XII

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Charlotte llevaba diez días en Sanditon sin haber pisado Sanditon House, ya que todos sus intentos de visitar a lady Denham se le habían frustrado al encontrarse con ella por el camino. Pero esta vez se propuso de manera más decidida hacer esa visita, a hora más temprana, a fin de no descuidar su atención a lady Denham ni su propia distracción.

—Si se presenta la ocasión, cariño —dijo el señor Parker (que no pensaba acompañarlas)—, creo que estaría bien que le hablaras de la situación de los pobres Mullin, y tantear si estaría dispuesta su señoría a asumir una suscripción para ayudarles. No soy partidario de suscripciones benéficas en un pueblo como éste. Es una especie de impuesto a todo el que viene. Pero su situación es muy apurada, y ayer medio le prometí a la pobre mujer que haría algo por ella. Creo que debemos promover una suscripción, y cuanto antes mejor. Y el nombre de lady Denham en la cabeza de la lista sería un comienzo de lo más eficaz. ¿No te importará hablarle del asunto, Mary?

—Lo haré si quieres —contestó su esposa—; aunque tú lo harías mucho mejor. Yo no sabré qué decir.

—Mi querida Mary —exclamó él—, es imposible que no sepas qué decir. No puede ser más sencillo. Sólo tienes que explicarle la situación desesperada de esa familia, la angustiosa súplica que me ha hecho, y que estoy dispuesto a promover una pequeña suscripción para ayudarles, siempre que cuente con su aprobación...

—Lo más fácil del mundo —exclamó la señorita Diana Parker, que casualmente había pasado a verlos—. Eso se hace en menos tiempo del que habéis tardado en abordarlo ahora. Y ya que vas a hablarle a lady Denham de suscripciones, Mary, te agradeceré que le menciones un caso tristísimo que me han expuesto y que es de lo más conmovedor: hay una pobre mujer en Worcestershire a la que unas amigas mías tienen muchísimo interés en ayudar, en cuyo favor me he comprometido a recaudar lo que pueda. Quisiera que le comentases también este caso. Lady Denham puede contribuir, si se la ataca debidamente; y yo la considero la clase de persona que, una vez que has logrado que abra la bolsa, tan capaz es de dar cinco guineas como diez. Y si ves que la has cogido en buen momento, podrías también hablarle en favor de una asociación benéfica en la que unas cuantas y yo hemos puesto mucho empeño: se trata de la creación de un ropero benéfico en Burton on Trent. Luego está la familia de ese pobre hombre que ahorcaron en York tras el último juicio; que, aunque hemos reunido ya la cantidad que hacía falta para sacarlos, si lograras que te diese una guinea para ellos, no estaría nada mal.

—¡Mi querida Diana! —exclamó la señora Parker—, tengo tantas posibilidades de hablar de todo eso a lady Denham como de volar.

—¿Dónde está la dificultad? Ojalá pudiera ir contigo; pero dentro de cinco minutos tengo que estar en casa de la señora Griffiths... para animar a la señorita Lambe en su primer baño. Es tan asustadiza la pobre criatura que le he prometido ir a darle ánimos, y entrar en la máquina con ella, si quiere. Y en cuanto termine tengo que volver corriendo, porque Susan se pone las sanguijuelas a la una, lo que me va a tener ocupada unas tres horas. Realmente no tengo un momento libre; aparte de que (entre nosotras) ahora mismo debería estar en la cama porque casi no me tengo en pie; así que en cuanto terminemos con las sanguijuelas, creo que nos retiraremos las dos para el resto del día.

—Pues lo siento de veras. Si es así, espero que venga Arthur.

—Si Arthur sigue mi consejo, se meterá en la cama también, porque como ande por ahí solo, comerá y beberá más do lo debido. Pero como ves, Mary, es imposible que te acompañe a casa de lady Denham. 

—Pensándolo bien, Mary —dijo su marido—, prefiero que no te molestes en hablar a lady Denham de los Mullin. Aprovecharé la ocasión para visitarla yo. Sé lo poco partidaria quieres de imponer a nadie un asunto del que no quiere saber nada.

Jane Austen - SanditonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora