Hagler tuvo una fea pesadilla. Soñó que un terrible animal salvaje, tremendamente peludo y despeinado, colosal hasta alcanzar los cuatro metros y de mirada amarillenta e irisada, irrumpía en el pueblo, acarreando podredumbre, muerte y destrucción.
Aquella asquerosa bestia asesinaba a un muchacho, y luego a una niña pequeña. Estaba buscándolo, olfateando el aire caliente de las callejuelas, provocándolo con las indiscriminadas muertes que sembraba a su paso. Musitando su nombre entre gruñidos.
Cuando por fin logró dar con él, la pútrida bestia se arrojó contra su vetusto cuerpo. El hombre intentó quitárselo de encima, quiso golpearlo, sacar la pistola que siempre llevaba colgando del cinturón, pero, cuando pudo observarlo más de cerca, cuando volvió a tomar entre sus brazos el imponente y peludo cuerpo del animal, este se transformó, de una figura con poderosa musculatura, velluda y fibrosa, a una figura delineada, suave al tacto, curvilínea y suculenta.
Sus manos se crisparon al sentir aquel cuerpo de mujer. Abrió los ojos que había apretado con fuerza para no ver la efigie de su muerte impresa en los ojos de la bestia, y sobre él estaba recostada Nona, sonriente, completamente desnuda y preparada para su embestida.
Hagler sintió su miembro rígido. ¡Vaya! Creía que aquel pedazo de carne no servía ya más que para arrojar desechos, pero estaba completamente equivocado.
De pronto, cuando recibía cadenciosamente el beso de la sensual Nona, un dolor intenso le perforó el cerebro. Sovre a él, la sensual y atrevida abogada continuaba sonriendo, su mentón y cuello estaban cubiertos con su sangre y entre los dientes mostraba triunfante un pedazo de su legua. El detective gritó y trató de alejarse despavorido.
Cuando despertó y vio a la abogada que lo miraba angustiada, este se cubrió el rostro con ambas manos como si tuviera ante sí a la muerte misma.
—Tranquilízate, por favor, Hagler. La enfermera ya viene para acá, descuida —intentó tranquilizarlo, pero Brent estaba fuera de sí. Sentía que ese sueño había sido tan real como aquellos mismos momentos.
—¿Qué? ¿Qué ha pasado?
—Holly te atacó, pero ya estás mejor, los guardias te trajeron al hospital y esa mujer ha sido enviada a la celda de confinamiento solitario. Pasará toda la noche ahí.
—Sí, pero... ¿Cómo fue que ella?
—Tiene una gran fuerza, ¿no es así? —sonrió ella. Hagler se llevó una mano a la cabeza, en donde tenía las vendas pegadas.
—Vaya que sí. Yo diría que demasiada para su edad, pero ¿cómo lo sabes?
—Solo lo supongo —aclaró ella de inmediato, acomodándose la bufanda que tenía enredada en el cuello.
Hagler anotó aquel gesto y se acomodó en la cama.
—¿Qué hora es? ¿Cuánto tiempo llevo inconsciente?
—Llevas cuatro horas dormido, la enfermera te inyectó un calmante.
—¿Y tú que haces aquí? ¿Has pasado toda la mañana ahí sentada?
—Sí, toda la mañana. Estaba preocupada por ti.
—¿En serio?
La chica frunció el ceño.
—¿Lo dudas?
—Solo, creo que es increíble.
—Pues créelo —sonrió ella. Se recargó en el delgado colchoncito y se aproximó a él, plantándole un delicado y dulce beso en los labios. Brent recibió aquel tierno gesto, aunque su memoria corporal se disparó enseguida al recordar el horrible sueño que había tenido apenas minutos atrás. La joven sintió su indiferencia y preguntó—: ¿Te pasa algo?
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Holly - Diario de una mujer caníbal [Completa]
Mistério / SuspenseSi tuvieras en tus manos el diario personal de una caníbal, ¿lo leerías? ¿Y si viene acompañado de un ente demoníaco? *** Holly Saemann es una mujer agradable que, habiéndose ganado la simpatía del pueblo de Oyster bay gracias a su apariencia amabl...