Atraccion Intensa

23: Te quiero a pesar de todo

Rosana se apartó de la puerta de Lorenzo y Julián se dio cuenta de que era para evitar que el niño oyera su conversación.

—Me tengo que sentar —dijo volviendo a su habitación.

Julián la siguió sin saber qué decir. Obviamente, la había asustado. Lo cierto era que no era para menos.

¿Quién no se habría asustado?

Rosana se sentó en el borde de la cama y se puso a retorcer el cinturón de la bata.
Julián se quedó mirando su desayuno a medio comer, que había estado a punto de terminar en el suelo cuando había salido corriendo hacia la habitación de su hermano.

—Los mañosos que me persiguen no van a por gente inocente —le dijo para tranquilizarla—. Si hubiera sido así, jamás hubiera iniciado una relación contigo. Jamás los hubiera puesto ni a ti ni a Lorenzo en peligro.

—¿Y tú? No quiero que te maten, Julián.

—El programa de protección de testigos se encarga de protegerme, pero no se lo puedes contar a nadie. Ni siquiera a Daiana.

—No lo haré, lo juro —dijo Rosana con lágrimas en los ojos—. Jamás pondría en riesgo tu seguridad.

Se hizo el silencio entre ellos y Julián  se preguntó por dónde debía comenzar.
Incómodo, se quedó de pie mientras la cabeza le daba vueltas a toda velocidad e intentaba ordenar las ideas.

—No soy de Bahía Blanca. En realidad, nací en Córdoba y cuando tenía doce años mi familia se fue a vivir a Bs As y despues yo me fui a Bahía Blanca.

—¿Lo que me contaste sobre tu familia era verdad?

—Lo de que mi padrastro me pegaba era cierto —contestó Julián metiéndose las manos en los bolsillos.

—¿Y lo de tu madre?

—Eso también, pero tengo una hermanastra de la que nunca te he hablado. Se llama María y es mas blanca que yo, así que no nos parecemos en nada —hizo una pausa para aclararse la garganta—. Es la única persona que me ha querido aparte de mi esposa y… de ti.

—¿Tu mujer existía de verdad?

—Sí.

—¿Y murió de cáncer?

—Sí —contestó Julián pensando en la tumba a la que nunca había podido ir—. Se llamaba Gabriela y su padre es el jefe de la Familia y de la Mafia o,  por lo menos, lo era antes de ingresar en prisión. Entonces, sus hijos se hicieron cargo del negocio, pero ellos también me quieran ver muerto.

—¿La familia de tu mujer es la mafia que te quiere matar?

—Nunca aprobaron nuestra relación.

—Pero tú eras parte de la organización.

—Sí, pero desobedecí ciertas instrucciones y dejaron de confiar en mí.

¿Qué diría Rosana cuando descubriera que era algo más que un ladrón, que
había tomado parte en un asesinato?

—No querían que me casara con la hija del jefe bajo ningún concepto y me advirtieron que no me acercara a ella.

Rosana dejó de juguetear con el cinturón de la bata y Julián se acercó a la mesilla, tomó la taza de café y le dio un trago. Cuando el líquido llegó a su estómago, sintió como si lo quemara y lo volvió a dejar en su sitio.