9: le quitaria la inocencia

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—¿Qué tal estoy?

Rosana se había cambiado de conjunto tres veces y se había recogido y soltado el pelo otras tantas.
Su amiga Daiana, la persona con la que había compartido todas sus
confidencias desde los diez años y a la que por supuesto le había hablado de Julián, estaba tumbada en su cama y sonreía encantada.

Se había casado con su amor de la universidad, vivía en una preciosa casa junto al río y estaba embarazada de siete meses. Tenía motivos para sonreír encantada.

—Yo creo que con esos pantalones te ves estupenda y apretada camiseta
negra y las sandalias de tacón te quedan de maravilla.

Rosana sopló para apartarse el pelo de la cara.

—Estoy muy nerviosa —confesó.

—Tranquilízate y pásatelo bien. Te va a invitar a cenar, ¿no? A ti siempre te ha gustado salir a cenar por ahí.

—No estoy yo ahora para pensar precisamente en comida. No me puedo quitar de la cabeza lo que tenemos de postre. Tendrías que verlo. No me puedo creer que yo, la pequeña Rosana Rubio, me vaya a acostar con un hombre que lleva un tatuaje y un piercing en el pezón.

—A mí me parece que tiene mucho morbo —sonrió su amiga—. ¿Lo conoces lo suficiente como para fiarte de él? —añadió poniéndose seria.

No, la verdad era que no porque Julián jamás hablaba de sí mismo.

—Creo que esta noche lo voy a conocer muy bien —contestó sin embargo.

—Ya lo creo. Bueno, será mejor que me vaya antes de que venga a buscarte —dijo su amiga levantándose de la cama.

Rosana la acompañó a la puerta.

—Llámame mañana para contármelo todo —dijo Daiana.

—Lo haré.

—Quiero saber hasta los detalles más tórridos —rió su amiga.

—¿Quieres que escriba el Diario sexual de la pequeña Rosana Rubio?

—No es mala idea —contestó Daiana ya al volante de su coche—. Pásatelo bien.

—Te puedo asegurar que lo voy a intentar —contestó Rosana.

Una vez a solas, se dijo que, si por ella fuera, se saltaría la cena y se iría directamente a la cama con Julián, pero no podía decirle eso.

Julián llegó diez minutos después, completamente vestido de negro y con el pelo peinado hacia atrás.

Estaba impresionante.

Para colmo, le entregó una rosa de pétalos blancos y rojos.

—La florista me ha dicho que se llama «Fuego y hielo» y me ha parecido
curiosa —le explicó mientras ella la olía.

—Gracias —contesto Rosana pensando que era la segunda vez que le regalaba flores.

Le hubiera gustado besarlo, pero no tuvo valor para hacerlo.

—¿Tienes todo lo que necesitas? —le preguntó Julián

—Sí —contestó Rosana señalando la bolsa de viaje que había preparado.

—Entonces, vámonos —sonrió Julián tomando la bolsa y avanzando hacia su furgoneta.

Rosana lo siguió.

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