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Se creía muy genial con su cabello estúpidamente peinado hacia arriba y Akira no hacía más que hacérselo notar. Reían y eso no solo me hacía hervir los nervios, sino que con todo lo que había trabajado en transmitirle mis sentimientos se iría por la borda por sus estúpidas acciones.

Nishinoya, Akira y yo habíamos sido buenos amigos durante la escuela media. Aunque ellos más que yo. Era como una columna de más, sentía que sobraba en aquel ambiente. Me había dado cuenta con rapidez, tenía que ser idiota para no notar que ellos se querían. Tal vez no de la forma que ellos pensaban. Estaba seguro de que Akira terminaría confesándose al final del curso y Nishinoya era tan idiota que ni cuenta se daba de sus propios sentimientos, menos iba a notar los de otra persona.

― ¡Oi, Atsushi! ―Me llamó, golpeando mi espalda, en aquel tiempo, él aún me superaba en altura. Mi máscara era bastante buena contra idiotas. ―Pensé que Akira me estaba buscando. ― Hizo ademán a una nota de colores.

―Nishinoya. ―Realmente me había inspirado en aquello. No iba dejar que me ganara.

― ¿Dónde está Akira? ―Preguntó, ignorándome totalmente. No dejé que la irritación me ganara. Lo sostuve del antebrazo y él medio quejoso se me quedó viendo. Tenía varios moretones, algo que realmente me llamó la atención. ¿Le habían pegado?

―No vayas. ―Su semblante era serio, casi intimidante. En mis ojos se había vuelto más alto, tal vez era su presencia o la forma en la que me miraba. ― No te dejaré. ―Gruñí, armándome de valor al tirar de su brazo. Para mi suerte, lo había tomado por sorpresa. Sus ojos cafés, se abrieron incrédulos en cuanto lo empujé dentro del cuarto abandonado del sótano. Intentó patearme, pero esto lo llevaba paneando desde hacía un mes, no iba a darme por vencido. Trabé la puerta con una silla, sin poder tranquilizarme. Era como una bestia enjaulada. Gritaba golpeando la puerta. Había supuesto que esto pasaría. Era la razón por la cual lo había citado en el lugar más remoto de la escuela. Solo un idiota caería, y así fue.

Era el día del examen integrador. El último examen del año. El más importante.

― ¿No es extraño que Yuu no venga? Estuve preparándose muy duro para este examen. ― Su expresión inocente, daba a entender su preocupación. Miraba a su alrededor sin prestarme atención. De haberlo hecho, se habría dado cuenta de mis nervios. Para mis adentros le respondí que no lo haría mientras veía al profesor entrar al aula. ―Sus cosas están en su lugar.

―Miyazono. ―Riñó el profesor.

― ¡Nishinoya no está! ―Vociferó comenzando a temblar pues revisaba su celular.

―Sabe que está prohibido utilizar el móvil en clase y aún más en una instancia de examen. No me haga suspenderla.

― ¿Yuu? ― Murmuró escondiéndose debajo del banco. ― ¿Dónde estás? No tengas miedo, iré a por ti.

―Akira. ―Intenté llamar su atención de alguna forma.

― ¡No digas mi nombre con tu voz estúpida! ―Chilló levantándose de un salto, señalándome. El profesor, solo fruncía el ceño. Acto seguido, abandonó el aula con un portazo. Aquel hombre, se limitó a tacharla de la lista.

No podía concentrarme. ¿Qué le diría Nishinoya? Joder, me había cavado mi propia tumba. ¿Cómo es que no había considerado algo tan estúpido como su móvil?

Estaba oscuro y mis sentidos captaba cualquier cambio. Unos pasos vacilantes se acercaron a dónde estaba.

― ¿Akira?― Dije sin poder creerme que ella estaba allí.

La puerta se abrió y en su expresión encontré alivio. Seguramente mi rostro demostraba mi preocupación. Tenía la respiración alterada, como si hubiese corrido una hora completa sin frenar. La rodeé con mis abrazos, dándole las gracias.

― Yuu.― Dijo y sentí como se desmoronaba entre mis brazos. La cargué hasta la enfermería como pude pues estaba más que asustado.

Ese día supe que sufría de claustrofobia.

No Me Dejes CaerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora