Adriana lo que menos buscaba en estos instantes de su vida era alguien que le molestase, que le interrumpiese, que le volviese loca, que le hiciese la vida imposible, que le enamorase, que le... ¿Que le enamorase?.
[Publicada el 19 de noviembre de...
No hay peores celos que los que no puedes reclamar.
Si yo le gusto y el me gusta, ¿Por qué tengo que ocultar... que le quiero?.
Mi mente es un zoológico desde que conocí a Neymar, no puedo entender por qué me hace sentir todo esto... me hace sonreír y ser feliz sin motivo aparente, y al mismo tiempo volverme loca.
Pero en el fondo yo solo soy una chica entre millones y millones, no tengo nada especial para él. Las hay más guapas, menos insoportables y más "perfectas" que yo.
Mis pensamientos me deprimen.
—¿Qué hiciste ayer?— me preguntó Helena. —Pues...
"Saltó e hizo que los dos cayésemos al agua juntos"
—Nada interesante la verdad, ¿Y vosotros?— Les pregunté a Helena y a Mario, mis dos mejores amigos de la universidad.
—Fui a ver el partido del Barça con mi novia— dijo Mario. —Tu padre jugó muy bien Adri— me guiñó un ojo y yo reí.
—¡Yo también salí con mi novio!— dijo Helena mirando a Mario. —Me llevó al McDonald's, la verdad es que el pobre no es muy romántico pero le quiero.
Mario y yo nos contuvimos las ganas de reír pero al final estallamos a carcajadas.
—¡Oye, callaros! Yo al menos tengo novio— dijo Helena cruzándose de brazos. Yo le saqué el dedo de en medio.
—Mira, igualita que su padre. —¡Se estaba sonando los nudillos!
Los dos rieron.
—Ahora es cuando suelta eso de "Si no tengo novio es porque no quiero"— dijo Mario "imitando" mi voz, aunque parecía una rata. —Más bien porque mi padre no quiere— le corregí.
—Y Neymar...— susurró Helena. —¡Idiota, cállate!— me enfadé.
Mario al oír eso empezó a (¿)fangirlear(?).
—Noooooo— dijo el sin creérselo. —No me lo creo— estaba tan emocionado que en cualquier momento parecía que iba a empezar a gritar y a correr dando saltitos.
—Ahora cuenta la verdad, qué hiciste este fin de semana— dijo Helena levantando una ceja. —Lo han hecho— susurró Mario, mereciéndose un golpe en el brazo por mi parte.
Sonó el timbre.
—Si, estuve con el pero no hicimos nada porque no somos nada— suspiré recogiendo mis cosas.
—Ya lo seréis, yo lo sé, Mario lo sabe, el profesor de literatura lo sabe, la rarita que se sienta al final lo sabe, la camarera amargada de la cafetería lo sabe— enumeró Helena. —Tiempo al tiempo.
[...]
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