VI

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El grupo salió muy pronto después de comer. El señor Parker no iba a quedarse tranquilo si no efectuaba en seguida una visita a la biblioteca, al registro de suscripciones, y Charlotte se alegró de ver cuanto pudo, y lo más deprisa que pudo, dado que todo era nuevo para ella. Habían salido a la hora más tranquila en una estación balnearia: cuando casi todos los veraneantes se dedicaban a la importante tarea de comer o reposar la comida; algún señor mayor se veía aquí y allá, obligado a pasear por motivos de salud; pero en general, había una completa ausencia de gente, una tranquilidad y un vacío en la Terraza, el acantilado y la playa.

Las tiendas estaban desiertas, las cintas y los sombreros de paja parecían abandonados a su suerte dentro y fuera del establecimiento, y la señora Whitby, en la biblioteca, estaba en su cuarto, leyendo una novela por falta de ocupación. El número de subscriptores era el normal. A los nombres de lady Denham, la señorita Brereton, el señor y la señora Parker, sir Edward Denham y la señorita Denham, que podía decirse que encabezaban la temporada, sólo seguían los de la señora Mathews, la señorita Mathews, la señorita E. Mathews, la señorita H. Mathews, el doctor Brown y señora, el señor Richard Pratt, el teniente Smith R. N., el capitán Little, de Limehouse, la señora Jane Fisher, la señorita Fisher, la señorita Scroggs, el rev. señor Hanking, el señor Beard —abogado, de Grays Inn—, la señora Davis y la señorita Merryweather.

El señor Parker no pudo por menos de observar que la lista no sólo carecía de distinción, sino que era menos nutrida de lo que había esperado. Sin embargo, aún era julio, y los meses importantes eran agosto y septiembre; y además, las prometidas familias numerosas de Surrey y Camberwell eran un consuelo al alcance de la mano.

La señora Whitby salió inmediatamente de su escondrijo literario, encantada de ver de nuevo al señor Parker, cuya manera de ser despertaba la simpatía de todo el mundo, y se dedicaron a intercambiar cortesías y novedades mientras Charlotte, tras añadir su nombre a la lista a modo de primera aportación al éxito de la temporada, se entretuvo en hacer algunas compras inmediatas para regalar después a todos, cuando consiguió hacer bajar de su tocador a la señorita Whitby con todo el arreo de rizos lustrosos y vistosos pelendengues.

La biblioteca, naturalmente, abastecía de todo: tenía todas las cosas inútiles del mundo de las que no se podía prescindir. Y ante tantas tentaciones, y tanta disposición del señor Parker a animar a comprar, Charlotte empezó a comprender que debía contenerse... o más bien reflexionó que a los veintidós años no podía haber excusa para no hacerlo, y que no estaba bien gastarse todo el dinero la primera noche. Cogió un libro; resultó ser un tomo de Camilla [novela de Fanny Burney, publicada en 1796. Su heroína sufre los tópicos trasiegos de la novela sentimental.]. No tenía la juventud de Camilla, y no tenía intención de vivir su desgracia; así que se apartó de los cajones de sortijas y broches, reprimió nuevas tentaciones y pagó lo que había escogido.

Para su satisfacción personal, iban a dar una vuelta por el acantilado... Pero al abandonar la biblioteca toparon con dos damas cuya llegada hizo necesario cambiar de plan: lady Denham y la señorita Brereton. Habían estado en Trafalgar House, donde las habían dirigido a la biblioteca; y aunque lady Denham era demasiado dinámica para considerar que tras un paseo de kilómetro y medio hiciera falta descansar, y habló de volver a casa directamente, los Parker sabían que le encantaba que le insistieran en que los acompañara y la obligaran a tomar el té con ellos; así que renunciaron al paseo por el acantilado y regresaron inmediatamente a casa.

—No, no —dijo su señoría—. No quiero que por mí adelanten ustedes su hora del té. Sé que les gusta tomarlo tarde. Mi horario temprano no tiene por qué causar molestias a mis vecinos. No, no, la señorita Clara y yo regresamos a casa a tomar nuestro té. No hemos salido con ninguna idea. Sólo queríamos verlos y asegurarnos de que habían regresado; pero ahora nos volvemos a casa.

Jane Austen - SanditonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora