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Pietro Maximoff corría lo más rápido que podía por las calles de Sokovia. Le gustaba sentir el viento contra su rostro cuando corría, le gustaba sentir la adrenalina llenar su cuerpo. Si fuera por él podría hacerlo todo el día.

El chico de cabellos oscuros, se detuvo frente a una zona marginada de la ciudad. Donde un grupo de personas —en su mayoría chicos y chicas— realizaban diversas labores de ayuda con la gente más necesitada de la zona.

Mientras nivelaba su respiración, él recorría el lugar con la vista, sus ojos azulados se paseaban por todos los lados buscando una sola cosa, o más bien a una persona.

Pietro Maximoff sonrió cuando localizó su objetivo. Una chica. Una voluntaria de cabellera castaña y larga, de ojos color miel y piel ligeramente bronceada por las horas bajo el sol. La había conocido hace un par de días atrás, cuando chocaron en los puestos ambulantes del centro de la ciudad. Él iba bromeando con su gemela Wanda, cuando sin fijarse le tiró las compras a aquella castaña.

Pietro había quedado maravillado al verla, pues le resultaba bastante atractiva a la vista; por lo que él no dudó en disculparse y regalarle una sonrisa torcida. Una de esas que, según él, volvían locas a las chicas.

La notó sonrojarse un poco. Lo cual le fascinó al chico. Ver las mejillas coloradas de las chicas cuando él les hablaba lindo o solo les miraba fijamente, solía ser su diversión diaria. Pietro Maximoff sabe perfectamente que él es atractivo y en muchas ocasiones saca provecho de ello.

Recordó cómo le ayudó a la chica a levantar sus cosas, mientras su gemela, algo celosa, le apresuraba para que volvieran a lo suyo. Pietro no le había hecho caso a Wanda y ella terminó resignándose a que su hermano coqueteara con otra chica más.

—Hombres —había mascullado Wanda Maximoff, mientras se volvía al puesto de verduras que tenía cerca de ella. Wanda hacia cuentas, intentando hacer que el poco dinero que tenían alcanzara para surtir lo que estarían comiendo durante toda la semana.

—Me disculpo una vez más —le comentó Pietro y volvió a poner su sonrisa enloquecedora de chicas.

Ella volvió a sonrojarse y la sonrisa de Pietro aumentó.

Ese es su deporte, sonrojar chicas. Y es bastante bueno en ello.

Ella no le dijo nada en aquel entonces, solo asintió y se marchó antes de que él pudiese siquiera preguntarle por su nombre. Pietro dedujo que no tendría muchas posibilidades de volverla a ver, por lo que la chica pasó a ser un asunto algo olvidado por parte de él.

Sin embargo, a pocos días después de eso; Pietro volvió a verla. En el centro, cerca de donde se topó con ella con anterioridad y a él le fue inevitable no sonreír.

Después, los días pasaron y Pietro veía a la chica con más frecuencia. Siempre a distancia, pero la veía. Inclusive, llegó a saberse la rutina de la castaña. Martes y jueves, iba al centro a comprar cosas en los puestos ambulantes. Se quedaba un rato en la plaza, haciendo tiempo y luego desaparecía.

En una ocasión, Pietro la siguió hasta este refugio en donde los marginados se encontraba. Ahí, él supo que ella era voluntaria y ayudaba a la gente que apenas y podía consigo misma. Ahora, podía darle sentido al porque la chica compraba con tanta frecuencia en la plaza central.

Cada vez que podía, Pietro se escapaba de sus hermanas, con la finalidad de ir a verla. Solo a ella. Justo como lo está haciendo ahora. Y es que la chica le parecía interesante, sentía algo de afecto porque ella hacía un cambio en Sokovia. Mientras él por su parte, se la pasaba de revoltoso con su hermana Wanda en manifestaciones en las plazas. Donde el tema central de las manifestaciones siempre tenían que ver con Tony Stark y su asunto de ser Iron Man, el hombre de hierro.

No importaba cuantas veces Kira Maximoff, su hermana mayor, regañara a los gemelos. Ellos no se perdían ninguna manifestación.

Pietro se encontraba una vez más en el refugio, observando como aquella chica le servía sopa a una mujer adulta. Él se mantenía oculto, permaneciendo con el perfil bajo, quería conocerla un poco, antes de acercarse. Un viejo habito que tiene el Maximoff.

Wanda bromeaba diciéndole "Que acechaba siempre a su presa" y aunque a él no le gustara aquella frase, sabía que su hermana menor estaba en lo correcto. Siempre acechaba a la gente, para así conocer las intenciones de ellas antes dé.

Sí, se podría decir que Pietro Maximoff es desconfiado. Y es de esperarse con el pasado que le persigue tanto a él, como a sus hermanas. La muerte de sus padres había marcado la vida de los tres Maximoff.

Sin embargo, ahí estaba él. Mirando a una desconocida, que a su parecer, consideraba que ella es más heroína que el mismísimo Iron Man, puesto que ella se involucra con la gente, haciendo un verdadero cambio, a comparación del millonario que donde pisara —o volara— siempre dejaba un rastro de destrucción.

Pietro consideraba que el mundo necesitaba más personas como aquella voluntaria de cabellos castaños, que un hombre metido en un traje de hierro cool.

Pero claro, lo que considerara Pietro Maximoff a nadie le importaba. Al menos, no por ahora.

LAST FIRST KISS » PIETRO MAXIMOFF. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora