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Cuando se reunieron antes de la cena, el señor Parker estaba mirando la correspondencia. 

—¡Ni una línea de Sidney! —dijo—. Es un perezoso. Le escribí contándole mi accidente en Willingden y creí que se dignaría contestarme. Pero tal vez eso significa que va a venir. Confío en que así sea... Pero aquí hay carta de una de mis hermanas. Ellas nunca fallan. En lo que toca a correspondencia, las mujeres son las únicas en las que se puede confiar. A ver, Mary —sonriendo a su esposa—, antes de abrirla: ¿cómo imaginamos que se encontrarán de salud sus autoras?... O mejor: ¿qué diría Sidney si estuviese aquí? Sidney es un frescales, señorita Heywood. Y asegura que buena parte de las dolencias de mis hermanas son imaginación; pero no es verdad, o no del todo. Tienen una salud delicada, como ya nos ha oído comentar muchas veces, y son propensas a muy graves trastornos. A decir verdad, creo que no han tenido un solo un día en que no les haya dolido nada; y a su vez son mujeres tan dispuestas y de tanto carácter que, cuando se trata de colaborar, ponen tanto empeño en su esfuerzo que causan una impresión extraordinaria a quienes no las conocen bien. En realidad carecen de afectación. Lo que pasa es que tienen una constitución más débil y un espíritu más fuerte de lo que se suele ver por ahí, tanto junto como separado. Y siento decir que mi hermano menor, que vive con ellas y tiene poco más de veinte años, es casi tan inválido como ellas. Está tan delicado que es inútil para cualquier profesión. Sidney se ríe de él; pero no es ninguna broma. Aunque Sidney hace a menudo que me ría de ellos a mi pesar. Bueno, si estuviese aquí apostaría a que Susan, Diana o Arthur cuentan en esta carta que han estado al borde de la muerte este mes pasado.

Tras echar una ojeada a la carta, meneó la cabeza y empezó:

—Siento decir que no hay posibilidad de que vengan a Sanditon. Dan una información imparcial de ellas. Sinceramente, muy imparcial. Mary, te entristecerá saber lo mal que se han encontrado y se encuentran. Si me permite, señorita Heywood, leeré en voz alta la carta de Diana: me gusta que mis amigos se conozcan entre sí, y me temo que éste es el único medio de que dispongo para lograrlo entre ustedes. No me da ningún apuro por Diana, porque sus cartas la muestran tal como es: el ser más dinámico, simpático y afectuoso de cuantos existen, por lo que no tiene más remedio que causar buena impresión.

Leyó: «Querido Tom: Hemos sentido mucho tu accidente, y si no fuera porque dices que has caído en tan buenas manos, habría corrido a tu lado contra viento y marea al día siguiente de recibir tu carta, aunque me cogió en medio de un agravamiento más fuerte de lo normal de mi vieja afección biliar, y apenas soy capaz de arrastrarme de la cama al sofá. Pero ¿cómo te han tratado? Cuéntame más detalles en la próxima. Si es efectivamente una simple torcedura, como tú la llamas, lo más sensato habría sido una friega, una friega con las manos tan sólo, suponiendo que te la dieran inmediatamente. Hace dos años, estaba yo de visita en casa de la señora Sheldon cuando su cochero se torció casualmente el pie limpiando el coche y a duras penas fue capaz de llegar cojeando a la casa; pero gracias a la inmediata aplicación de una friega persistente (le froté el tobillo con mis propias manos durante seis horas seguidas), se puso bien a los tres días. Te agradezco mucho, querido Tom, tu amabilidad con nosotras, poniéndonos al corriente con tanto detalle de tu percance. Pero te ruego que no vuelvas a exponerte al peligro buscando un boticario para nosotras, pues aunque hubieras reclutado para Sanditon al hombre más experimentado de su profesión, no sería ninguna garantía para nosotras. Hemos roto completamente con la tribu médica entera. Hemos estado visitando un médico tras otro en vano, hasta que hemos llegado a la conclusión de que no pueden hacer nada por nosotras y debemos confiar en el conocimiento que tenemos de nuestra precaria condición para cualquier alivio. Pero si consideras aconsejable por el interés del pueblo llevar un médico ahí, me ocuparé encantada de ese encargo, y no te quepa ninguna duda de que lo cumpliré. Puedo poner inmediatamente toda la carne en él asador. En cuanto a ir a Sanditon, me es del todo imposible. Lamento decir que no me atrevo a intentarlo: mi intuición me dice que en mi estado actual el aire marino sería probablemente la muerte para mí. Y ninguno de mis queridos compañeros me dejará, como tampoco les animaré yo a que vayan a pasar contigo un par de semanas. Porque dudo sinceramente de que los nervios de Susan resistan ese esfuerzo. Lleva soportando un dolor de cabeza y seis sanguijuelas al día desde hace diez; aunque la alivian tan poco que hemos creído conveniente cambiar de tratamiento, y hemos llegado a la conclusión, después de meditarlo, de que gran parte del mal le viene de las encías, así que la he convencido de que ataque el mal por ahí. Total, que le han extraído tres muelas y ha mejorado sensiblemente, aunque tiene los nervios bastante alterados. Apenas si puede hablar en susurros, y se ha desmayado dos veces esta mañana al intentar el pobre Arthur reprimir su tos. Él, me alegra poder decirlo, se encuentra relativamente bien, aunque más débil de lo que yo quisiera; y temo por su hígado. De Sidney no sé nada desde que estuvisteis los dos en la capital, pero infiero que no ha llevado a cabo su plan de ir a la isla de Wight; de lo contrario le habría visto de paso. Deseamos muy sinceramente que paséis un buen verano en Sanditon, y aunque no podemos contribuir personalmente a tu Beau Monde, hacemos cuanto podemos por enviarte personas de merecimiento: creo que seguramente podremos mandarte dos familias numerosas, una de un rico indiano de Surrey, la otra de un respetabilísimo internado o academia de señoritas, de Camberwell. No quieras saber la de intermediarios que he utilizado en esto: una complicación. Pero el éxito compensa de sobra. Un cariñoso abrazo».

—Bien —dijo el señor Parker al terminar—. Aunque seguramente Sidney encontraría esta carta de lo más divertida y nos haría reír sin parar durante media hora, confieso que yo no la veo sino muy digna de compasión, y muy digna de elogio. ¡Con lo que sufren, observará que se esfuerzan en contribuir al bien de los demás! ¡Cómo se preocupan por Sanditon! Dos familias numerosas: a una le asignaremos probablemente Prospect House, y a la otra, el número 2 de Denham-place... o la casa del final de la Terraza; además hay camas de sobra en el hotel. Ya le decía yo, señorita Heywood, que mis hermanas son mujeres excelentes.

—Estoy segura de que son extraordinarias —dijo Charlotte—. Me admira el tono alegre de la carta, a pesar de cómo se encuentran las dos. ¡Tres muelas de una vez! ¡Qué horror! Puede que su hermana Diana esté muy mal, pero que a su hermana Susan le hayan sacado tres muelas me parece muchísimo peor.

—Bueno, ellas están acostumbradas a las operaciones... a toda clase de operaciones. ¡Y tienen mucha fortaleza!

—Sin duda sus hermanas saben lo que hacen, pero creo que van demasiado lejos en sus medidas. Si yo estuviese enferma de lo que fuera, querría contar con el consejo de un profesional; no me atrevería a decidir por mí misma, ni por nadie de los míos. Pero nosotros hemos sido siempre una familia sana y no sé qué experiencia puede dar la costumbre de automedicarse.

—A decir verdad —dijo la señora Parker—, creo que las señoritas Parker lo llevan a veces demasiado lejos. Y tú piensas igual, cariño; lo sabes: a menudo tengo la impresión de que se sentirían mejor si dejaran de pensar tanto en sí mismas... sobre todo Arthur. Sé que crees que es una pena que tengan tanta manía en que está enfermo.

—Claro, claro, cariño; te aseguro que es una desgracia para el pobre Arthur que le animen a dejarse vencer por las indisposiciones en esa etapa de la vida. Es una pena; es una pena que se crea demasiado delicado para desempeñar una profesión... y que a los veintiún años se pase la vida sentado pensando en los intereses de su pequeña fortuna, sin intentar aumentarla, o decidirse a hacer algo que sea provechoso para él o para los demás. Pero hablemos de cosas agradables: esas dos familias numerosas son exactamente lo que necesitábamos. Pero aquí cerca tenemos algo más agradable aún: Morgan con su anuncio de «Comidas».

Jane Austen - SanditonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora