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Los primeros días de las vacaciones de verano fueron monótonos, sin el equipo de volley no había nada con qué divertirme. Sin embargo una tarde de camino a la tienda de conveniencia una exhibición de gimnasia artística captó mi atención pues había practicado ese deporte hasta el año anterior. Tomé el móvil y le saqué una foto al anuncio para luego empezar a grabar los pequeños trucos que hacían. No eran difíciles pero al ser vistosos, llamaban la atención. Reconocí a una de mis compañeras.

― ¿Hay espacio para una más, Koharu? ―Pregunté una vez finalizada la pequeña muestra. Llevaba una malla enteriza color aguamarina con decorados en blanco, claramente los colores del instituto al que asistía. Ella vino a mí dando un pequeño salto y me abrazó. No me molestó sino que le devolví el gesto con una sonrisa.

―Desde luego, la entrenadora estará feliz de tenerte.

―No llores, se te corre el maquillaje. ―Dije viéndola abanicarse el rostro. Extrañaba esas reacciones suyas.

― ¿Estas mejor de la lesión?―Moví la rodilla, demostrándole que estaba totalmente curada.―Oí que entraste a Karasuno, felicidades. ―Siguió tomando mi móvil. Abrió la cámara y me atrajo a sí nuevamente para tomarnos una foto.

―Aoba Johsai tiene un buen gimnasio. ―halagué una vez había guardado el móvil.

― ¡El capitán de volley es una belleza! ―Exclamó feliz como la fangirl que era. ―Oikawa es inalcanzable, lo sé, pero tiene unos abdominales que te derrites. Una vez entró al gimnasio con la intención de entrenar y Misa-chan tuvo que echarlo.

Era sencillo hablar con ella, pues era muy habladora y no la veía desde hacía unos meses. No quería decirle que Oikawa no me agradaba en lo absoluto. Después de verlo derrotar a Karasuno, no solo no me daba buena vibra, sino que no quería verlo nunca más, en lo posible.

― ¿Misa-chan? ―Pregunté para desviar la conversación, nuevamente al tema principal. ―De todas formas no sé si el director dejará que entrene. Tal vez debería hablarlo, después de todo me gustaría competir con el nombre de Karasuno.

―La entrenadora. ―Respondió automáticamente. ― Bueno, tiene sentido. Espero que al menos vengas a probarte. ¿Sigues hablando con Nishinoya?

―Desde luego. ―Respondí esbozando una sonrisa sin poder evitarlo. Me llevé una mano a la nuca, nerviosa. ― Yuu no ha cambiado nada.

―Me gustaría hablar con él. ―Su tono melancólico no era más que falso y la idea de dejarle hablar con Nishinoya me era imposible de aceptar. No iba a dejar que sus garras siquiera pasasen cerca. Nuestra rivalidad seguía intacta. Desde que éramos pequeñas entrenamos juntas y el deseo de superarnos no cesaba. En el estudio, el amor o el deporte. Competíamos porque era nuestra naturaleza, y nunca sentí que fuera algo malo ni una relación falsa. Simplemente diferente. ―Misa-chan me llama. Fue bueno verte. ¡No olvides enviarme un correo, ¿Vale?!

Ya lejos me limité a saludarla con una mano y me dirigí a casa mucho más tarde de lo que había planeado.

Era un sábado demasiado tranquilo. Le había enviado un par de mensajes a Yuu pero sabía que de todas formas no los leería hasta estar solo. Para distraerme de mi aburrimiento, me vestí con un top deportivo y short de lycra bajo la ropa casual. Si le decía a mi padre a dónde iba, no iba a dejarme. Inventé una excusa simple al despedirme y me dirigí al campo enemigo.

Aoba Johsai separaba sus gimnasios y algo sabía, por parte de Koharu, sobre cómo llegar. Al entrar pedí permiso y la entrenadora que conocía como Misa-chan me sonrió. Le expliqué mis razones para entrenar y ella aceptó pues lo estudiantes estaban de vacaciones así que no habría conflictos hasta que volviesen a empezar las clases.

Saludé a Koharu y me presentó a las demás. Ya aprendería sus nombres en otros momentos. Lo único que quería era entrar en calor, estirar y volver a sentir la adrenalina al realizar una serie. Un rodete era el peinado más cómodo para entrenar. Acostumbraba a usar mallas en los entrenamientos, pero las mías me quedaban chicas a pesar de mi estatura.

―Se nota el chocolate de más. ―Escuché el comentario burlón de Koharu. Instintivamente me cubrí el estómago. Sabía que estaba gorda. No era el momento de dejarme llevar, ya comería menos en la cena.

La entrenadora guío la clase y yo me limité a seguirla. Tras estirar, me envió a medir la tabla de pique con las demás. Me sentía liviana, y lo que amaba de este deporte era que en esas milésimas de segundo en el aire se sentían interminables. El primer aparato fue salto, me sentí como en casa. Sabía que mi nivel no había bajado pero aun así no era fácil volver. Me maree un poco en las piruetas pero, no había nada más satisfactorio que ver la cara de Kahori de incredulidad. No iba a perder tan fácil. Al recepcionar limpiamente una pirueta, le guiñé un ojo retándola a superarme.

Ella no paró en ningún aparato. Tras viga y las paralelas asimétricas quedé exhausta. Kahori me siguió en cada movimiento. Una pasada tras otra el entrenamiento se me pasó muy rápido. Mañana dolería.

―Muy bien, chicas. Estiren y vayan a casa. ―Finalizó la clase mientras comenzaba a estirar. Mi elasticidad estaba algo oxidada pero pronto la recuperaría. Me había gustado volver y esperaba que el director aceptara mi propuesta.

La profesora al ver que me cambiaba, me llamó con la mano.

―Espero volver a verte, Miyazono-san. Para haber dejado unos meses, estás en muy buen estado físico. La elegancia es algo que muy pocas poseen y tú eres una de ellas. Si sigues así, la competencia en Miyagi será muy poca. Recuerda hablarlo con el director, yo hablaré con el director Misaki.

―Muchas gracias, intentaré volver. ―Dije tras hacer una reverencia.

Me despedí de las demás muchachas e intenté volver a casa lo más rápido posible. Una vez en casa, le conté a mi padre lo que había hecho y este muy feliz me abrazó. 

No Me Dejes CaerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora