El Campo estaba cerrado. El último grupo de turistas se había ido y los
caballos ya estaban guardados.Federico Ryder y Julian estaban sentados bajo el porche de cañizo de su caravana y el inspector fumaba como de costumbre.
—Te advertí que no se lo dijeras.
—No me vengas con el «ya te lo dije». Lo único que quiero es que me saques de aquí —contestó Julian.
—No puedo hacerlo —contestó el policía.
—¿No puedes o no quieres?
Ryder se volvió hacia él.
—No quiero.
El pánico se apoderó de Julian.
—No puedo seguir viviendo aquí, no puedo mirar a Rosana a los ojos sabiendo la terrible mentira que hay entre nosotros —dijo dando un trago de la cerveza que tenía en la mano—. Tienes que llevarme a otro sitio.
—No tengo que hacer nada. ¿Acaso te rechazó? ¿Te ha amenazado con
contarlo? ¿Se lo ha dicho a sus vecinos? No, esa mujer te quiere y está dispuesta a ayudarte.—Eso es porque cree que no soy un asesino —protestó Julian.
—Y no lo eres.
—¿Ah, no? ¿Estuve en la cárcel por nada?
—Estuviste en la cárcel porque un juez federal decidió que debías cumplir condena antes de testificar.
—Vaya, y yo creyendo que había sido porque cometí un delito.
—No te hagas el listo conmigo.
—Estuve implicado en un asesinato —le recordó Julian.
—Sé perfectamente en lo que estuviste
implicado.—Sí, se me olvidaba que el gran Mago de Oz lo sabe todo.
—Y el León cobarde no es capaz de enfrentarse a la mujer a la que ama. Pobrecito, él lo que quiere es irse a casa, pero, ¿sabes qué? Estás en casa.
—Eres un canalla, Ryder —dijo Julian terminándose la cerveza.
—Te recuerdo que soy el tipo que te dejó romper las normas.
«Sí, y yo soy el tipo que se está muriendo por dentro», pensó Julian.
—Cuéntale el resto de tu historia, Rossin.
—No puedo.
—Sí, sí puedes —insistió el policía encendiéndose otro cigarrillo—. Cuéntaselo todo y, si se muere de miedo, prometo sacarte de aquí.
—Si no lo haces, me iré yo —advirtió Julian.
—Te he dado mi palabra y la cumpliré, pero tú tienes que cumplir la tuya.
Tienes que hablar con ella.Un buen rato después de que el policía se hubiera ido, Julian entró en la caravana y se puso a pasear por el salón. Al final, marcó el número de teléfono de Rosana, que contestó al primer timbre.
—Soy yo.
—Menos mal, estaba empezando a preocuparme.
—Ya te dije que hoy tenía mucho trabajo.
—Sí, pero…
Julian se maldijo a sí mismo por hacerla sufrir. Rosana no había dormido bien aquella noche, se la había pasado dando vueltas y se había despertado antes que él con unas terribles ojeras.
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Atraccion Intensa
RomansaPensaron que seria solo una noche, pero ni a eso llego. El encuentro entre ellos dejo una intensa Atraccion y fuerte deseo por parte de ambos. Secretos de las dos partes confundiran ese nuevo sentimiento que renace, pero aun asi nada los separa. So...