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Era lunes, el primero de muchos que no me había levantado tarde. Para cuando llegué al colegio había muy poca gente en los pasillos y como le había escrito a Yuu, hablaría con el director.

Tras varias preguntas que encontraba sin sentido, declaró que solo entrenaría en Aoba Johsai con la condición de competir bajo el nombre de Karasuno. No me negué en absoluto puesto que era lo que quería. Me dejaría salir antes, pero tendría que recuperar las clases los sábados. Si lograba progresar, y lograba juntar interesados en el deporte, me haría el favor de compartir el gimnasio con otros clubes. Realmente no me interesaba pues al ser un deporte individual, no necesitaba demasiados compañeros. Tampoco es que los aparatos fueran fáciles de conseguir. Al salir me encontré con Nishinoya, quien reía junto a Tanaka.

― ¡Yuu, Tanaka! ― llamé corriendo a ellos. Estaban ligeramente bronceados y parecían felices. ― Los he echado de menos.

Noya me abrazó sin dejarme oportunidad de corresponderlo. Escondió su rostro en mi cuello y sentí que me sonrojaba.

― Estas más delgada. ―Murmuró para luego separarse. Tenía el ceño fruncido que acompañaba una mirada preocupada. ― No has estado comiendo.

¿Se había dado cuenta?

La vergüenza me invadió y aparté la mirada. No pensé que se enojaría. La verdad es que yo me veía con algunos kilos de más pero se negaba a darme la razón pues me incitaba a comer.

―Es verdad, Akira-san. ―Siguió Tanaka cruzado de brazos. ― Para una persona es muy importante comer.

―Aún más si vas a comenzar a entrenar. ―Las palabras de Yuu me daban un mal presentimiento. Estaba enfadado. No quería que me vieran. ―Shimizu-senpai te puede dar concejos.

― ¿Hm? ―La voz amigable de la manager me hizo dar un escalofrío. Nishinoya le habló con naturalidad y Tanaka no supo qué era lo que le pasaba. ―Puedo ayudarte. ― Dijo volviéndose a mí. ―Eres muy bella para dejar de comer, Akira-san.

Después de tantos versos que me habían dado era el primero que me creía. Sus ojos me trasmitían confianza y credibilidad. Con una sonrisa de su parte supe que no tendría escapatoria. Ella era bella. Quería ser como ella. Segura, confiable y bonita. Quise agradecerle a Nishinoya pero se había ido.

Durante el receso antes del almuerzo, me dirigí al tercer piso.

― ¿Está Nishinoya? ―Le pregunté a una de las chicas que se encontraban en la puerta del curso.

― ¡Tu novia te busca, Nishinoya! ―exclamó haciéndome sentir avergonzada.

Él avanzó por el pasillo mientras llevaba las manos en el pantalón del uniforme y al contrario de su presencia divertida, estaba serio. Le seguí unos cuantos pasos más atrás. Estaba mal, lo sabía y quería que sonriera para mí. Le tomé el borde de la camisa al hablar.

―Lo lamento. ―Dije bajando la vista a mis zapatos. Finalmente se giró para enfrentarme.

―Solo prométeme que comerás, Akira. ―Su voz me recordaba a la de mi madre y alcé la vista para asentir. ―Duele ver que te haces daño. ―Sus ojos tristes estaban fijos en los míos.

―Lo prometo. ―Respondí con suavidad, totalmente arrepentida. Ya no se contuvo y me estrechó entre sus brazos. ― Por nosotros. ―Agregué rodeándole el cuello.

―Te eché de menos. ―Susurró mientras sentía como se relajaba. ―Estuve muy preocupado desde que me enviaste la foto de Kahori. No es buena influencia, siempre te ha llevado al límite. Sus bromas hirientes tanto como su actitud siempre me hicieron cuestionar cual era el sentido de seguir hablándole. ―Al hablar se separó solo lo suficiente como para verme. Pasó una mano por mi mejilla.

No Me Dejes CaerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora