Bola Ocho (Capitulo 24)

69 1 0
                                    

-¿Sabes jugar verdad?- Federick me pregunta mientras posiciona las bolas de billar sobre la mesa. Me sonreía abiertamente y me sentía sumamente relajada a su lado.

-Claro que si, me ha enseñado mi padre y creo que no lo hago nada mal...- digo restando importancia, pero la realidad es que amaba este tipo de juego y en su mayoría de las veces, me iba muy bien.

Uno de los cantineros nos acercó unas tizas para sanar las puntas de tacos, para que de esta manera el toque en las bolas sea mas preciso y firme. Mientras tomaba mi pedido, que contaba con unas naranjas exprimidas y algo de tequila, observaba como Federick preparaba todo para la partida. Como su camisa negra se ajustaba a sus fuertes brazos, como caía la camisa lentamente antes de llegar a su cinturón. Tenía una gran espalda, firme y recta, llevaba buen porte y eso no lo podía negar. Jamás creí que compartiría un tiempo fuera de clases con un profesor, y sin embargo aquí estaba, a las afueras de la ciudad con alguien que me llevaba 10 años y era nada mas ni nada menos que mi profesor de Literatura.

Que, no hay que olvidarse, ya se besaron y ese hombre te devora tan solo con su mirada.

Mi mente se pone en alerta ante ese estúpido comentario. No era momento para pensar de esa manera, no era bueno para este momento. Levanto mi vista y mis ojos se chocan con los ojos celestes que tanto me gustaban ver, Federick me miraba atento pero a la vez divertido, supuse que me había encontrado con la mirada perdida en sus acciones.

-¿Seguirás mucho tiempo mas ahí mirando o vendrás a jugar?- dice divertido mientras me ofrecía un taco de billar.

-Si yo gano... ¿Esto no perjudicará mis notas, o si Profesor?- sonrío mientras acepto el taco y me posiciono frente a el con la gran mesa de madera en medio de nosotros.

-No señorita Larenz, no cambiará nada este juego, o al menos nada que tenga que ver con el Instituto- lo miro sorprendida pero a la vez largo una pequeña risa. No podía creer la libertad que se tomaba para hacer ese tipo de bromas, y ha decir verdad, me gustaba esta faceta de él.

-¿Podemos apostar algo?- digo mientras paso la tiza por la punta de mi taco para que quede totalmente listo antes del juego.

-Vaya, ¿qué quieres apostar?- pregunta intrigado y de inmediato respondo a lo que el pregunta.

-Si yo gano quiero tu auto- sonrío abiertamente y coloco el taco a un lado mio para pararme sobre una pierna, de esta manera logro observarlo de costado.

-¿Estás loca? ¡Claro que no! Me ha costado muchísimo conseguir un auto con esa antigüedad, realmente amo ese auto. Lo siento Alegra pero tendrás que elegir otra cosa- dice riendo abiertamente y yo solo hago un puchero. No era esa la respuesta que esperaba.

-¿Al menos manejar un poco la ruta? Porque he tomado unas clases este verano con la camioneta de mi tío...- digo entusiasmada para que sepa que en verdad me gustaría poder manejar ese auto suyo que tanto quería.

-Bueno, ya veremos eso. Si ganas, prometo dejar que des una vuelta -mi sonrisa se ensancha y aplaudo como loca en frente suyo- pero, en el caso que yo gane aceptarás salir conmigo este sábado- todo tipo de sonrisa se borró totalmente de mi rostro.

-Es una broma ¿verdad?- pregunto totalmente recta porque su apuesta me ha descolocado totalmente.

-No, no es un broma. Apostemos eso y que gane el mejor- extiende su mano para que yo la tome y me sonríe.

Lo miro algo extrañada y confusa, jamás pensé que me iba a proponer eso, era demasiado rápido si lo pensábamos con claridad. Pero no me iba a echar hacia atrás, yo quería jugar y quería ganar, iba a ganar porque soñaba con todo mi ser el poder manejar el auto que tenía Federick, lo iba a ganar por mi. Lo lamentaba por él, porque no iba a tener una cita mía tan fácilmente.

Diferencia de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora