23. Un largo camino por recorrer

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23. Un largo camino por recorrer

Somos impacientes por naturaleza, no estamos acostumbrados a esperar, nos fastidia, nos frustra y es perfectamente comprensible. Normalmente no acostumbramos a esperar largos periodos de tiempo por algo ya que o simplemente nos damos por vencidos u olvidamos aquello por lo que luchábamos.

Muchos no somos persistentes con nuestros objetivos y es que si el camino es demasiado tormentoso simplemente abandonamos, lo dejamos allí. En cambio, hay otras personas que jamás se rendirán, que por más largo que sea el camino por recorrer permanecerán ahí pacientes esperando el momento adecuado para que su objetivo se cumpla. Son perseverantes y muchas veces ese don de la paciencia los llena de recompensas. El problema está ¿Hasta dónde llegarías? ¿Cuánto esperarías?

Natalia conducía su camioneta con la música a todo volumen "Need The sun to break" de James Bay sonaba distrayéndola un poco de lo que realmente ocupaba su mente. Alex.

Después de aquella inesperada noche Natalia estaba convencida de que podía ayudar a la modelo, pero tenía un problema, tenía demasiadas dudas y que mejor que recurrir a alguien que había tenido los casos más complicados durante su carrera.

El doctor Vascones era un afamado psicólogo y uno de los mejores profesores que había tenido durante su época universitaria. Sabía que él podía ayudarla y sobre todo guiarla ya que en ese momento su mente estaba atravesando por una constante batalla en la que no lograba encontrar la estrategia correcta para salir victoriosa.

Fue así como decidida a hablar con el subió a su camioneta, coloco su música preferida y canto a todo pulmón mientras el viento se colaba por su ventana. Para Natalia no había mejor manera que sacar todo lo que llevaba dentro que refugiarse en la música y aquella mañana mientras el sol se alzaba en lo alto del cielo y el viento despeinaba su cabello sentía que de a poco el estrés iba desapareciendo de su cuerpo.

El camino fue algo tedioso, pero tener el espacio para distraerse un poco de todo lo que sucedió la ayudaba. Las últimas horas habían sido una montaña rusa de sentimientos por lo que era normal sentirse tan abrumada.

Claro que sus sentimientos por Alex estaban intactos, pero le dolía la indiferencia, le dolía el hecho de sentirla tan lejos, tan cambiada y con muchas ganas de rendirse.

Cerca de la una de la tarde llego hacia su universidad, no había muchas personas ya que las vacaciones habían iniciado oficialmente una semana atrás así que sin el ajetreo de cientos de universitarios corriendo de un lugar a otro camino tranquila observando a su alrededor.

Hace un par de años las cosas eran muy distintas, salía a varias fiestas en donde cometía estupideces que luego se arrepentía y se refugiaba en extraños para ahogar su dolor. No estaba orgullosa de aquella etapa, pero siendo completamente sincera había sido necesario pasar por aquello ya que ahora sabía perfectamente que errores no volver a cometer. Había sido un camino largo y el aprendizaje que había obtenido la hacía comprender que no todo mal momento debe ser olvidado, que a veces es necesario mantener presente partes de nuestra memoria para saber lo mucho que hemos avanzado.

Aun sentía aquel vacío en su vida, la falta de su madre y la manera en la que la había perdido aun le dolía, había días malos y buenos, días en los que el dolor la embargaba y no conseguía apaciguarlo, días en los que de a poco lo aceptaba y las cosas parecían mejorar, pero inevitablemente aquella marca, aquella cicatriz en su corazón permanecía constante como un recordatorio de que no todo en la vida era color de rosas.

Al final del pasillo del cuarto piso de su facultad se encontraba la oficina de su profesor, después de dejar su identificación con el guardia del pasillo camino despacio pensando en las preguntas exactas que debía realizar.

Cicatrices InvisiblesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora