-Pero...¿cómo es que...–Chris estaba atónita ante lo que tenía ante sus ojos. Un pequeño niño, que no medía más de los diez centímetros flotaba frente a su rostro. Era de cabello blanco azulado con reflejos azul claro, ojos celestes brillante y pálido.
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-Soy Ryunosuke–dijo mirando a Chris–soy el espíritu del dragón blanco que vive en ti. Juntos somos el todo, yo soy parte de ti así como tú eres parte de mi–habló.
Chris se mantenía en total silencio mirando al espíritu frente a ella.
-Que...¡Lindo!–dijo pegando un chillido. Tomó a Ryunosuke entre sus manos y lo apretujó en su pecho.
-¡Hey!¡Suéltame!–gritaba Ryunosuke–¡Yo no soy tierno!–dijo una vez se separó de Chris.
-Si...lo..eres...–dijo Chris de forma lenta y somnolienta, desvaneciéndose. Se cayó al suelo, aun consciente, mareada.
-Hey, debes ir a descansar. Si te enfermas yo también lo haré.–dijo Ryunosuke.
Chris, como pudo, se levantó del césped y caminó hacia el dojo, hacia la habitación que compartía por el momento con Nomi y Rin. Con dificultad se recostó en el futon, Ryunosuke se situó junto a la cabeza de Chris y se durmió junto a ella.
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A la mañana siguiente Chris despertó antes que los chicos miró junto a ella y vio al pequeño Ryunosuke mirándola atentamente.
-Así que no fue un sueño...–dijo Chris.
-Ya despertaste–dijo–Debes levantarte y entrenar.
Chris, con una sonrisa, se levantó, duchó y cambió. Fue al dojo y comenzó a entrenar sola. A los minutos apareció Nomi. Tomó una espada de bambú y comenzó a atacar a Chris. Se podría decir que sin piedad.
Golpeaban una y otra vez las espadas de forma fuerte y bruta, como si aquella batalla fuera de vital importancia.
Algo surgió en el pecho de Chris. Una necesidad. Tenía que llamar a Ryunosuke.
-¡Ryunosuke!–gritó al viento. El pequeño cuerpo de Ryunosuke brilló fuertemente, al igual que la luz alrededor de Chris. El cabello de Chris se volvió blanco azulado, ojos celestes y brillantes, piel pálida, y espíritu fuerte.
