» 5

1.5K 169 10
                                    

Pietro trazó una línea horizontal sobre el nombre del penúltimo refugio escrito en su lista.

Tras una semana de no saber nada de la voluntaria sin nombre, Pietro se dio a la tarea de hacer un listado de los refugios todavía disponibles en Sokovia; así los visitaría y podría dar con la chica. Sin embargo, después de haber visitado 11 refugios, en ninguno la encontró.

Miró el papel arrugado en su mano. Observando fijamente el nombre del último refugio que le quedaba. Deseó internamente que ese le diera una pista de la chica, guardó el papel en su bolsillo trasero del pantalón y avanzó en dirección al lugar.

•••

Al llegar a la "recepción" del refugio. Pietro pidió información sobre la chica, información que no se le fue dada debido a que él no podía identificarla por un nombre.

— Si no sabe su nombre, no puedo ayudarlo —le comentó amablemente la joven a cargo, ese día, con un acento inglés.

Pietro suspiró y dedujo que ella quizá también esté haciendo voluntariado ahí.

— Debe tener fotografías de los voluntarios ¿no?

— No puedo darle esa información a cualquiera —Pietro rodó los ojos—. Lo siento...

— No busco hacerle nada malo a la chica, si es lo que piensa —se apresuró a decir Pietro, intereumpiendola— mi interés en la chica es solamente para darle las... gracias.

La chica inglesa, que parecía estar rondando la misma edad que Pietro achicó los ojos un poco, mostrando confusión.

— Ella estaba en otro refugio antes, ahí la conocí. Ella me ayudó a ver las cosas desde otra perspectiva y días después terminé siendo voluntario también.

La joven le regaló una media sonrisa.

— Pero para cuando fui a mi primer día de voluntariado, ella ya no estaba.

— ¿Se le ocurrió la posibilidad de que quizá ella se fue? —Pietro hizo una mueca—. Quizá huyendo de usted.

Puerto sopesó la idea. No lo había pensado y por un momento se sintió decepcionado por aquella posibilidad. Frotó sus ojos y lanzó un suspiro.

— Está bien, déjelo así —comentó él, rindiéndose.

Dobló la hoja de papel, la metió en su bolsillo trasero del pantalón y decidió dejar a la chica seguir con su trabajo.

Un niño chocó con Pietro, éste se disculpó y el castaño le sonrió de vuelta. Le ayudó a levantarse y el pequeñín siguió su camino.

— ¡Hey! ¡Joven! — la inglesa con la que Pietro estaba hablando antes le llamó. Al no ser escuchada, fue hasta el castaño.

— ¿Sucede algo? — preguntó Pietro.

— Le dejaré echar un vistazo al papeleo, pero debe ser rápido o perderé los créditos que he conseguido hasta ahora —ella sonrío, Pietro estuvo de acuerdo

Ambos se dirigieron al lugar en donde los expedientes de los voluntarios yacen guardados.

Sacó una caja con una gran cantidad de sobres, los cuales el castaño revisó rápidamente, visualizando las fotografías de las personas colocadas en la primera hoja.

— La chica que busco, la conocí porque cerraron su refugio y ella abogaba para que lo reabrieran —comentó Pietro mientras seguía revisando— ¿Tiene expedientes sobre los refugios dados de baja?

La voluntaria inglesa pensó un momento y asintió.

— Recibimos unos transferidos hace unas semanas —replicó ella, llegando con una ligero paquete de carpetas— harían su servicio aquí. Hay unos que todavía están haciendo el voluntariado, otros, han sido regresados a su ciudad de procedencia.

Ella colocó las carpetas en la mesa.

— Lo que revisas en esa caja, son los que todavía están en servicio, estos de aquí —palmeó la carpeta— son los que han regresado a sus ciudades. Los Ángeles. Oklahoma. Australia. Nueva York...

— ¡Nueva York! Ella dijo que era de ahí.

La chica se encargó de revisar las carpetas, enfocándose en los procedentes de la Gran Manzana. Cada tanto, le mostraba a Pietro la foto de una chica de ahí, para saber si la reconocía, pero no la hallaban.

— Aquí no hay nada —comentó él desanimado, volviendo a meter los archivos a la caja— ¿Qué hay de ti? 

— Tengo dos folders de chicas de NY, échales un ojo.

Ella extendió los papeles sobre la mesa, mostrándoselos al castaño.

— Ella no es —dijo, descartando uno, la inglesa suspiró y retiró el folder.

— ¿Qué harías si no...

— ¡Ella! —la voz de Pietro detuvo la pregunta inconclusa de la voluntaria — ¡Es ella!

Pietro sonrío al reconocer a la chica de la fotografía. Se sintió feliz de por fin haberla localizado.

— Jena Kent —susurró— así se llama —él miró la fotografía, Jena sonreía y esa sonrisa provocó que la sonrisa de Pietro Maximoff aumentara de tamaño— ¿Tan difícil era decírmelo en la cena el otro día?

La chica inglesa sonrío al verlo tan emocionado. Sin embargo, la sonrisa se eliminó de sus labios, cuando recordó que aquella voluntaria había vuelto a Nueva York.

— Eres de Sokovia ¿cierto? —Pietro asintió, sin dejar de ver la fotografía— Entonces, ¿Tomarás un vuelo hasta Nueva York para ir a verla?

La sonrisa de Pietro desapareció. Levantó la vista hacia la mujer y la miró un momento. Ésta hizo una mueca, sintiéndose algo incomoda pues quizá se estaba involucrando de más.

— No puedo costearme un vuelo a Nueva York ahora —admitió el castaño— pero iré a verla, sí. Tengo que hacerlo.

La inglesa, asintió, cruzó sus brazos y esbozó una sonrisa sin mostrar los dientes.

— ¿Tanto así?

— Suena tonto quizás, pero ella, en una simple cena, me ayudó a cambiar mi forma de vivir. Debo agradecerle. ¿No crees?

— Suena correcto.

Pietro soltó una ligera risa, observó la fotografía una vez más. La voluntaria inglesa mordió su labio y tras asegurarse de que nadie la observará, desprendió la grapa que mantenía unida la fotografía de Jena Kent con el papel.

— ¿Qué haces? —preguntó él.

— ¡Tómala, rápido! —ella le dio la fotografía de la chica— Puedo conseguir una más luego. Ya veré que invento. Se ve que eres un buen chico, así que tómala.

Pietro ladeó la cabeza, asegurándose que no lo viera y tomó la fotografía, guardándola en su bolsillo del pantalón.

— Más te vale no ser una especie de delincuente, o me arrepentiré de esto después — él rió y aseguró no serlo.

— Gracias, muchas gracias... — Pietro cortó la frase al no saber el nombre de la chica.

— Simmons, Jemma Simmons —comentó ella, extendiendo su mano para saludarlo oficialmente.

— Tu nombre es casi como el de ella —los dos rieron—. Gracias Jemma. Yo soy Maximoff, Pietro Maximoff.

Ambos estrecharon sus manos y tras despedirse una vez más. Él se marchó del refugio, una vez afuera, sacó la fotografía de su bolsillo para verla. Sus labios rosados se curvaron en una gran sonrisa.

Ya había descubierto el nombre de la voluntaria, y sabía que fue de ella. Ahora lo que tiene que hacer es ingeniárselas para poder llegar a Nueva York y así, poder verla.

LAST FIRST KISS » PIETRO MAXIMOFF. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora