Preguntas Incomodas (Capitulo 3)

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Estaba cansada. Harta. Simplemente cansada y fastidiada. Pero no con alguien en especial, sino conmigo misma. Había hecho el peor ridículo en la historia de Mckenly. Vomitar en frente de la pobre Annabelle y del nuevo Profesor alias sonrisa perfecta. ¿Es que acaso mi vida se trataba de eso? ¿Simplemente de quedar mal delante de cualquiera? Sólo quería ser normal, por una mísera vez en mi estúpida y tranquila vida quería parecer normal.

-¿Algo que te haya caído mal tal vez? -pregunta la enfermera regordeta una vez más.

Y aquí vamos de nuevo, tan sólo sal del este lugar que me da escalofríos.

Y era verdad, nunca me habían gustado los hospitales. Este no era uno obvio, simplemente era la enfermería del instituto. Pero daba igual, no me gustan las pastillas, ni las inyecciones, ni el estetoscopio, ni siquiera los afiches publicitarios de cómo cuidarte para no quedar embarazada una noche loca. No podría gustarme eso, no después de lo de...

-¿Larenz? ¿Nos puedes contestar?- la voz fuerte y autoritaria había vuelto. Había cortado en seco a mi pensamiento. Pero esa voz no era como la de mi padre (cómo cuándo no vuelvo a la hora que había acordado en mi casa) sino con un deje de preocupación. Eso me agradaba, en el fondo sabía que sólo se preocupada por ser Profesor. Pero bueno, no estaba mal que me agradara el tono de voz que utilizaba dicho Profesor.

-Sí, los escucho. Ya les he dicho, he tomado mi desayuno en mi casa como siempre. Luego he almorzado aquí y eso es todo- dije sacando mi vista de la pulsera rarísima que tenía la enfermera.

¿En serio? Una calavera. ¿Y así quieren que yo me tranquilizara aquí? Con una mujer que es enfermera y lleva una calavera en la pulsera, claro así de tranquila estoy. La ironía de ese imagen en su muñeca, era todo lo que me ponía los pelos punta.

-¿Algún mareo?- pregunta una vez más ella insistiendo con el maldito tema.

-No, ninguno.- digo cortante.

-¿Presión alta acaso?- se sentó en una de las sillas y empezó a anotar en una libreta, lo que suponía que era mi historia clínica.

-No...Bueno no sé, nunca me bajó ni subió la presión- dije dudosa secándome las manos sobre la pollera tableada que llevaba ese día.

Cuándo estaba nerviosa las manos me sudaban, me rascaba la nariz o simplemente jugaba con mi cabello. A decir verdad la mayoría de las veces hacia todo junto, eso si que era fastidioso. Seguro parecía una loca y muy poco normal ahora que lo pienso.

Claro, porque vomitar a escasos centímetros del profesor y de la señora Annabelle es muy normal ¿no? Me preocupas Alegra, de verdad eres indescifrable.

Puse los ojos en blanco mentalmente. Esto me estaba cansado y mucho.

-¿Cúando fue su última vez en el periodo querida?- la enfermera pregunta mientras juguetes el bolígrafo color azul entre sus dedos.

Qué.

Oh my good. Sí que es preguntona la señora eh.

No podía haber hecho esa pregunta tan personal. ¿Quién se creía que era? No era justo. Yo no le preguntaba por qué su relación con el portero Oscar no había funcionado, y vaya si tenía información sobre el asunto. Todo el Instituto sabía de ella y su amorío secreto con el profesor de música. Pobre Oscar, le había roto el corazón.

Hice una mueca de asco.

-¿Disculpa? Eso no es asunto suyo.- dije levantándome de golpe de la silla y ambos se pusieron en alerta. Federick se pasó la mano por la nuca y habló.

-No seas boba mi niña, es sólo una pregunta nada más- dijo ella muy tranquila mientras tomaba su tazón de sopa. ¿En serio iba a almorzar ahora?

Diferencia de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora