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Cicatrices Invisibles

Verano del 2014

Dos años atrás

Existen dos tipos de cicatrices, las externas y las internas. Una completamente notoria y otra que puede pasar completamente desapercibida.

Pero al fin y al cabo son cicatrices, las mismas que se vuelven marcas imborrables en nuestras vidas. Esta es la historia de aquellas marcas, del dolor que puede provocar a una persona llevarla y sobre todo del esfuerzo que se necesita para sanar.

Una cicatriz externa es visible, cualquier persona puede darse cuenta de que tienes una pueden preguntarte como te la hiciste, cual es la historia detrás de aquello y quizás sea una emocionante o quizás una trágica. El punto importante aquí es que cada cicatriz cuenta con una historia.

El otro tipo son las internas, cicatrices invisibles con las que todos contamos. Nadie sabe que está ahí, nadie sabe que te hicieron daño. Nadie te preguntara ¿Cómo te la hiciste? Nadie se fijará a menos que lo demuestres, a menos de que seas lo suficientemente valiente como para contar su historia. Y es por eso que tardan tanto en sanar. Duelen tanto porque no estamos dispuestos a contar su historia. Se quedan dentro de nosotros como un fiel recuerdo de lo vivido.

Muchas veces estas cicatrices tienen nombre y apellido. Es curioso pensar que una persona puede ser una cicatriz en tu corazón y lo más doloroso de aquello es que quedara atado a ti por siempre. Será un recuerdo más, una experiencia que será parte de tu vida lo quieras o no.

Es por eso que las cicatrices se vuelven parte de nuestra vida. Una vida que se compone de recuerdos, experiencias, aciertos y fracasos.

La música, las luces, los gritos, todo era un completo caos tras bastidores. La gente corría de un lado al otro preparando a más de 15 modelos que debían estar listas para comenzar con el desfile, los maquilladores, estilistas y diseñadores preparaban todo buscando que el evento saliera perfecto. No había espacio para el error. No, en un desfile todo debía salir perfecto.

Cada modelo contaba con un grupo compuesto de maquilladores, estilistas, ayudantes y cada uno de ellos cumplía con su trabajo buscando un solo objetivo. Hacerla lucir bella, tratar de vender el producto. Para muchos las modelos no eran más que un objeto que lucía ropa y para eso estaban allí. Para Alex una modelo era mucho más que eso y estaba dispuesta a probarlo.

Alex era una chica de 21 años, su profesión modelo, cabello rubio, ojos color azul claro y su rostro para muchos era el mejor de la industria. Su cuerpo era el sueño de cualquier diseñador y su fiereza al momento de dominar la pasarela la tenían en lo más alto del mundo de la moda. La habían descubierto con apenas 16 años y desde ese entonces su vida dio un giro.

Nada había sido sencillo, pero ahora estaba en lo más alto, nadie podía negar de su talento y por supuesto de su belleza. Alex era hermosa, sus facciones, la forma de sus labios el color rosado de sus mejillas, aquellos ojos hipnotizantes que captaban la atención de todos y esa figura espectacular que todos envidiaban eran sus mejores armas.

El mundo de la moda era perverso, doloroso y se vivía a base de apariencias, Alex lo sabía perfectamente, pero se negaba a formar del lado oscuro de aquel mundo. Prefería trabajar duro, ganarse el reconocimiento a base de su esfuerzo.

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Era la semana de la moda en Brasil y los mejores diseñadores presentarían sus nuevas colecciones para el verano. Carlos Miele seria quien abriría el desfile con su colección de vestidos y claro Alex era quien cerraría con broche de oro aquel evento luciendo su obra maestra, un vestido valorado en nada más y nada menos que 10.000 dólares americanos.

Cicatrices InvisiblesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora