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La castaña me observa durante un instante y luego vuelve su mirada a la cerradura de la puerta, en la que tras introducir su navaja y forcejar un momento logra abrir y sin prisa se adentra a la casa.

—Te toca la planta alta —me avisa antes de encaminarse a la cocina.

Me retiro la ballesta de los hombros y la mantengo a la altura de mi pecho con una flecha lista para disparar mientras subo las escaleras.

Ciertamente la casa se encuentra en bastante buen estado, incluso en uno mejor que todas las que revisamos anteriormente lo que si bien me da buenas expectativas y aumenta la posibilidad de hallar algo útil y en buen estado, también me dice que no sería extraño hallar algún caminante aún encerrado aquí.

Me acerco a la primera puerta y la abro de golpe elevando la ballesta, descubriendo como aquella pequeña oficina se encuentra intacta, y con todos y cada uno de sus objetos en orden; desde los estantes repletos de libros hasta el escritorio en una de las esquinas del lugar.

Atravieso la habitación hasta el escritorio, en el que me esmero en remover las porquerías sobre él sin hallar nada realmente útil. Rodeo la mesa al no encontrar y abro el único cajón de esta, en el que tras rebuscar entre hojas y carpetas me topo con una pequeña bolsa de terciopelo, en la que dentro se halla una delgada gargantilla de plata con una simple gema de color esmeralda, que tras observar un par de segundos me guardo en el bolsillo trasero de mi pantalón y, cogiendo nuevamente la ballesta salgo de la habitación. 

La siguiente habitación a la que me adentro se encuentra un tanto más desordenada, sin embargo no porque alguien haya entrado a saquearla, sino simplemente porque de seguro al adolescente dueño de la habitación no le sobraba tiempo luego del instituto —y de ver porno y todas esas idioteces que ellos hacen— como para limpiarla, y aunque me esfuerzo enormemente para hallar algo útil lo único en buen estado que encuentro son unas cuantas camisas y un par de pantalones que estoy seguro le calzarían excelente a Carl, de lo que solo me permití coger una de las camisas y guardarlas en la bolsa de plástico que mantenía atada en mi cinturón con las cosas que ya habíamos cogido de las casas anteriores, pues creo sinceramente que debo centrarme mayormente en hallarlos antes de aproximarme y entusiasmarme con ello.

Por último, tras adentrarme a la última habitación no transcurre más de una fracción de segundo antes de que el par de caminantes que yacen dentro se me abalancen encima, de los que solo logro acabar con uno antes de que el siguiente; un putrefacto y bastante robusto hombre se me abalance encima haciéndome perder el equilibro y balancearme un instante antes de lograr golpearle con la ballesta y hacerle caer de espaldas, para así dispararle una flecha.

—¿Estás bien? —me vuelvo un instante al oír la pregunta de _____, quien de seguro debió oír desde abajo el ruido.

—Sí.

La castaña asiente con los labios apretados y se limita a pasar junto a mí y adentrarse a la habitación.

Me encamino a través del lugar y retiro mis flechas de los cuerpos de los caminantes para luego guardarlas en su lugar y, con la ballesta ya sobre los hombros, comenzar a revisar los armarios y estantes de la habitación matrimonial.

—Daryl —la castaña me llama, y cuando me giro a observarla la encuentro a un par de pasos de mí, extendiendo un arma por la culata hacia mí.

Cogo el arma con mi mano derecha y la observo un instante antes de revisar el cargador, encontrándome con que éste se encuentra lleno. Aprieto la mandíbula un instante y acomodo el arma en mi mano antes de extenderla en su dirección.

—Deberías cogerla tú, no siempre podrás utilizar una navaja.

La castaña observa el arma y se encoge de hombros.

—Prefiero armas más silenciosas la verdad..., además me siento a gusto con ella —añade palmeando el cuchillo que cuelga de su cinturón.

Frunzo un poco el ceño y doy un paso hasta ella y vuelvo a elevar mi mano con el arma en ella, hasta que finalmente _____ la coge soltando un vivaz suspiro.

—Bien. —suelta, cogiendo el revólver para luego guardárselo en la parte trasera del pantalón— Deberías continuar, iré a asegurarme de no haber pasado nada por alto allí abajo —concluye con las cejas en alto antes de abandonar la habitación.

Vuelvo a coger la bolsa de plástico que deposité sobre la cama y me esmero en continuar con mi búsqueda, aunque tras varios minutos en ello no encuentro nada a qué realmente sacarle provecho, por lo que simplemente me ato la bolsa nuevamente al cinturón y atravieso el pasillo hasta bajar las escaleras.

—Eh, silencio.

—¿Qué pasa? —apresuro mi paso hasta acomodarme junto a la castaña, quien colándose entre una de las persianas del salón observa el exterior. 

Dando un paso hacia su izquierda me permite observar lo que ocurre al otro lado de la ventana, donde unos cuantos caminantes deambulan.

—Solo son cuatro, nada de qué preocuparse.

—No es eso Daryl —me da un pequeño empujón con la cadera y señala con su dedo índice la casa de en frente, donde al observarla con atención me percato de como en ella un nuevo caminante insiste en golpear la puerta—, debe de haber alguien.

Frunzo el ceño y sacudo la cabeza encogiéndome de hombros.

—Debe de ser algún idiota, no te angusties.

Me acomodo la ballesta en los hombros y me alejo de la ventana.

—¿Hallaste algo útil? —le cuestiono analizando la habitación, sin embargo aunque espero durante varios segundos una respuesta no la obtengo y, cuando me giro en su dirección la encuentro balanceándose de un lado a otro de la ventana, como si quisiera observar algo más allá de su campo visual.

—Daryl.

—¿Qué?

—Daryl, es Carl —logro oír como suelta antes de abrir la puerta y echarse a correr.

Fantasma del ayer » Daryl Dixon y Tú [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora