¿amigas?

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Yo antes podría decir que era una persona emocionalmente fuerte pero al recordar esto me daba cuenta de lo verdaderamente débil que yo era, sin embargo siempre trataba de esconderlo mostrando esa fachada de chica fría que no le gustan los abrazos y odia cualquier tipo de mimo que pueda existir en la vida. Pero siempre envidie a esas chicas que ven  a sus amigas luego de un fin de semana y corren a abrazarlas por la felicidad de verlas de nuevo. Desde luego yo nunca hice algo parecido, demasiado infantil para mí y es que creo que nunca deje que mi verdadera personalidad saliera a flote porque tenía miedo pero esa noche decidí que no sería más la niña fría e insensible que había hecho creer a todos que yo era, me levante del suelo y con cuidado de no lastimarme más camine hacia el cuarto de baño, me di una relajante pero corta ducha de agua tibia, me coloque mi ropa mas cómoda y fui a mi cama para intentar dormir. Sin embargo como esperaba no pude dormir hasta que el sol comenzaba a querer escabullirse por entre las cortinas de mi habitación.

Al día siguiente a pesar del cansancio y el mal sueño que había tenido la noche anterior mi determinación no bajo en absoluto, así que decidida me levante de mi cama y baje para hacerle el desayuno a mi madre. Antes había leído que cosas son buenas para aquellos que sufren de anemia, por lo tanto no demostraba un gran reto para mí hacer el desayuno para ella repleto de hierro no en el sentido literal, sino con vegetales que tienen hierro y son buenos para las personas anémicas. Una vez hube terminado de preparar su desayuno camine hacia su habitación escabulléndome por la puerta corrediza, tratando de no hacer mucho ruido por si ella aun dormía.

-          Buenos días– salude a mi dormilona madre que se estiraba en la cama.

-          Buenos días – me sonrió desde su posición para luego mirar hacia la bandeja donde tenía el desayuno preparado para ella–, no tenias porque hacerlo cariño.

-          Me gusta la idea de hacerlo, mamá

Me senté en la orilla de la cama y comenzamos una tranquila plática como en los viejos tiempos, cuando ella no estaba enferma y podíamos disfrutar del tiempo juntas.

Antes de poder retirarme ella me detuvo.

–     Ale– me gire en mi lugar y la observe esperando lo que quería decirme–, gracias, hija.

Salí de su habitación con una sonrisa en el rostro que nadie podía quitarme, no culpaba a mi madre de nada de lo que pasaba a mi alrededor ella era la que menos culpa tenía en lo que me pasaba a mí.

Como aun era temprano y mi tía aun no había llegado me puse a fregar los platos que estaban sucios y los que yo me había encargado de ensuciar. Hoy volvería a la escuela luego de esos días de descanso que me había tomado en el hospital, estaba nerviosa y ansiosa. Había pasado cerca de una semana desde el accidente de mi madre en el hospital y se encontraba mejor, sin embargo sus niveles de hemoglobina no aumentaron más que .02% lo mismo que tu tomas en un vaso mediano de agua solo esa cantidad y era un avance pero no era suficiente.

Llegue antes de lo que acostumbraba y como siempre me senté en mi lugar y espere sin esperar a que algo sucediera, pero nada de aquellas escenas que se repetían en mi mente de cosas que posiblemente pasaran sucedieron en realidad, trate de no sentirme mal, pero la resolución que había tomado por la noche comenzaba a decaer de a poco.

–     Alejandra.

Oí que alguien grito mi nombre y levante mi rostro para dirigirlo a la puerta, Vero me esperaba a unos pasos de mi mesa lo que era raro ya que ella nunca entraba a mi salón a menos que  no hubiera nadie. Me levante de mi lugar y en silencio la acompañe en nuestro habitual camino.

–     Piensas decirme lo que ocurrió para que actuaras de esa manera.

Me pregunto pero casi pude sentir el cuchillo en mi cuello atenazándome para que le respondiera sin poner resistencia.

–     ¿Cómo se supone que debería haber actuado?-Le pregunte ya que no entendía porque mi actuar había sido causa de reproche–, Vero, mi madre está enferma te lo recuerdo. Yo no puedo hacer nada que la ayude a recuperarse por más que lo intente. Agradecería que te pusieras en mis zapatos y trataras de ver las cosas como yo las estoy viviendo. No es nada fácil te lo puedo asegurar.

La mire, esperando que ella me dijera algo para justificar su reproche innecesario, pero no lo hizo así que me levante y camine hacia mi salón.

Y pensar que creía que ese día no podría ocurrir nada que lo arruinara, sin embargo trate de seguir con la resolución de ser mas cariñosa con aquellos que me rodean, pero el ver que la actitud de Vero, mi mejor amiga, era de ese tipo me temí que no podría serlo con ella, al menos no en ese momento.

 Las horas de clase pasaron lentas y por más que trate de hacer mi propósito mis propias compañeras me lo impidieron porque aseguraban que no era algo posible que yo hiciera ese cambio. Mi ánimo decayó nuevamente un poco, no del todo pero esperaba que pudiera crecer de nuevo.

Durante receso como ya era costumbre Melisa estuvo con nosotras y a pesar que quería ir con Vero, Melissa me lo impidió una y otra vez.

Era muy extraño ya que ella se ponía frente a mí, como para evitar que Vero me viera y yo me acercara. No lo entendía, pero no me quería detener a pensarlo. Así que trate de tomarlo con un poco de gracia, aunque apuesto a que no tenía ninguna gracia.

Al salir de clases no pude evitarlo y me acerque a ella, olvidando el dolor que había causado en mi antes y a pesar de esperarlo no creía que sucedería.

–     Vero, ¿ya nos vamos?- pregunte sin dejar salir algún rastro de resentimiento por mi voz.

–     No.

Su respuesta me dejo boquiabierta, no creí que alguna vez ella me hablaría de manera tan fría, no deje que ella me viera mal, así que gire mi cuerpo y comencé a caminar hacia la parada de camión. No te miento moría de miedo y es que jamás me había ido sola en el camión por la noche.

Saque de mi mochila mis audífonos y puse un poco de música. Mientras las notas de la triste canción inundaba mis oídos y el torbellino de pensamientos que mi mente gritaba sobre porque nadie quería mi presencia, yo trataba que mis mejillas no fueran invadidas por los ríos que ansiaban desembocar por mis ojos y hacerse camino a mi mentón. Sin embargo una vez que estuve abajo del camión no pude detener la fuerza que ellas habían tomado, por lo tanto cuando llegue a la puerta de mi casa mi rostro era un desastre.

Poco convencional.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora