Prólogo

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Para cuando el balón tocó el suelo, supe que Karasuno no era el mismo. Vislumbré incredulidad en sus rostros a la hora de levantarse y para cuando ellos saludaron al grupo había ido a alentarlos, el líbero se limitó a mirar el suelo. Lo conocía de la escuela media. Nishinoya se había vuelto ligeramente más alto y aun así aquel humor salvaje que usualmente poseía, se había desvanecido tan rápido como el remate bloqueado del número diez. Aoba era una escuela fuerte, me habían dicho y sin embargo tenía esperanza. Esa luz que uno ve cuando está por llegar. Esos nervios que te llevan al borde de tus energías. Me sentía fatal para ser un simple espectador. Algo en las jugadas de Karasuno, me tenía obsesionada. Quería verlos jugar.

Pude sentir el cansancio, la frustración en sus cuerpos con solo verlos.

No Me Dejes CaerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora