Lluvia

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Al otro día, llego un poco antes a la escuela y recuerdo que Melisa entra antes para ir a las juntas de sociedad, decido llamarla cuando veo que no hay nadie con quien estar en el salón.

Una vez la llamo espero en el salón viendo como mis demás compañeros empiezan a llegar y dejan sus mochilas en sus respectivos lugares para salir con sus amigos que esperan por ellos en la puerta.

Cuando llega Melisa me levanto de mi lugar y estiro los brazos, apoyo mi cadera en la mesa de mi derecha y espero a que ella deje sus cosas en su mesa que está ahora delante de mí, me parece extraño que tome ese lugar y le pregunto, hace una mueca y me explica que estar cerca de Evelin no es tan agradable ahora que no se hablan tanto. Y ahora no se qué hacer porque creo que es un tema algo espinoso para ella así que lo resuelvo pidiéndole me acompañe a le cafetería. Al volver Verónica está en la puerta así que me despido de Melisa y acompaño a Vero en esta ocasión a la cafetería.

Noto como Vero respira pausadamente y suspira después de ello, me extraña pues acostumbra ser cantarina y contarme un montón de cosas en cuanto nos vemos me preocupa así que decido preguntar.

–      Vero, ¿está todo bien?

Ella me voltea a ver pero no responde inmediatamente pero aun así puedo leer la preocupación en su rostro y esto solo hace que me preocupe aun más así que detengo el paso y hago que ella se detenga.

–      Vamos Vero, sabes que puedes confiar en mí, ¿Qué ha pasado?

Vuelve a coger aire como dándose coraje y hacer que la noticia que tiene no sea tan mala como lo piensa.

–      Mi abuela se cayó en casa de mi tía Viry– suspira una vez mas y veo como sus ojos se cristaliza un poco–, está en el hospital. No saben cuándo podrá salir.

Y me siento realmente mal porque a pesar de no conocer muy bien a la abuela de Vero siempre me ah agradado. Luego recuerdo que la abuela de Vero sufre de muchas enfermedades y me preocupo más, aun más. Miro a Vero y le sonrió para darle aliento.

Ellos (la familia de ella: su madre, su hermano, su hermana y ella) viven con sus abuelos. Y supongo que eso hace que los amen aun mas porque a pesar de las peleas que tienen en ocasiones siempre están unidos y no hay cosa más difícil que saber que un ser querido está enfermo o herido o algo parecido y comprendo la situación en la que esta Vero.

Llegamos a la cafetería y Vero compra lo de siempre, mientras yo solo compro una paleta. Seguimos nuestro camino en silencio hasta que reacciono.

–      Y bien, ¿solo eso les han dicho de tu abuelita?

–      Sí, estamos esperando resultados.

–      ¿cuándo paso esto?

–      Ayer, mi tía llamo hoy por la mañana.

Me parece un poco graciosa la situación pero evito reírme, no me parece graciosa por el hecho de que la abuela de Vero este en el hospital, sino porque parece un interrogatorio a pesar de que son pocas las preguntas que eh hecho hasta el momento. Me pregunto cómo habrá sido y antes de llegar a preguntarlo me muerdo la lengua, no es momento para ello, me reprendo mentalmente.

Nos relajamos unos  minutos antes de que el timbre de entrada suene, nos levantamos de la jardinera que acostumbra ser nuestro lugar de pláticas y entramos en nuestros salones.

Trato de poner atención en todo lo que puedo, evitando pensar pues hoy mi mente parece un embrollo.

Por fin el timbre de salida suena y es como música para el oído de muchos, siempre me eh preguntado porque todos se ponen tan felices cuando suena el timbre de salida, comprendo que es el de salida y eso está bien porque indica que podemos ir a casa, pero no es como si estuviéramos a un lado de casa, algunos quizá sí, otros no. Yo soy de esas personas que esto es un poco irrelevante. Me pregunto si aquellos que saltan de alegría cuando termina el día es porque en su casa reciben mucho amor de sus familiares o porque realmente sienten que ha sido un buen día pero si lo piensas bien si ha sido un buen día no querrías que acabara nunca.

Salimos todos y notamos como hay un barullo de gente en la puerta, si levantas la vista y pones atención al sonido y el viento te puedes dar cuenta que está lloviendo, muy fuerte.  Busco a Vero con la mirada y cuando la eh localizado voy a su lado para preguntarle qué hacer.

–      Vero, deberíamos esperar a que baje la lluvia un poco para poder irnos.

Soy tan ilusa y pienso que mi suplica funcionara pero con Vero siempre es difícil convencerle de algo.

–      No, ¡vamos!

Su sonrisa de pura travesura no hace otra cosa que asustarme, así que no me muevo de mi lugar.

–      ¡Anda!

Empieza a caminar y por alguna razón me da miedo quedarme en ese lugar en medio de todas esas personas alrededor mío, así que la sigo hasta que hemos salido y estamos bajo de las escaleras resguardándonos un poco del viento y la lluvia.

–      Vero, vamos a esperar un poco aquí.

Suplico un poco más, inútilmente.

–      Ale – me dice ella y por su tono sé que no juega aunque quizá solo un poco–, no seas nenita un poco de agua no te va a hacer daño.

Vuelve a esa mueca de travesura y me quedo realmente espantada porque sé que ahora no habrá modo de hacer que espere.

Poco convencional.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora