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Pietro Maximoff miró fijamente la puerta frente a él, sus ojos azules repasaban las letras grabadas en pequeño letrero de metal incrustado en la puerta blanca.

Morgue.

Pietro sentía como su cuerpo se estremecía cada vez que leía la palabra en su mente. Una parte de él no quería entrar ahí, no quería ver el cuerpo sin vida de Jena, le dolería muchísimo. Pero se lo debía.

Debía estar con ella en todo momento. Si no pudo salvarla, lo menos que podía hacer por ella era permanecer a su lado aún incluso después de su muerte, dandole la despedida que se merece.

Pietro inhaló profundo, luego tomó el picaporte de la puerta y espero unos segundos antes de girarlo y abrir la puerta, esta hizo un ligero chirrido y Pietro frunció el ceño. El castaño empujó levemente la puerta haciendo que se abriera por completo, pero él no avanzó.

Su mirada recorrió la habitación, lo primero que vio fueron las grandes gavetas de metal en donde se almacenan los cuerpos, pegadas a las paredes blancas. Varias mesas metálicas ocupaban el centro de la habitación, organizadas en cuatro filas de tres, y en una de esas mesas estaba un cuerpo. Un cuerpo cubierto por una sábana azul. Jena.

Pietro sintió su pecho apretársele de repente, como si le faltara la respiración, pero aún así no retrocedió.

— Podemos volver a su habitación si así desea joven Maximoff — comentó el doctor que le cuidaba a corta distancia.

Tanto él como la enfermera que también los acompañaba, notaban el gran debate interno por el cual Pietro pasaba, y lo menos que ambos querían, es que su paciente fuera a sufrir un colapso debido a la pérdida. Desconocían el parentesco de la chica con Pietro, pero no tenían que saber mucho para darse cuenta que ella fue alguien importante en la vida del joven sokoviano.

Pietro no respondió verbalmente. Solo negó con la cabeza y dio los primeros pasos hacia el cuerpo. El médico le siguió de cerca, cuidándole, permaneciendo atento por cualquier situación. Mientras que la enfermera se adelantó para llegar primero al cuerpo.

Una vez que Pietro llegó, su corazón latió con más fuerza, sus ojos comenzaron a humedecerse y a duras penas pudo pronunciar algunas palabras: — Quiero verla.

El doctor hizo un movimiento con la cabeza hacia la enfermera y ella asintió. Después, con cuidado, retiró la tela hasta la altura de los hombros, dejando el rostro de Jena Kent al descubierto.

Pietro la miró con tristeza, intentaba contenerse, pero le resultaba difícil. Jena estaba recostada en una cama metálica frente a él, sin vida. Su rostro lucía pálido, sin rastro alguno de los tonos rojizos en sus mejillas que tanto amaba él. Solo quedaban las pequeñas marcas de las raspaduras que Jena se ganó durante el escape de la invasión.

Pietro le tomó del cuello y con su pulgar acarició la mejilla derecha de Jena, su piel era demasiado fría ahora y aquello fue el detonante para quebrarlo. Intentaba ser fuerte, pero no podía. Pietro no pudo contenerse más y se permitió llorar. Era ella. Jena. Su Jena. Pero sin vida alguna.

Pietro sintió sus piernas flaquear, su corazón romperse y su cuerpo sumamente cansado. Se dejó caer mientas lloraba desconsoladamente. No obstante, el doctor logró sostenerlo antes de que cayera al suelo y con ayuda de la enferma, lo sentaron en una silla.

Pietro recargó su frente sobre el metal frío de la mesa donde yacía Jena recostada y se permitió llorar, a la par que se sumía en su propia negación.

No quería aceptar la pérdida. Perder a alguien que quería otra vez y de la misma manera. A causa de Stark. Se rehusaba a tal cosa.

La enfermera intentó animarlo poniendo su mano sobre la espalda del chico pero él la apartó bruscamente. Su dolor comenzaba a mezclarse con el enojo y desesperación.

Pietro se puso de pie y tomó el rostro de Jena con ambas manos, y mientras sorbía, le pedía a ella que por favor abriera los ojos y se quedara con él.

— ¡No le des el gusto a él! No permitas que él nos separe.

Estaba cansado de que Stark le arrebatara a sus seres queridos.

— Te necesito, no puedes dejarme cuando recién te volví a encontrar. Jena, por favor ¡No me dejes!

Las lágrimas de Pietro caían sobre el rostro de la chica Kent.

"Gracias por encontrarme, por no darte por vencido" la voz de Jena retumbó en su cabeza una y otra vez "Por cuidarme".

No te cuidé lo suficiente, Jena. Perdóname. Debí ser yo, no tú.

"No fue suficiente el tiempo juntos; sin embargo, me alegro que fueras tú el que me dio mi primer beso. Pietro, te amo"

El recuerdo de ella despidiéndose lo destrozó aún más.

— Te amo, Jena.

Entre los dos —el médico y la enfermera— separaron a Pietro del cuerpo. Pietro debía volver a su habitación, pero él no quería hacerlo, quería permanecer con Jena.

— Sí no logra recuperarse en su totalidad, el sacrificio de ella habrá sido en vano, joven Maximoff — dijo el doctor, arriesgándose a obtener una respuesta negativa por parte de Pietro.

Pero no fue así.

El castaño limpió su rostro y asintió. Miró por última vez a Jena y antes de salir prometió que vengaría su muerte.

Prometió que Tony Stark pagaría por haberlo separado nuevamente de un ser querido.

LAST FIRST KISS » PIETRO MAXIMOFF. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora