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Peace indicó a unas niñas que me acompañaran hasta mi habitación y así lo hicieron. Me guiaron por un estrecho pasillo muy mal cuidado y luego de ingresar a la parte mas oscura de éste, señalaron una puerta mal pintada mostrándome que allí era mi habitación.
Luego de entrar, noté que compartía cuarto con una chica de casi mi edad, me saludó tímidamente y se sumergió nuevamente en sus pensamientos.
—¿Cómo te llamas? —dije para romper el silencio.
—Elle —contestó fríamente—, ¿Y tú?
—Candice —respondí.
—¿Y por qué estás aquí? —dijo con una sonrisa traviesa.
—"Intento de homicidio" —le contesté con tono de burla imitando a la directora.
Elle rió y luego habló.
—Por como lo dices debo suponer que en realidad no fue así.
—¿Y si mejor me hablas de ti? —dije intentando evitar el tema.
—Bien... No tengo amigas, ni una sola. Y tú no serás una; aquí envían a las nuevas, luego hacen amigas y se van a otra habitación dejando sola y abandonada a la pobre Elle.
—¿Todas se van sólo porque hicieron amigas?
Asintió con la cabeza y luego agregó con una sonrisa traviesa.
—...Y también por miedo.
Tragué saliva.

.

.

Mis días allí fueron terribles, espantosos, horribles; no veía la hora de salir de ese lugar.
Las demás chicas tenían una mirada siniestra y me miraban extraño, tal vez porque había llegado hace poco tiempo. La mayoría me ignoraba y a la vez me Incomodaba. No hice amigas, excepto Elle.
Ella no me daba tanto miedo como las otras, a pesar de que me contó porqué estaba ahí. Quedé perpleja al escuchar cada palabra, pero con el correr de los días lo fui olvidando y empecé a valorarla como amiga, pues sabía que si no conseguía una, no iba a sobrevivir en el reformatorio.
La relación con la directora no mejoró, podría afirmar que empeoró todos los días un poco más. Pero aprendí a ignorarla y eso me ayudó mucho.
La comida era horrenda. A veces, ni siquiera comía de la repugnancia que me producía.
A toda hora maldecía a Annelise por dejarme en tal lugar, y por la noche ahogaba mis sentimientos en lágrimas.
Hasta una vez intenté escaparme. Lamentablemente me torcí el tobillo mientras lo hacía, y tuve que dirigirme hacia mi habitación, pues el dolor no cesaba.
Me quejaba adolorida mientras Elle escuchaba mis lamentos, y también las groserías que salían de mi boca dirigidas a Annelise. Mis ojos estaban desorbitados, quizás sería por el cansancio que me producía estar allí.
Me recosté con el cuerpo apoyado en un lado, inclinándolo hacia la ventana. Casi estaba por dormirme cuando escuché un suave golpe en el antiguo vidrio.
Corrí la cortina asustada y la vi.

Sin poder evitarlo, una sonrisa apareció en mi rostro después de tantos días.

—¡Era hora de que vinieras! —exclamé al ver a la mujer del otro lado del ventanal, a lo que está contestó llevando su dedo índice sobre el labio pidiendo silencio—Está bien, seré sigilosa—dije casi en un susurro—. ¿Qué haces aquí? —la interrogué mientras abría despacio la ventana.
—Por favor, habla más bajo —pidió Annelise—. Vine a buscarte.
Miré a Elle perpleja. Ella miraba en absoluto silencio sin entender.
—Ella es la persona que tuvo la ingeniosa idea de dejarme aquí —Se la presenté, irónica.
—Candice, yo no quise hacerlo —Intentó defenderse—. Mark me lo pidió —se excusó.
—Eso no importa ahora, ya lo hiciste —sentencié terminante.
—Prometo explicarte todo —me dijo—, pero ahora debemos irnos.
—Hubieras venido antes —reproché sin mirarla a los ojos.
—Por favor, vamos —me suplicó.
—Sólo si Elle viene con nosotras —condicioné.
—No, es muy peligroso.
—Está bien —respondí—. Entonces puedes irte —dije señalando la ventana abierta que hacía flamear suavemente las viejas cortinas.
—Acepto. Ella puede venir también —dijo al ver que era su única opción.
Ambas nos miramos victoriosas. No dejaría a Elle sola sabiendo que fue mi única amiga.
—Ahora vámonos —hablé rompiendo el silencio que llenaba la habitación—. Rápido, antes de que nos vea Peace.
—Esta es la hora perfecta para irnos —contestó Elle por fin—, cuando ella duerme como un oso y ronca como un elefante —todas soltamos una pequeña risita y proseguimos con nuestra fuga.

Tinta RojaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora