» 7

1.3K 151 23
                                    

La gente corría lo más rápido que sus pies les permitían, el pánico reinaba sus corazones, pues su planeta estaba siendo atacado por seres de otro mundo.

Pietro no es la excepción, el chico es un manojo de nervios, y el señor que momentos antes lo estaba llevando al aeropuerto de la ciudad, ahora estaba convertido en cenizas esparcidas en alguna calle de Nueva York.

El sokoviano todavía no procesaba el suceso, había presenciado todo y aún así no lo creía. Una parte de él se sentía culpable por haberlo dejado irse de su lado, pero otra, le recordaba que aquel hombre tomó su decisión de tomar otro camino.

Sentado en el suelo de un local vacío, Pietro recordó el incidente. Todo había sucedido tan rápido, y si un adolescente que pasaba por ahí no le jaloneaba del brazo para sacarle del trance, seguramente él hubiese corrido con la misma suerte que el taxista.

El sokoviano pasó sus manos por sus cabellos castaños, y se animó a seguir adelante, por ahora había logrado librarse de los alienigenas, pero todavía esta la posibilidad de que éstos seres lleguen al lugar en donde él está ahora.

El ruido del caos que está presenciando Nueva York le puso alerta, recordándole que debía moverse, no permanecer en un mismo sitio por mucho tiempo venía siendo su nueva y principal regla.

Salió del local a paso veloz, mezclándose entre la gente de nuevo, las naves seguían volando por el cielo y pronto un estruendo se escuchó haciendo que él levantara la vista al enorme agujero del cielo.

Una nave gigantesca estaba atravesando el portal, Pietro maldijo en voz baja.

— Han traído la artillería pesada — dijo para sí mismo al ver la magnitud de la nueva nave espacial que parecía ser una especie de ballena o al menos, así lo relacionaba el chico.

Explosiones cercanas se escucharon a su alrededor, Iron Man sobrevolaba por los aires en su armadura roja y dorada, aniquilando a toda nave espacial pequeña que se le pusiera en su camino.

El pecho se le aceleró al chico, ver personalmente al hombre de la armadura de metal le enfureció nuevamente, y más cuando éste no se percataba de donde cayeran sus víctimas alienígenas y sus naves, pues éstas chocaban en diversos puntos, los cuales, a su vez, podrían causar víctimas humanas.

— ¡Cuidado! — gritó Maximoff a una chica con traje de oficina que estaba frente suyo.

Una nave espacial venía en la dirección de ellos y disparaba a diestra y siniestra a las personas que se le ponían en frente; pero la chica ni siquiera se movió, por lo que Pietro se atrevió a empujarla para sacarla del camino del láser extraterrestre, el cual fue a dar directo a un vehículo que se encontraba por ahí, reduciéndolo a cenizas.

La chica que aún seguía en el suelo, enfocó su vista en las cenizas del automóvil y llevó su mano al pecho, en un intento de tranquilizar su respiración agitada. Estuvo tan cerca de ser exterminada, sino fuera por Pietro, ella ya no existiría.

Sus ojos fueron a dar con Maximoff, quien yacía ayudando a levantarse a un hombre que había caído cerca suyo.

— ¡Levántate! — gritó Pietro apenas notó que la chica seguía en el suelo — ¡Esas cosas siguen viniendo, busca un refugio!

Las palabras salieron como una orden directa y la chica la entendió rápidamente. Saliendo de su trance, se incorporó nuevamente, talló la suciedad de su falda tubo y miró una vez más a Pietro.

— ¡Gracias! — le gritó ella lo suficientemente fuerte para ser escuchada.

Pietro regresó a verla y asintió. Una vez más él le pidió que buscase un refugio y ella no dudó en hacerle caso.

LAST FIRST KISS » PIETRO MAXIMOFF. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora