CAPITULO 38

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Sonrió levemente y se sentó bien en el asiento.

—Alex —dijo divertida —Si, ya llegué a casa... estoy por entrar.

Me miró y abrió la puerta del coche, se bajó y la cerró. Sin dejar de hablar y de sonreír me saludó con la mano, en una forma, debo decir, burlona.

Vi como se alejaba caminando hacia el edificio. Y ahora si, Pettyfer no tendrá mi voto el año que viene. Si ese maldito teléfono no hubiese sonado, en este momento estaría saboreando sus labios. Pero yo no soy así, yo no me voy a quedar con las ganas de besarla.

Rápidamente me bajé del coche y de la misma manera comencé a acercarme a ella.

—Está bien, adiós —escuché que decía y colgaba.

Entonces la tomé del brazo y la giré hacia mí.

—Óscar, ¿Qué haces?

Al instante tomé su boca con la mía, colocando mi mano en su nuca, para impedirle escapar. Moví mis labios sobre los suyos, de manera exigente, de manera dominante. Ella lograba que me sintiera desesperado por besarla. Logró despegarse apenas de mí.

—No Óscar, basta —dijo agitada. La callé besándola de nuevo. A paso ciego comencé a caminar, haciendo que ella caminara hacia atrás. Se volvió a alejar —No, no vas a subir conmigo.

—¿Por qué no? —le pregunté con la voz algo ronca.

—Porque... porque esta tu prima arriba y no quiero que subas.

—Entonces vamos a casa —dije y besé su boca cortamente.

—No tampoco... vete —me dijo.

La solté por un segundo y tomé mi movil. Marqué el número de mi prima y esperé a que me contestara.

—¡Contigo quería hablar! ¿Se puede saber que estas haciendo en la cita de Natalie? ¿Cuál es tu problema Óscar? —me preguntó.

—¿Dónde estás Aroa? —le pregunté.

Los ojos de Natalie se abrieron bien y quiso hablar, pero coloque uno de mis dedos sobre sus labios.

—En casa tonto, ¿Dónde más voy a estar? —me contestó. Sonreí levemente.

—Eso es todo lo que quería saber primita, muchas gracias.

—Pero...

Corté antes de que siguiera diciéndome cosas. Miré intensamente a Natalie. Ella era una pequeña mentirosa, pero no iba a salirse con la suya.

—Aroa no esta aquí —le dije.

Volví a capturar su boca en un caliente beso. Ella no pudo reprimir un leve gemido que escapó de sus labios.

Entonces comencé a caminar de nuevo. De una u otra forma entramos al edificio. De una u otra forma logramos subir al ascensor, todo esto sin dejar de besarnos.

La apoyé levemente contra el espejo del ascensor y me alejé de sus labios para besar su mentón, y su cuello.

La caja de metal se detuvo en el piso 6. Casi desesperado logré abrir la puerta. Salimos y la tomé de la cintura apegándola a mí otra vez.

A ciegas volvimos a caminar hasta chocar contra la puerta del apartamento. Busqué las llaves dentro del bolsillo de su abrigo y logré abrir...

NADA ES LO QUE PARECEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora