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Sentía que brillaba. Que mi presencia era parecida a la de Hinata. Lo saludé a Nishinoya mientras entraba al salón.

―Te veo luego. ― Me despedí con una sonrisa. ―Suerte en el examen.

Él me guiñó un ojo para luego alejarse por el pasillo. Últimamente comíamos juntos y yo esperaba a que terminara el entrenamiento para luego volver a casa. Una vez dentro, él se despedía con una mano. Al caminar vi que se acomodaba la cartera negra sobre el hombro.

Pensé que iba todo bien, hasta que volví a ver la sonrisa de Atsushi. Intenté no mirarlo, pero me asustaba el peso de su mirada. Había aprendido a ignorarla, pero siempre sentía que ahí estaba.

Una tarde luego de que el equipo se marchara a Tokio, una mano me tapó la boca. El inconfundible olor a limón que tenía su ropa, me hizo dar un respigo. Quería huir.

― ¿A dónde vas, Akichi? ―El miedo me invadió profundamente. Comencé a temblar, intentando soltarme pero la asquerosa voz de Atsushi me ordenó que me quedara quieta. ― Tu querido Yuu no está en la ciudad. ―Agregó obligándome a retroceder. Le mordí la mano pero no hizo que me soltara.

Tenía miedo y quería encontrar una salida. El muy maldito desde que había entrado al club de natación se había vuelto aún más fuerte de lo que normalmente era. Tanaka junto a Yuu me enseñaron un movimiento que no dudé en usarlo. Casi podía oír las felicitaciones del amigo de Nishinoya en mi cabeza al verlo en el suelo retorciéndose. Le había pateado y sentí que al separarme, recuperaba el aire. La presión en mi pecho desaparecía.

― ¡No me toques! ―Grité con nerviosismo. Busqué con la mirada a alguien que me defendiera. No. Tenía que defenderme sola o no podría enfrentarme nunca a él.

―Cálmate.―Habló una persona que no supe identificar. Me volví temerosa, sentía mis manos temblar. Un grupo de muchachos me miraba. Casi todos ellos tenían la misma altura. ―Eres idiota, Sasaki. ―El rubio que habló ayudó a Atsushi.

La risa de Atsushi era cínica y algo apagada pues tenía una mano cubriendo su boca. Supe en ese momento de quién había aprendido a sonreír de aquella forma tan irritante.

―Te dije que fueras suave al hablarle nada de detenerla contra su voluntad. ―Siguió pasándose una mano por el cabello. Apreté el bolso contra el pecho. Se acercó a mí, obligándome a retroceder. Choqué contra el pecho de Atsushi y asustada finalmente escapé.

No me caracterizaba por ser valiente ni mucho menos veloz. Las piernas me dolían y el pecho me quemaba. Tosí recomponiéndome contra un árbol. Saqué el móvil y marqué su número. No esperaba que atendiera, pero quería escuchar su voz de todas formas.

― ¿Yuu? ―Intenté que mi voz no fallara, pero ahí estaba ese miedo irracional. Quería creer que nadie me seguía pero sentía una mirada en la nuca. ―Te necesito. ―Alcancé a decir antes de que la batería de mi celular muriera.

No me faltaba mucho para llegar a casa, así que seguí corriendo. En la puerta había un gato. Uno negro con manchas blancas. Se parecía al mío en Tokio, que se había quedado con mi madre pues mis padres estaban separados. Me apenaron sus maullidos al cerrarle la puerta. No quería problemas con papá ese mismo día. Escaleras arriba, me encerré en mi habitación. Me deshice del uniforme y conecté el celular para dejarlo cargar mientras me daba una ducha rápida.

Pensé que me relajaría, pero fue todo lo contrario. No quería salir a comprar la cena ni mucho menos abandonar mi cuarto. Tomé nuevamente el móvil, viendo por la ventana. Aquel gato insistía en entrar. El teléfono empezó a vibrar a lo que abrí esperando que esta vez fuera Noya.

―Es la primera vez que respondes tan rápido. ―La voz despreocupada pero feliz de mi madre me hizo sacar una sonrisa.

―Pensé que eras otra persona. ―Respondí con timidez.

No Me Dejes CaerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora