Aprieto.

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Al entrar no me esperaba que alguien estuviera cerca así que como solía hacerlo comencé a subir las escaleras y no fue sino hasta que escuche mi nombre que repare en que no estaba sola.

–     ¿Alejandra?

Seque mis mejillas con el dorso de mis manos y trate de recomponer mi voz.

–     ¿Sí?

–     ¿Qué pasa?

Esto parecía un juego de preguntas, sin embargo no pensaba dar respuestas sinceras.

–     ¿a mí? Nada, ¿Por qué lo preguntas?

–     Has entrado  no te has dado cuenta que yo estaba aquí, ¿algo está mal?

–     ¿Qué? No, para nada todo está en orden- puse mis brazos detrás de mi espalda esperando verme un poco más sincera.

–     Ale, no me mientas.

Esas simples palabras me bastaron para sentir como mi rostro se contraía y las lágrimas se arremolinaban en mis ojos peleando por salir. A los pocos segundos sentí unos brazos envolverme, mientras una dulce fragancia me acariciaba y todo se calmaba un poco más. Logre tranquilizarme en poco tiempo, así que me desprendí del abrazo en el que había descansado.

–     Listo, ya está. No pasa nada, tranquilo.

–     ¿segura?

–     Segura.- afirme con la cabeza para que él se quedara tranquilo–, ahora si no te molesta me iré a dormir.

–     Te acompaño.

Mis padres siempre habían confiado mucho en Adam y le dejaban quedarse en casa cuando quisiera, claro con el permiso de sus padres. Al igual en mi casa teníamos una cama reservada para cuando el llegara de improviso.

No me preocupe de nada mas, solo me recosté en mi cama y caí en un sueño profundo.

Han pasado dos semanas desde que volví a la escuela y mi situación no ha cambiado o mejorado en absoluto, mi madre sigue enferma; por suerte las cosas con Vero se arreglaron al día siguiente ya que solo había sido un mal entendido. Hoy es viernes y este día no puede ser mejor para mí, me siento feliz y llena de alegría. Hoy le entregan a mi madre resultados de estudios que se hizo la semana pasada y estos declararan si ha avanzado o a empeorado, eso me pone nerviosa porque no estoy segura de cómo salga.

Faltan 3 semanas para que la escuela termine y empiece el verano lo cual es hermoso.

Por fin eh llegado a mi casa y mi humor ha dado un gran giro, no puedo creer lo que me ha sucedido y comprendo que las cosas las cambian de un segundo a otro. Esta mañana al salir de casa mire el cielo y se veía increíble con unas pocas nubes y el sol asomando entre ellas, la tarde rodeada de mis compañeros todo iba bien hasta el final de las clases y es que, tu no piensas que algo como eso pueda sucederte, confías en que tu forma de actuar da una imagen de que no te prestas a esas situaciones y que nada a tu alrededor se saldrá de control. Pero el mundo no es color de rosa y siempre te va a sorprender. Mi vida parece estar en la parte más baja de la montaña rusa y no queriendo empezar a subir a la cima me deja estancada en ese hoyo.

Es sábado y la inquietud y el ansia de sacar lo que paso ayer me hace querer gritar y salir corriendo para evitar llorar y dolor a mis padres y amigos. Eh pasado toda la mañana frente al espejo repasando un discurso no escrito, sin embargo las palabras no llegan a mi lengua para poder expresarlas y que el mensaje sea concreto, claro y preciso, así como que no sea tan directo y cruel para que el mensaje no sea un trago tan amargo.

Creo que me estoy preocupando demasiado por algo que puede ser insignificante y es que, la manera de actuar de las personas a mi alrededor no hizo más que alterarme y ponerme a la defensiva. Solo espero que todo esto no salga tan mal, mi idea de vida perfecta se ha caído y comienza a ser un pequeño fraude que mi mente misma me ha hecho.

Lo olvido por segundos pero el recuerdo centelleante y fugaz de lo que paso vuelve a mí casi como el instinto de respirar o parpadear.

Al fin me decido a bajar los escalones y dar frente a mi familia, la cual por lo que alcanzo a imaginar no tienen ni idea de lo que pasa. Eso ultimo me hace dudar entre decirles lo que ha ocurrido o  no ya que es un hecho sin importancia o al menos es lo que me quiero hacer creer, sin embargo mi mente se empeña en recordarme sus horrendas manos cerca y su pastosa voz en mi oído con esas palabras vulgares que pretendían ser cordiales pero que en realidad eran como un insulto para cualquiera que las escuchase.

Mis padres están tomando el desayuno y no pienso interrumpir su adorable desayuno con una historia tan mala como aquella, además mi padre está presente y temo lo que pueda ocurrir. Solo tomo un chocolate caliente y me retiro con la cobardía envolviéndome por completo y el orgullo gritando que solo fue un mal momento para llegar. Mi razón me pregunta: ¿Cuándo será ese momento? y el miedo responde: que cuando sea adecuado.

Mentalmente me organizo para mis actividades de hoy, y solo me queda un instante para contarle a mi madre lo ocurrido: la noche. Todo el día estoy fuera de casa imaginando como será la mejor manera de decirle, pero durante todo el tiempo en el que estoy vagando por la ciudad y pensando las cosas no logro hacer coincidir mis pensamientos para que el mensaje sea claro y que ella no salga tan lastimada, aunque, ¿Por qué habría de herirla algo como eso?, digo me ocurrió a mí y no puede tener mayor importancia de la que tiene un cacahuate en una cocina.

Poco convencional.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora