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Por el rabillo del ojo vi entrar a Atsushi, parecía cansado y venía acompañado de Daichi. La mujer que estaba a mi cargo, me había prohibido moverme y tampoco es que quisiera. Daichi asomó su rostro, con una pequeña sonrisa nerviosa. Le devolví la sonrisa para que se tranquilizara. Si él estaba conmigo, Nishinoya no tardaría en venir.

― ¿Cómo te encuentras? ― Su expresión era la de un padre preocupado por su hijo. Apenas lo conocía y él ya confiaba en mí. ―Hinata vino avisarnos del problema.

Noté que había evitado usar el término pelea. Se notaba que estaba en último año.

―Puedo respirar. ―Intenté bromear, pero al ver el rostro preocupado de Nishinoya al entrar, sentí que me tensaba nuevamente. Era como un déjà vu .― Yuu, lo siento.

El capitán miró sobre su hombro sorprendido. Sugawara lo acompañaba al igual que Hinata. Kageyama, por otro lado, esperaba que lo atendieran. El pelirrojo se acercó a la cama con una pequeña sonrisa adornando su rostro.

―Akira-san, me alegra que estés mejor, estaba muy nervioso. ¡Apenas respirabas! ―Una mano, diría que con fuerza, lo calló. Sugawara me saludó en silencio con gesto de la cabeza al igual que Azamune.

― ¡Venga, que este no es nuestro asunto! ―Dijo Suga, dándoles una mirada que si fuera ellos, me habría dado miedo. Nishinoya, en cambio, solo bajó la mirada.

―Yuu no te vayas tú también. ―Sollocé reincorporándome. Buscaba mis zapatos con desesperación cuando una mano me detuvo. Era cálida y amable, familiar.

―Estoy justo aquí. ―Alcé la vista, sintiéndome mareada de un momento a otro. ― No llores. ―De verdad quería hacerlo, simplemente mi cuerpo no me dejaba.

―Yuu. ―Murmuré entre sollozos, mientras dejaba que él me acomodara el cabello. Me obligó a recostarme pero yo lo único que quería era abrazarlo.

Deseaba saber la razón por la cual su cercanía no me molestaba. El porqué de la confianza que transmitía. A su lado se sentía bien.

―Tengo que volver a clase. ― En sus ojos podía ver la tristeza que no supo cómo esconder, y en sus palabras una mentira. Tiré de su muñeca antes de que se alejara aún más.

―Tengo que decírtelo o voy a explotar. ―Quise seguir, pero él me tapó la boca con su mano libre y por primera vez desde que había llegado, me miró a los ojos.

Estaba sonrojado hasta la punta de las orejas y el cabello alborotado. Sorprendida no pude apartar la vista de él.

―No es el momento indicado. ―Susurró a media voz, apartando la mirada con nerviosismo. ―Mañana a las ocho, después del entrenamiento, por favor ven al gimnasio.

Asentí sin saber que responder. No conocía esa faceta de Nishinoya. Nunca me había hablado con tanta formalidad pues nos habíamos conocido de pequeños. Me tomó desprevenida, y pude reaccionar a tiempo. Se fue, dejándome con dos pares de ojos demasiado atentos.

― ¿Akira-san, tiene fiebre? ―Kageyama quiso saber. Más que avergonzada me tapé con las sábanas. Maldito Kageyama señalando lo obvio en voz alta.

―Ya sabía que pertenecías a club de idiotas y ahora te has convertido en rey. ― Escuché como Atsushi se burlaba y un gruñido de parte de Tobio, quién se limitó no responder

―Estoy bien, gracias Kageyama-san. ―Le hice saber cuándo noté que me tranquilizaba.

La enfermera me guiñó un ojo al tenderme el permiso. Suspiré volviéndome al pequeño espejo del baño. Finalmente me arreglé el moño sin poder dejar de pensar en las palabras Nishinoya. Faltaba demasiado para el otro día y tampoco quería que llegara. Era como un libro. Ese deseo de que saber cómo termina la historia y a la vez no querer terminarlo o que haya una continuación sin fin.

El profesor de inglés aceptó mi pase y fui directo a mi lugar. Saqué mi libreta de apuntes y sin embargo, no pude concentrarme.

Esperaba que el tiempo pasara más rápido.

―Si te diviertes, el tiempo pasa volando. ―Resonó la voz en un pequeño Nishinoya en mi cabeza. ―Solo tienes que disfrutar cada momento.

Parecía muy fácil cuando era pequeña, y se volvía más complicado cuando creía. Disfrutar no era fácil y más con la cara de tu profesor esperando una respuesta.

― ¿Miyazono, va a responder? ― Mierda. El pánico me inundó.― ¿Es que aún no se siente bien?

―Es que no quería perderme la clase. ― Mentí con descaro, fingiendo timidez. Para mi suerte, funcionó.

―Me halaga, Miyazono, pero por favor preste atención la próxima vez. Fujimoto-san, siga con la lectura.

Iba a ser un día muy largo.

Cuando acabaron las clases, me salté las tareas de limpieza y fui directo a la enfermería. Gracias a los senpai, la enfermera nos cubrió. Al parecer le gustaban las historias de amor y mi salud no era mala. Casi muero, me repetí, pero valió la pena. Reí sin darme cuenta de la persona delante de mis ojos.

― ¡Kageyama! ―saludé sin saber cómo demostrarle mi aprecio. ― Veo que la hinchazón ha bajado, gracias por salvarme. ― Él se llevó una mano al cuello, ocultando su vergüenza.

―No es nada. Solo pasábamos. Hinata fue el primero en verte. ―Respondió con una ¿sonrisa? Daba miedo, he de decir. Pero lo intentaba.

― ¿Están saliendo? ― Me atreví a preguntar, para satisfacer mi ego. Su expresión y rostro lleno de color. Era lo que esperaba. ― ¿Es muy apresurado aún?

―Callaté. ― Bufó a lo que intenté no reír.

―No sé que esperas. ―Intenté pincharlo con diversión.

―Lo mismo que tú, una oportunidad. ―Respondió con seguridad, esta vez sonrió ampliamente. Como si se enfrentara a un enemigo invencible, aunque solo era una persona que le correspondía. Dejó una mano en mi cabeza, revolviendo mi cabello. Acto seguido, se encaminó a la salida.

No Me Dejes CaerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora