CAPITULO 42

28 3 0
                                    

Todo el enfado que se había acumulado en mí, se había evaporado como por arte de magia al escuchar sus palabras.

—¿Escuchaste verdad? —le pregunté. Ella apretó sus labios.

—Perdón... perdón yo no quería escuchar. Lo único que quería era escucharte tocar —se disculpó. Sonreí y acomodé un mechón de su cabello.

—Prometo que voy a hacer un concierto para ti sola —dije.

Entonces se acercó a mí y me abrazó. Aquel extraño gesto mandó un escalofrío por todo mi cuerpo. Me quedé inmóvil, pensando en que hacer. Reaccionando, mis brazos se levantaron y la envolvieron.

Atiné a esconder mi rostro en su cuello y acercarla más a mí. Era tan extraña la sensación volátil y tonta que me invadía. Su perfume era tan delicioso y adictivo. Con sutileza froté mis labios contra su piel.

—Suéltame Natalie, sino no podré dejarte ir —le susurré.

—No me dejes, llévame contigo —me dijo. La acerqué más a mí.

—No puedo cariño, voy a la oficina de mi padre —le dije. Ella se alejó despacio.

—Te acompaño... luego podemos ir a tomar un helado.

La miré bien y sonreí.

—¿Es una cita? —pregunté.

—¿Por qué no? —dijo.

—¿Estás aceptando que me estás invitando a salir? —dije sin poder creerlo —Pellízcame.

Rió por lo bajo.

—Pero si no quieres... me voy a casa.

—No, claro que no. Ahora no me vengas con excusas.

—Entonces, vamos —dijo y comenzó a caminar. No pude moverme, me quedé quieto mirándola. Se detuvo y se giró al verme.

—¿Qué sucede? —me preguntó.

—Que realmente eres hermosa —le dije bobamente. Sus mejillas tomaron un poco de color.

—Vamos marilynmansero, se hace tarde —dijo.

Caminé hasta ella y la miré fijo a los ojos.

—Tienes algo en los labios —dije. Frunció el ceño y llevó las manos a su boca.

—¿Dónde? —preguntó y bajó la mirada intentando verse a si misma. Sonreí.

Con su mirada distraída me acerqué más a ella y quité su mano de mi camino para rozar sus labios. Su boca soltó un leve suspiro. Besándola suavemente di un paso hacia ella, haciendo que nuestros cuerpos quedaran más cerca. Con cuidado mordí su labio inferior, para luego alejarme despacio.

—Como me gusta besarte, Natalie —le confesé aun cerca.

Ella se alejó un poco más y me miró a los ojos. Mordió sus labios y se volvió a sonrojar.

—Vamos, ¿quieres? —me dijo.

Salimos de allí y caminamos hasta el aparcamiento. Miré a mí alrededor buscando su coche, pero no estaba.

—¿En que viniste? —le pregunté.

—Caminando —dijo simplemente.

—Perfecto —aseguré —Así podré llevarte conmigo... bien cerca.

NADA ES LO QUE PARECEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora