24 | pain

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Los rayos del sol provocaban que sus cabellos se vieran más brillantes de lo normal y, conforme revoloteaban con el viento sobre su rostro ella se esforzaba por hacerlos a un lado, alejándolos de su grisácea pero brillante mirada.

Cuando finalmente llegó a mi lado una pizca de gracia recorrió su rostro y se acomodó la mochila de género sobre los hombros.

—¿Qué tienda asaltáremos hoy? —interroga conforme se monta sobre la motocicleta, apoyando una de sus manos sobre mi hombro para tener mejor equilibrio.

—Ya no hay tiendas —le contesto, soltando el embriague y, asimismo, maniobrando la motocicleta para abandonar el lugar.

—¿Entonces adónde iremos?

Le doy una mirada rápida por sobre mi hombro y puedo ver como se acomoda los cabellos con una mano y aumenta la fuerza en el agarre que ejerce sobre mi cintura para no caer.

—A ese hotel enorme que hay junto a la casa de ancianos en la avenida principal.

—Intenso —dice cerca muy de mi oído y no puedo evitar sonreír—. Espero que sus últimos huéspedes hallan dejado algo útil.

No le respondo, simplemente me limito a asentir y mantener la mirada fija en el camino por el que avanza la motocicleta, y me pregunto si esta vez realmente hallaremos algo útil, pues luego de que Rick se encargara de Ezekiel —convenciéndolo, lo que ciertamente no sé como logró— el objetivo está claro; debemos conseguir tantas armas, provisiones u objetos que nos sean de utilidad en la guerra que pronto comenzaremos, pues al fin y al cabo esta vez solo tenemos dos alternativas; ganar esta lucha contra Negan y Los Salvadores o, simplemente, morir en el intento.

Finalmente, luego de media hora en que seguí el camino hasta llegar al hotel detengo la motocicleta y me acomodo el cabello antes de bajar del vehículo. Observo de soslayo a _____, percatándome de como, rendida, se esmera en atarse el cabello en una trenza. Sacudo la cabeza con cierta gracia y luego vuelvo mi atención a la motocicleta, de donde retiro mi ballesta, para después encaminarme hacia la puerta giratoria que adorna la entrada al hotel. Elevo mi mano y toco el cristal de la puerta, y observo las yemas de mis dedos, que se hallan cubiertas de un espeso líquido color escarlata. Le enseño ambos dedos a _____ y ella asiente de inmediato, retirando asimismo una machete con el que carga desde que comenzamos las expediciones. Y, de esta manera, con las armas empuñadas y listas para atacar nos adentramos al lugar con total sigilo, procurando emitir el menos sonido posible, pues si bien acostumbrábamos golpear algo al entrar para llamar a los posibles caminantes que hubieran dentro, en esta ocasión el edificio es exageradamente grande y, sinceramente, siquiera soy capaz de imaginar cuantos caminantes podrían venir a nosotros si llamáramos​ su atención.

Esquivo, a paso ligero y con la ballesta en alto los vidrios esparcidos por los pasillos, y me encaramo sobre la típica barra que adorna las recepciones en busca de algo útil, hallando nada más que un putrefacto cuerpo de un hombre de ropas oscuras, al que, tras colarme a su lado, le reviso los bolsillos, hallando allí un juego de llaves y un encendedor que guardo en mis bolsillos. Me incorporo y le echo una ojeada al mostrador, en el que cubierto de una gruesa capa de polvo y sangre logro divisar las difuminadas marcas de dedos. Suspiro y rodeo el objeto hasta alcanzar a _____, quien a unos metros camina pasando su vista del suelo al techo repetidas veces. Finalmente me dedica una mirada cómplice y cuando me dedico a observar el lugar que ella me pide me percato de como pronunciados trozos de concreto adornar varias partes del suelo, mientras que en el techo los agujeros son bastantes visibles, aun más por las partículas de polvo que caen cada segundo de ellos.

Le hago una seña a _____ para que continúe y ella, reforzando el agarre en su machete comienza a hacerse paso entre los escombros, hasta que finalmente llegamos a las escaleras, donde disminuimos aún más el ritmo, esquivando los cadáveres y, al menos yo, intentando no acabar haciendo arcadas por el desagradable olor a putrefacción que emana de cada uno de los cuerpos. Finalmente, cuando nos hallamos en la segunda planta la caminata se vuelve más dificultosa y debemos esquivar los agujeros en el suelo además de procurar que el lugar donde pisamos no está a punto de caer, hasta que logramos adentrarnos a una de las habitaciones de paredes color crema, una gran cama matrimonial en el centro, un armario de color café, una puerta que de seguro da al baño y un gran ventanal que da aun balcón, frente al cual un caminante comienza a gruñirnos conforme se esfuerza por alcanzarnos, lo que se le ve fructuoso cuando disparo una de mis flechas incrustándola en su cráneo; inmediatamente me hago paso entre el lugar hasta alcanzar el armario, el que comienzo a revisar de inmediato, sin hallar nada que realmente valiera la pena. 

Fantasma del ayer » Daryl Dixon y Tú [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora