05 | drop it

4.9K 404 14
                                    

Analizo el lugar con la mirada, intentando hallar entre toda la suciedad, cunas y juguetes esparcidos sobre el suelo, aquello que realmente necesitamos.

—Oh Dios.

Me vuelvo para observarla, hallándola con una mano sobre la sien mientras aleja su mirada de una de las cunas.

—Solo aléjate de ahí —le indico, y ella me observa de reojo mientras asiente, sin embargo se vuelve nuevamente hacia la pequeña cama de madera y, tras coger una manta que se hallaba sobre el suelo, se inclinó sobre la estructura para cubrirla con la misma.

Continúo caminando a través del lugar y me detengo frente a una puerta de madera adornada con una ventana no muy grande en ella, atreves de la cuál puedo ver algo bastante similar a una cocina. Golpeo con los nudillos la madera y espero un par de segundos, hasta que finalmente un caminante comienza a golpear la puerta con insistencia. Asique con la ballesta en alto abro la puerta y disparo la flecha acabando con la putrefacta mujer.

Me encamino en la espaciosa habitación y me permito revisar los estantes de madera, en los que sin mucho esfuerzo hallo la famosa leche en fórmula, junto a un par de frascos de comida para bebé, lo que metí dentro de una bolsa de plástico que guardaba en mis bolsillos, y, cargando con ella, salí de la habitación, topandome con _____, quien permanece husmeando entre el desastre.

—Ya podemos irnos —ella se gira hacia mí un instante dejando al descubierto la humedad en sus mejillas, y asiente.

—Eh, sí —se levanta y se seca con rapidez las lágrimas—, he hallado un poco de ropa..., y creo que esto podrá gustarle —añade enseñándome un pequeño peluche morado con forma de hipopótamo. 

Frunzo el ceño, y estoy apunto de interrogarle que es lo que le ocurre, sin embargo su mirada lo expresa con claridad, y es ahí cuando las piezas comienzan a encajar.

La adolescente; la delgada rubia de, también, potentes ojos grisáceos, a la que abrazaba aquél día en Atlanta. Eso es lo que le ocurrió; quizás no solo eso, sin embargo de seguro la rubia es la raíz de su cambio. 

Carraspeo mientras me rasco la nuca y cambio el peso de un pie al otro. No sé como actuar; no sé que decirle al respecto o si debería simplemente pasar del tema.

Exhalo con resignación y comienzo a caminar.

—No esperes que te diga algo reconfortante porque no soy de esos —le aclaro, sin embargo ella no responde, y sólo cuando llego a la puerta y me vuelvo para observarla noto como se ha quedado inerte observando un pequeño cuadro en la pared, en la que se hacen visibles dos niñas, una claramente más grande que la otra.

Me refriego los ojos con el dorso de la mano y sacudo la cabeza. ¿En serio tendré que hacer esto?

—No es nada personal; simplemente no soy del tipo de persona que expresa sus sentimientos y ya deberías haberte percatado de ello.

Sus manos tiemblan sobre el juguete, sin embargo, aunque me gustaría que dijera algo al respecto ayudando a la situación a ser un poco menos incómoda, simplemente se limita a soltar un sollozo y sacudir la cabeza.

—No es acerca de ti ¿de acuerdo? —masculla, con la voz rota—, es acerca de mí.

La observo, bastante extrañado ante sus palabras y sacudo la cabeza, intentando formar alguna frase no tan desagradable para pedirle que no continúe. No obstante antes de lograrlo ella niega y se lleva las manos al rostro al mismo tiempo que comienza a ahogarse con sus propios sollozos.

—No hagas esto, yo no...

—¡Que no es acerca de ti Daryl! —me interrumpe, y francamente el dolor en su voz me hace sentir sumamente culpable—, ¿acaso no puede ser algo acerca de mí?

Resoplo con frustración y me froto el rostro con rabia.

—No puedo —dice, y con cada palabra que suelta me siento un poco más miserable—; he intentado de todo, pero ya no puedo con esto. Odio todo —camina algunos metros sobre él lugar y cuando creo que está apunto de caer se recarga en una de las cunas, sin embargo aun así acaba desmoronándose sobre el suelo—, odio toda la mierda en que se ha convertido mi vida —cogiendo aire dejo la bolsa sobre el piso y camino hacia ella tan rápido como mis pies me lo permiten y le cojo de los hombros, para así levantarla.

—Eh... Ya —comienzo a hablarle, y aunque sus cristalinos ojos me observan es como si no lograra verme y, tras sacudir la cabeza continúa hablando.

—Odio el apocalipsis, odio a los malditos caminantes y odio a los hijos de puta que rondan por ahí creyéndose malditos sobrevivientes lastimando a todo aquel indefenso que caiga en sus garras; ¡odio pretender que todo está bien, porque no lo está!

Presiono los dientes e intentando no sentirme demasiado estúpido reacciono de la única forma que me parece adecuada; atrayéndola hasta mi cuerpo, mientras froto su espalda tan despacio como se me es posible.  Pues a pesar de todo; a pesar de la desconfianza y el que la chica no me caiga bien debo decir, que si bien las situaciones son bastante distantes ella me recuerda bastante a mí aquél día que hallé a Merle como un caminante. Empatía, simple empatía es lo que me permite reaccionar así.

—Dios, ¡la extraño demasiado! —exclama contra mi pecho, confirmando mis creencias.

La siseo con tranquilidad y ella asiente repetidas veces mientras presiona el animal de felpa entre sus manos.

—Lo lamento —se aleja de mi mientras se seca las lágrimas con las mangas de su sudadera—. Es solo que este lugar me recuerda demasiado a ella y, no lo sé, quizás mi subconsciente sabe que eres el único que quizás comprendería un poco lo que siento, porque nos viste antes, no lo sé.

Se lleva las manos al rostro y las presiona contra él, y sé que aún se esfuerza para no continuar llorando. Me acomodo la ballesta en la espalda y la llamo por su nombre, y aunque ella simplemente mueve la cabeza en un asentimiento y es probable que siquiera me escuche, le hablo, porque supongo que si no lo hago ahora jamás lo haré:

—Lo siento.

—¿El qué?

Tenso la mandíbula y me cuestiono por última vez si realmente lo haré.

Exhalo.

Y es que ahora la miro y mis propias palabras me aturden; todo aquello que le dije en Atlanta, quizás aquella no era la forma. Pero lo más importante, quizás si las hubiera ayudado en vez de gritarles las cosas serían diferentes.

—Lo ocurrido con ella —le digo, porque sinceramente no soy capaz de disculparme por mi actuar. 

Me mira con los ojos aún cristalizados y asiente mientras se seca las lagrimas conforme sacude la cabeza y se inclina para coger la bolsa de plástico en que guardó lo que halló para Judith. 

—Gracias. 

Frunzo un poco el ceño y la observo, desconcertado. 

—Por no actuar como un imbécil —aclara. 

Se vuelve a tallar los ojos y suelta un suspiro. 

—Ay, esto es asqueroso —dice mientras observa las mangas de su campera, húmedas por las lagrimas y, yo me limito a sacudir la cabeza intentando ocultar una sonrisa que se esfuerza por plantarse en mis labios. 

Quizás sea algo estúpido viniendo de mi parte, pero para mi, personas como estas; que aún sufriendo se esfuerzan tanto como se les es posible para mantenerse intocables; fuertes y con vida; esas personas son los reales sobrevivientes. Al fin y al cabo _____ también es una sobreviviente. 

Fantasma del ayer » Daryl Dixon y Tú [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora