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Jena Kent avanzó en dirección a Pietro Maximoff, quien a su vez estaba haciendo lo mismo que ella. Al estar de frente, los dos se miraron por unos segundos y soltaron una risa nerviosa.

— No es el mejor momento para preguntar, pero ¿qué haces aquí? — Jena no podía dejar de ver los azulados ojos del castaño.

— Si te lo digo, probablemente pienses que soy un acosador — bromeó Pietro, aunque parte de ello tuviese algo de verdad.

Otra risa nerviosa salió de los labios de Jena, haciendo que el corazón de Pietro se acelerara más de la cuenta. Hace mucho que deseaba oír la voz de la chica, su risa, y ahora que la tenía en frente, se sentía raro, pero feliz.

— Te fuiste — dijo él —, después de nuestro primer encuentro ya no te volví a ver, y cuando te busqué, dijeron que te habías ido.

Jena asintió. Quiso explicarle cómo habían sucedido las cosas, como ella fue enviada de regreso a Nueva York en el primer vuelo disponible al día siguiente debido a su altercado en la plaza de Sokovia; sin embargo, las explicaciones no se pudieron dar, pues la zona en donde estaban volvía a estar en zona de ataque.

Pietro no dudó ni un segundo en tomarla de la mano y correr con ella en busca del refugio. Una cuadra más y llegarían al banco, ese es su objetivo, llegar y poner a Jena a salvo.

Giraron en la esquina de la avenida, entrando a la siguiente, el banco estaba justo al frente de ellos, pero afuera estaba librándose una batalla entre alienígenas y el Capitán América.

Los dos jóvenes se detuvieron, vieron la lucha y debatieron entre seguir al frente o irse por otro lado; pero apenas vieron como los alíens entraron al banco y al Capitán América ir tras ellos, los dos chicos en automático decidieron irse de ahí.

Siguieron adelante, ayudando a cuán persona tuvieran enfrente y pudieran brindarle un apoyo, sin importar cuan grande o pequeño fuese. Jena lo tenía en su sangre, ayudar a las personas era la cosa que más le llenaba, porque a ella la habían ayudado también.

Kent y Maximoff se detuvieron en un local de deportes, Pietro localizó un refrigerador y fue hasta él para sacar dos botellas con agua, le ofreció una a la chica, y ambos, después de unos minutos, vaciaron las botellas.

— Pensaba que Sokovia estaba mal — habló el castaño — pero Nueva York está por ganarle, esto empeora conforme avanza el tiempo.

— Esa cosa en el cielo, el agujero es lo que permite que sigan entrando, debe cerrarse de alguna manera.

— ¿Sugerencias?

— ¿Me viste cara de científica o de súper heroína?

Pietro le sonrió, y ella de alguna manera, se sintió apenada. Jena le regresó la sonrisa y desvió la vista del chico para volver a salir del local e irse a ayudar a más gente.

•••

Jena y Pietro se detuvieron en una edificación, un modesto hotel. Los pies les dolían a ambos a morir y aunque quisieran estar allá afuera ayudando a salvar vidas, sus cuerpos estaban exhaustos y necesitaban un descanso.

Jena miró entre las cortinas de una de las ventanas, su corazón acelerado parecía que se saldría de su pecho. No tenía la menor idea de cómo el caos había llegado a Nueva York, pero deseaba que acabara pronto.

Hace unos días, no creía en los extraterrestres, pero ahora, los veía en cada cuadra de su ciudad. Atormentando a cualquier humano que se topasen.

Jena retrocedió asustada, cuando notó como una nave con una figura similar a una ballena gigante sobrevolaba no muy lejos de su posición.

Pietro se apresuró a ir con ella, tomándole de los hombros, la alejó de la ventana y la hizo sentarse en la cama. Ella parecía estar algo aturdida, por lo que Pietro se puso de cuclillas frente a Jena.

LAST FIRST KISS » PIETRO MAXIMOFF. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora