Capítulo 3

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El canto de feliz cumpleaños cantado por sus padres sonaba por toda la habitación y despertaba a la pequeña Bella que cumplía sus diez años de edad. Bella se negaba a abrir los ojos y notó como la cargaban en unos fuertes brazos que reconoció de inmediato como los de su padre. Se agarró fuerte a su cuello y profundizó su cabeza en el hueco de su padre. 

-Despierta princesa, es tu cumpleaños-. Dijo su padre acariciándole la espalda.

-No papá, quiero dormir un poco más, por favor-. Suplicó la pequeña, ya no tan pequeña. Severus dejó que su hija continuara dormida en su pecho y esperó a que su mujer trajera todos los regalos que le habían comprado a su hija y de paso, esperaría a que viniera la familia Malfoy al completo. A los pocos minutos Bellatrix apareció con una caja llena de regalos y los dejó en la mesa del comedor. Vio como su marido y su hija reposaban en el sillón y contempló como su pequeña yacía dormida en el hombro de su padre. Sonrío.  

Se escuchó un ruido que venía de la chimenea, y de ahí aparecieron los tres miembros Malfoy con un regalo en las manos de Draco. Los tres saludaron a Bellatrix y a Severus y se percataron que la pequeña Bella dormía plácidamente. Severus despertó a su hija poco a poco comentandole que su querido primo había llegado. Ella abrió los ojos de golpe y se levantó del regazo de su padre, saltó a los brazos de su primo y se lo comió a besos. Draco la abrazaba de una manera sobreprotectora, no dejaba a su prima sola ni un minuto, la quería tanto, aunque él supiera la verdad, sabía que su prima no compartía su misma sangre, pero el pensaba que era una sangre pura igual.  Rápidamente bajó de los brazos de su primo y corrió a saludar a su tía  dándole uno de sus famosos besos que a todos les gustaba. Por último saludó a su tío Lucius, con tan solo un abrazo seco, Lucius le tenía un gran cariño a Bella pero no lo demostraba. 

-Muy bien señorita saludo a todo el mundo menos a su madre.- Saltó Bellatrix burlonamente. Bella se giró de golpe y corrió a abrazar a su madre, para ella, era la persona más importante de su vida, junto a su padre. 

-Perdona mamá,te quiero muchísimo-. Dijo Bella besando las mejillas de su madre intensamente.

-Yo también te quiero pequeña pelota-. Respondió su madre mientras la apretujaba entre sus brazos. 

Todos le dieron su regalo a Bella, y cada uno le gustaba más, pero hubo uno que le llamó la atención más que los otros, y venía de parte de su tía Narcissa. Era un pequeño anillo de plata con diamantes y rubíes que tenía grabado el apellido Black.

-Tía Narcissa, muchas gracias, que bonito es-. Dijo Bella admirando el anillo.

-De nada mi niña, este anillo me pertenecía hasta que naciste tu, ya que tu abuela me lo dió al ser la pequeña y última de las black, pero tu tienes ese título ahora princesa, te pertenece ahora a ti-. Dijo su tía abrazándola.

 Bella se quedó perpleja a lo que le había dicho su tía, ese anillo era una reliquia familiar, y lo cuidaría. 

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Feliz cumpleaños Harry, se dijo el solitariamente. 

Harry se encontraba a solas en su habitación de la alacena, jugaba con sus figuritas formando lo que el llamaba una família feliz. Al  minuto se escuchó la voz de su tío Vernon llamándole para que fuera a buscar el correo, el salió de la alacena para ir. Recogió el correo y se encontró con una sobre de color azul que tenía su nombre escrito. Extrañado lo cogió y lo tiró dentro de la alacena para que nadie lo viera, y segundos después le entregó el resto de cartas a su tío Vernon, que al momento le dijo que se podía retirar. 

Harry cogió el sobre y lo miró durante un tiempo, pensó que podía ser, quien se podía acordar de el si no le importaba a nadie. Abrió el sobre y se fijó que contenía un sello que nunca había visto, un sello dibujado en forma de lobo que tenía escrito su nombre. Desdobló la carta y empezó a leerla. 

Querido Harry,

Feliz cumpleaños número diez al pequeño cornamenta. No sabes quien soy, pero yo si sé perfectamente quien eres, te acune en mis brazos millones de veces mientras eras un pequeño bebé con esos ojos que hipnotizan a cualquiera. Harry, no te preocupes por tus tíos, fuera te espera gente que si que te quiere de verdad.

Nos veremos pronto.

R.J. Lunático. 

Cuando Harry acabó de leer la carta sonrió inconscientemente y pensó quién podía ser ese misterioso R.J Lunático. Saber que el no conocía nada sobre el, pero que ese tal Lunático si, le tenía muy intrigado y le daba un poco de miedo. Escuchó pasos acercándose a su alacena, guardó rápidamente la carta debajo de su almohada y se puso a jugar con sus figuritas. 

-Harry sal-. Se escuchó a su tía Petunia detrás de la puerta.

-Ya voy tía Petunia-. Contestó rápidamente Harry. Salió por la puerta asegurándose que esa misteriosa carta no se viera. Cuando salió, su tía le esperaba con dos bandejas de galletas en las manos. 

-Lleva esto a la vecina de enfrente, espero que te presentes de manera educada, se ve una familia muy refinada, o si no, luego padecerás las consecuencias-. Advirtió la tía.

Harry se encaminó a la puerta con las dos bandejas en las manos, por un momento se pensó que su tía le había echo esas galletas por su cumpleaños, pero descartó esa  opción cuando su tía le dijo para quién eran. No se decepcionó por qué el nunca había tenido una muestra de cariño, un regalo y ni mucho menos un pastel de cumpleaños. 

Cuando salió por la puerta se dirigió a la casa de sus nuevos vecinos, desde el lado de la calle donde Harry se encontraba se podía ver un lujoso coche aparcado en la puerta, y una chica de unos diecisiete años de edad sacando una caja de este. Harry se acercó a ella.

-Hola- dijo tímidamente. Soy Harry Potter, tu vecino de la casa al otro lado de la acera. La chica abrió los ojos demasiado al escuchar el nombre del chico, él era el famoso Harry Potter, del que tanto le habían hablado, del que tanto había escuchado hablar en Hogwarts. La chica despertó del trance que se había quedado y se presentó.

-Hola Harry, encantada de conocerte, yo soy Claudia Stawan, por lo que se ve, tu nueva vecina-. Se presentó la chica sonriente.

A Harry le pareció una chica muy simpática pero un poco rara, y se percató que ella no dejaba de mirar su frente.

-Pasa, pasa Harry, bienvenido a mi casa-. La chica invitó a pasar a Harry, el aceptó y se adentró a la casa, cualquier sitio era mejor que su casa. Ahí se pasó el resto del día hablando y comiendo galletas con la familia Stawan, sin duda, este había sido su mejor cumpleaños. 

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Pasadas unas horas, Bella se encontraba llena de toda la comida que había comido durante el día. Ya casi era la hora de dormir, quedaban pocos minutos para que se acabara su cumpleaños, y se sobresaltó al escuchar la chimenea de su habitación, alguien entró por red flú. Se sorprendió, pero no se quería dar la vuelta, no quería saber quien se había atrevido a entrar en su habitación justo cuando se iba a dormir. 

-¿Te creías que no iba a desearte un feliz cumpleaños,pelirroja?-. Se giró al momento de escuchar esa voz, su mejor amigo, Blaise Zabini se encontraba en su habitación con un gran ramo de rosas y unos bombones, los favoritos de Bella. Ella corrió a los brazos de su amigo y se tiró encima haciendo que los dos cayeran al suelo y empezaran a reír. Su cumpleaños pasó y dieron las doce de la noche, Bella invitó a quedarse a Blaise, y el aceptó sin dudarlo. Los dos se tumbaron en la cama de ella, el le empezó a tocar el pelo hasta que se quedó dormida. Amaba a su amiga, era como su hermana. 

Entre la espada y la pared.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora