocía.


Sonrió brevemente al pensar en la ironía de todo aquello. Después de todo, Holly no estaría en libertad ahora si ella hubiese hecho bien su trabajo. En su afán de liberarla y obtener la preciada información que solo ella le entregaría, hizo cosas siniestras. Se había convertido en una porquería. Y no era como si antes no lo fuera, pero había cruzado la línea, y había arrastrado consigo a Samuel e incluso a Brent.

Brent... Habría deseado poder despedirse de él. Sus últimas palabras intercambiadas en esos momentos le provocaron depresión. Si pudiese cambiar una sola cosa de todo aquel pandemonio, si pudiese hacer las cosas bien.

Nona cerró los ojos y se dejó a merced de la oscuridad que lo empañó todo con el contacto del último golpe en su rostro.



Samuel se colocó frente a un auto que iluminó todo su cuerpo

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Samuel se colocó frente a un auto que iluminó todo su cuerpo. El conductor, un hombre de cabellos canos y actitud agresiva, comenzó a sonar el claxon con desesperación. No deseaba ni iba a subir a un desconocido a su auto.

El rubio corrió hasta la portezuela del anciano y, aprovechando que llevaba la ventanilla abajo y que este se había quedado un poco más para gritarle un par de maldiciones, lo cogió del cuello con fuerza. Desesperado, el anciano apretó varias veces el claxon del auto, hizo activar el limpia parabrisas y apagó las luces frontales, pero todo fue inútil; pocos segundos más tarde, su columna se le torció de modo cruel mientras que los músculos le temblaron a causa de la fatiga, hasta que sus brazos no pudieron luchar más y cayeron a los lados como serpientes exangües.

Holly - Diario de una mujer caníbal [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora